Michael Kr¨¹ger: ¡°La idea de una Europa unida se est¨¢ desmoronando¡±

Michael Kr¨¹ger, editor, narrador, poeta, es el autor de unos versos que parecen ahora tambi¨¦n una propuesta para recordar el sue?o de un europe¨ªsta como ¨¦l: el sue?o de un continente unido, y no s¨®lo de una Uni¨®n Europea. ¡°A veces me escribe la infancia/ una tarjeta postal: ?Te acuerdas?¡±. Nacido en Wittgendorf, Alemania, en 1943, Kr¨¹ger ha defendido ese sue?o, pero ahora ¡°la idea se est¨¢ desmoronando¡±. En su libro m¨¢s reciente, Pasajeros (La Huerta Grande), hace un viaje por su pa¨ªs, sobre cuyas cenizas se pos¨® ese sue?o como una posibilidad de un mundo mejor. Recluido en una aldea cerca de M¨²nich, donde fue responsable de la editorial Hanser, tiene pendiente de publicar en Espa?a los versos de Mi Europa (traducidos por Cecilia Dreym¨¹ller, algunos publicados en Babelia), donde repasa las heridas del continente. La Huerta Grande ha publicado tambi¨¦n El dios detr¨¢s de la ventana. Anagrama ha lanzado, entre otros, ?Qu¨¦ hacer? y ?Por qu¨¦ precisamente yo? Kr¨¹ger sufre ahora una leucemia que se ha a?adido a los males nada comunes del confinamiento. La entrevista se hizo por correo electr¨®nico.

Pregunta. Sobre el continente, y sobre el mundo, se ha manifestado este enorme horror, la pandemia. ?Esa Europa oficial que en 2018 ve¨ªa perdiendo la cabeza lleg¨® disminuida a esta nueva lucha?

Respuesta. Hasta el m¨¢s optimista ha perdido la confianza. Cuando el optimismo significa ignorar la realidad, todos los optimistas est¨¢n en el mismo barco europeo. Tengo la sensaci¨®n de que la idea de una Europa unida se est¨¢ desmoronando, y la pandemia de la covid ha demostrado que no hubo uni¨®n desde el principio. Solo cuando se volvi¨® demasiado peligrosa, Europa trat¨® de actuar unida, pero la Uni¨®n Europea nunca habl¨® con una voz. Fue imposible crear un consenso sobre c¨®mo abordar la cuesti¨®n de los refugiados y fueron imposibles acuerdos en el ¨¢rea fiscal despu¨¦s de la crisis bancaria. No hay una voz europea, o es tan bajita que has de pegar la oreja al suelo para poder o¨ªrla. No s¨¦ c¨®mo se puede cambiar eso. Pero el entusiasmo del principio se lo ha llevado el viento, y si nos fijamos en gente como Orb¨¢n [primer ministro de Hungr¨ªa], desde Budapest, una de las capitales del pensamiento liberal despu¨¦s de la guerra, uno quiere irse a ?frica para esconderse. ?Polonia? Exactamente el 50% es de derechas, el otro 50% son liberales. Es el espejo de Europa. Pero, ?qu¨¦ es lo que quieren? ?Quieren dejar la Uni¨®n, como Gran Breta?a? Es una situaci¨®n muy poco clara. En Alemania est¨¢ muy claro: la derecha quiere volver a una Alemania que gobierne el mundo. Incluso llevan banderas del Reich. Una panda de gamberros gordos con la bandera blanca negra y roja en las escaleras del Parlamento en Berl¨ªn. Incre¨ªble.

P. Su traductora dice que en Mi Europa muestra la esperanza de que el continente se haya comprometido para siempre con la paz. ?Hay agujeros negros en esa idea?

R. Uno de los problemas sigue siendo la educaci¨®n, y durante el ¨²ltimo mes se ha vuelto muy evidente que el 40% de los ni?os no tienen ninguna posibilidad de tener una ¡°vida mejor¡± en el futuro. En primer lugar, no pueden permitirse vivir en ciudades como M¨²nich, o Hamburgo, o Berl¨ªn. En este pa¨ªs rico, el no ser rico significa no tener ninguna oportunidad de cambiar tu vida. El ¨²nico desarrollo democr¨¢tico nuevo es el tel¨¦fono inteligente, aunque se utilice para fines antidemocr¨¢ticos. Lo que re¨²ne a la gente es el tel¨¦fono inteligente, no la iglesia, ni los sindicatos, ni los partidos, y esa es la raz¨®n por la que en las manifestaciones hay gente de izquierdas y de derechas.

Hemos perdido nuestra capacidad de distinguir y percibir

P. Su generaci¨®n naci¨® en medio de la Europa del odio. ?Eso refuerza su compromiso y su esperanza?

R. S¨ª, nac¨ª a finales de 1943, en un peque?o pueblo de Sajonia, ahora centro de los partidos de derechas. Despu¨¦s de la guerra fue ocupado por los rusos. Mi abuelo me hablaba de Rusia, pero siempre ha estado claro que Rusia no pertenece a Europa. Me fui a vivir a Berl¨ªn durante la Guerra Fr¨ªa para estudiar. [El escritor] Heinrich B?ll nos dijo una vez que Rusia pertenec¨ªa a Europa, que Europa no terminaba en el Oder. Pero estaba cerrada. Y siempre so?aba con ir de Berl¨ªn a Varsovia, y despu¨¦s a Cracovia, a Budapest, a Belgrado, a la enigm¨¢tica Albania y tambi¨¦n a Rusia, para ver todos los lugares donde vivieron Turgu¨¦nev, Pilniak, y Ajm¨¢tova. Era la ¨¦poca del muro, y el ¨²nico deseo era que todas las fronteras cayeran de inmediato. Cuando ten¨ªa 13 a?os, viaj¨¦ en autoestop a Par¨ªs, m¨¢s tarde a Florencia, a Venecia y a N¨¢poles, y luego a Madrid y a Barcelona, pero tuve que esperar hasta los 30 a?os para ver tras el tel¨®n de acero. Tuvimos, pues, una infancia occidental; estadounidense (Hemingway, el chicle, los vaqueros y los w¨¦sterns); francesa (el existencialismo, Sartre, Camus, el teatro del absurdo, los Gauloises y las baguettes); espa?ola (Lorca y la Guerra Civil, poes¨ªa y el pasado ¨¢rabe); y en la escuela, por supuesto, una alemana. Pero nunca tuvimos una eslava, a menos que tu familia fuera de Silesia o de Bohemia.

P. Enzensberger y Sempr¨²n dijeron en EL PA?S en 2008 que en cualquier sitio de Europa donde cayeras de vuelta al continente siempre sent¨ªan el olor de su casa. ?Siente tambi¨¦n esa percepci¨®n?

R. S¨ª, siempre me siento como en casa en Europa. Nunca he entendido por qu¨¦ no hay una Oficina Europea para la Identidad y la Cultura. Cuando escuchas a Bruselas, oyes hablar de problemas econ¨®micos o fiscales o agrarios, pero en los ¨²ltimos 25 a?os no hemos o¨ªdo una sola palabra sobre la cultura y la identidad. Durante la pandemia todo el mundo ha sentido la necesidad de la cultura, y de repente, la cultura volv¨ªa a estar en la agenda: ?qu¨¦ hacemos con todas las galer¨ªas, los teatros, los espacios abiertos, las librer¨ªas? Tenemos que salvarlos. ?Por qu¨¦? Porque en esos lugares Europa es m¨¢s sociedad an¨®nima que Apple, Facebook y compa?¨ªa, aunque ellos sean los verdaderos gobernantes del mundo moderno y de la modernidad.

P. En la discusi¨®n pol¨ªtica que tiene el personaje consigo mismo en Pasajeros se dice: ¡°?Qu¨¦ podr¨ªa hacerse contra el mal gusto, contra la expulsi¨®n de la belleza, contra la propagaci¨®n de la vulgaridad?¡± ?Esto es rabia o melancol¨ªa?

R. Todo el mundo puede distinguir entre lo que es bello y lo que no lo es (igual que entre lo que es verdad y lo que no lo es), incluso en estos tiempos de resaca... Pero hemos perdido nuestra capacidad de distinguir y percibir. Las escuelas de deconstrucci¨®n han ayudado a muchas personas a reconocer que no saben nada, que les resulta imposible saber si es una novela es buena o mala, si un poema es bueno o malo, o por qu¨¦ este es un edificio importante o eso una m¨²sica p¨¦sima. Y esa es la raz¨®n por la que ya no hay ninguna congruencia en los gustos.

P. En esa obra reproduce un aviso de los trenes, Prohibido asomarse¡­ Y usted dice: ¡°Es imposible describir mejor nuestra situaci¨®n¡±. ?Tiene la convicci¨®n de que a¨²n es peligroso mirar c¨®mo el mundo se derrumba?

R. S¨ª, eso era un peque?o trozo de metal que encontrabas en todos nuestros trenes escrito en ingl¨¦s, italiano y, por supuesto, alem¨¢n: ¡°Prohibido asomarse¡±. Creo que este consejo secreto sigue siendo v¨¢lido. No hay una voz que se abra camino. El ¨²ltimo gran movimiento, el movimiento feminista, era bueno para la estructura de la jerarqu¨ªa, pero, en mi opini¨®n, no hubo ninguna mejora est¨¦tica. Pero s¨¦ que piso un terreno muy pantanoso: mi ¨²nica excusa es que llevo viviendo desde hace casi un a?o en el m¨¢s estricto confinamiento, a causa de la leucemia, en una casita en el bosque. Es probable que el mundo haya cambiado por completo y no me haya dado cuenta. Uno de mis vecinos, el fil¨®sofo J¨¹rgen Habermas, es muy optimista y cree que Europa tendr¨¢ una segunda oportunidad. Espero que tenga raz¨®n. De todos modos, antes sol¨ªa sacar la cabeza por la ventanilla, pero hoy en d¨ªa es imposible hacerlo porque las ventanas est¨¢n fijas y la velocidad de los trenes modernos es tan r¨¢pida que perder¨ªas la cabeza.

P. En uno de sus poemas europeos usted invoca al sol para que se pare, como hizo Espronceda en su Himno al sol¡­

R. ?Me hubiera encantado conocer a Jos¨¦! S¨ª, los poetas hacen a menudo las mismas observaciones. Es lo que el ruso Vlad¨ªmir Propp descubri¨® con los cuentos de hadas: hab¨ªa una peque?a serie de variaciones, pero se usaban en todo el mundo, desde ?frica hasta Espa?a: el segundo hijo se va de casa, vuelve despu¨¦s de a?os, mata a su hermano, etc¨¦tera. Pero siempre hay peque?as distinciones, igual que pasa con las huellas dactilares: no hay dos iguales, ni siquiera en la misma familia (Dios lo hizo as¨ª para ayudar a la polic¨ªa). As¨ª que tenemos, digamos, 10 millones de poemas de amor, pero no hay dos que sean exactamente iguales. Con las met¨¢foras es un poco m¨¢s dif¨ªcil: es f¨¢cil robar, y una buena hermen¨¦utica puede seguir el camino desde Petrarca hasta nuestros d¨ªas, pasando por Jos¨¦ y por m¨ª: y si nosotros nos reunimos un d¨ªa, puedo explicar de d¨®nde viene la idea de hacer que el sol se pare¡­ Quiero volver a viajar. Esta leucemia me est¨¢ matando.

P. Esos versos (¡°A veces me escribe la infancia¡­¡±) podr¨ªan ser respondidos ahora¡­ ?Qu¨¦ postales est¨¢n ahora en su cabeza?

R. Bueno, cuanto m¨¢s viejo me hago, m¨¢s postales de la infancia tengo en el correo. Una dice que no deber¨ªa sentirme triste y apenado por Europa, porque ha cambiado mucho en los ¨²ltimos 20 a?os y para mejor. Otra dice: ¡°Mira, chico, has tenido una vida rica y maravillosa, con solo una enfermedad grave, todav¨ªa puedes escribir e intercambiar cartas con tus amigos, y t¨² -el hijo de un cartero- no tienes que ir al buz¨®n porque tienes un peque?o y diab¨®lico aparato electr¨®nico que, en un segundo, entrega en Espa?a lo que escribes¡±. Y por ¨²ltimo: ¡°?Has hecho t¨² lo suficiente para crear un mundo mejor? Si no lo has hecho, empieza ya¡±.