Adrenalina sin alma

Detr¨¢s del t¨ªtulo de este thriller pol¨ªtico y de acci¨®n, fallido pese a su despliegue de producci¨®n y de reparto, est¨¢ una de las c¨¢rceles m¨¢s atroces y por desgracia conocidas de ?frica, Playa Negra o Black Beach. Es la c¨¢rcel de la que era alcaide Teodoro Obiang antes de arrebatarle el poder a su t¨ªo, Francisco Mac¨ªas. Un infierno en la tierra para varias generaciones de guineanos por los que nadie ha movido un dedo. Pero Guinea no se nombra en esta pel¨ªcula rodada en Canarias, Ghana, Madrid, Bruselas y Toledo, entre otras localizaciones, aunque todo su conflicto ocurra en un pa¨ªs africano rico en petr¨®leo, en el que se habla castellano, donde el oro y todo el esperpento de los m¨¢s zafios nuevos ricos rodea a sus clases dirigentes y donde cualquier indicio de oposici¨®n al r¨¦gimen se aplasta entre los muros de una infame prisi¨®n llamada Black Beach.

Esteban Crespo arranca su segundo largometraje despu¨¦s de Amar (2017) como un thriller pol¨ªtico que muy pronto muta en otro de acci¨®n para luego diluirse en un drama ¨ªntimo sin que ninguna de las tres patas quede bien calzada. La pel¨ªcula cuenta c¨®mo un ambicioso ejecutivo (Ra¨²l Ar¨¦valo) asume el papel de negociador internacional en una misi¨®n en un pa¨ªs africano donde un ingeniero norteamericano que trabaja en una petrolera ha sido secuestrado. Se trata del mismo pa¨ªs donde ¨¦l, antes de dedicarse a los altos negocios, fue cooperante para Naciones Unidas. Es decir, un viaje de vuelta a la juventud y sus utop¨ªas d¨®nde un hombre tendr¨¢ que v¨¦rselas con su pasado y con su futuro. El punto de partida prometedor se va desinflando por el camino por una falta de equilibrio entre la peripecia ¨ªntima, que se vuelve demasiadas veces previsible; la pol¨ªtica, con un fondo de corrupci¨®n a varias bandas y un secreto central que nadie se molesta en aclarar al espectador; y la acci¨®n, cuyos excesos parecen medidos para suplantar con dosis de adrenalina la falta de alma del filme. La pel¨ªcula, en gran parte gracias a las brutales localizaciones y secuencias en ?frica, tiene momentos atractivos. Pero o se juega a James Bond, y no parece que esa sea la intenci¨®n dada la solemnidad del conjunto, o se construye un guion a la altura de una producci¨®n ambiciosa, ya sea para hacer con rigor cine-denuncia o para vivir el dilema que arrastra su personaje principal.