A d¨®nde ir¨¢n los ol¨¦s
?lvaro Lorenzo corta dos orejas a una nobil¨ªsima corrida de Garcigrande
A d¨®nde ir¨¢n los ol¨¦s que no damos; a d¨®nde la emoci¨®n que no sentimos¡ D¨®nde estar¨¢n tantas cosas que perdimos un verano¡
?beda no es Madrid, ni el toro que aqu¨ª se lidia debe tener el trap¨ªo del que sale al ruedo madrile?o, ni la exigencia puede ni debe ser la misma.
Pero la esencia de la tauromaquia, s¨ª; y el toro debe ser un toro en una plaza de tercera o de primera.
Ocurre, sin embargo, que en la b¨²squeda constante de la calidad del animal, del toro artista que colabora al triunfo del torero, se est¨¢n perdiendo las caracter¨ªsticas que hacen de esta fiesta un espect¨¢culo vibrante y emocionante.
Los toros de Garcigrande lidiados en ?beda eran preclaros hijos de la tauromaquia moderna; y no por su trap¨ªo, sino por su car¨¢cter. Toros, todos ellos, dise?ados en una cadena de producci¨®n, con las fuerzas justas para un paso testimonial por el caballo, con el galope m¨ªnimo para el tercio de banderillas, y bondad infinita, dulzura y duraci¨®n en la muleta para el disfrute del matador.
Pero en la consecuci¨®n de esa clase del animal se ha abandonado la casta, la fiereza, la seriedad¡ Y se han perdido los ol¨¦s de anta?o.
GARCIGRANDE, HERN?NDEZ/EL JULI, LORENZO
Tres toros de Garcigrande y uno -el cuarto- de Domingo Hern¨¢ndez, correctos de presentaci¨®n, muy agradables de cara, justos de fuerza, mansones y nobil¨ªsimos.
El Juli: estocada perpendicular y atravesada y tres descabellos (ovaci¨®n); dos pinchazo, estocada atravesada y cuatro descabellos (ovaci¨®n).
?lvaro Lorenzo: estocada trasera (dos orejas); bajonazo (ovaci¨®n).
Plaza de ?beda (Ja¨¦n). 1 de octubre. Tercera corrida de la Gira de Reconstrucci¨®n. Mil sesenta y siete espectadores.
Ya no hay ol¨¦s en las plazas. Se van sustituyendo por caras circunspectas en los tendidos mientras un se?or vestido de luces da pases y m¨¢s pases a un torete que no transmite respeto ni miedo. Y al final de cada tanda suena una ovaci¨®n desganada, como obligada por las circunstancias.
Ante tanta bondad no hay vibraci¨®n; es bonito lo que sucede en el ruedo, pero no te obliga a estar atento, no te a¨ªsla, no te arrebata. Puedes atender el tel¨¦fono mientras la faena, siempre larga, prosigue sin ardor.
El Juli y ?lvaro Lorenzo asistieron a un c¨®modo tentadero en ?beda. Por all¨ª anduvo, sobrio, sobrado, solvente y experimentado, el torero madrile?o, echando el rato ante dos toros a los que tute¨® amistosamente. El fallo con el descabello le priv¨® de pasear trofeos, pero las orejas no hubieran a?adido alegr¨ªa a una actuaci¨®n tan sosona como la calidad tontuna de sus oponentes.
Su caso es muy parecido al de Lorenzo, un joven elegante, que maneja los enga?os con suavidad y cierto empaque, pero que no brill¨® a causa de la almibarada actitud de su lote.
En fin, que ya no hay ol¨¦s, y es una pena. Que cualquiera sabe a d¨®nde ir¨¢n, o si se habr¨¢n perdido para siempre. Que ahora se imponen las ovaciones tristonas, carentes de la pasi¨®n que es propia de una fiesta que cada d¨ªa se aleja m¨¢s de su esencia.
?Qu¨¦ diferente hubiera sido la corrida con toros que parecieran toros y no bailarines vestidos de negro!
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