Juan Ortega, ¡°torero, torero¡±
El diestro sevillano cort¨® dos orejas en Ja¨¦n tras una primorosa actuaci¨®n con capote y muleta
Juan Ortega se fue por su propio pie de la plaza, pero tuvo la dicha de escuchar gritos de ¡°?torero, torero!¡± con los que lo despidi¨® el p¨²blico de Ja¨¦n tras una brillant¨ªsima actuaci¨®n ante el sexto de la tarde ¡ªal que se le dio la vuelta al ruedo¡ª, que lo coloca en los primeros puestos de salida para la pr¨®xima temporada.
Su sentido de la naturalidad, el temple, la hondura y la sensibilidad delante de un toro fue lo m¨¢s art¨ªstico y torero de la tarde.
Pero hubo otros detalles.
DEL R?O/PONCE, D?AZ, ORTEGA
Seis toros de Victoriano del R¨ªo, correctos de presentaci¨®n, mansos, nobles, flojos, sosos y descastados; destac¨® el sexto, manso, tambi¨¦n, pero con hondura y prontitud en la muleta. Se le concedi¨® la vuelta al ruedo.
Enrique Ponce: pinchazo, bajonazo perpendicular, descabello _aviso_ y dos descabellos (ovaci¨®n); _aviso_ pinchazo y estocada ca¨ªda (oreja).
Curro D¨ªaz: bajonazo que hace guardia, pinchazo y bajonazo (ovaci¨®n); estocada ca¨ªda (dos orejas).
Juan Ortega: pinchazo y estocada ca¨ªda y perpendicular (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (dos orejas).
Plaza de toros de Ja¨¦n. 17 de octubre. Primera corrida de feria. Asistieron 2.000 espectadores.
El momento m¨¢s emotivo fue el brindis de Enrique Ponce a su cuadrilla en la corrida final de su temporada. El diestro llam¨® a Mariano de la Vi?a, convaleciente a¨²n de la grav¨ªsima cogida que sufri¨® el 13 de octubre del a?o pasado en Zaragoza, y ambos se fundieron en un abrazo mientras la plaza, puesta en pie, romp¨ªa en una atronadora ovaci¨®n.
Al inicio del festejo, una vez roto el pase¨ªllo, Ponce fue homenajeado por sus 30 a?os de alternativa, y recibi¨® un azulejo, placas, pinturas y otros recuerdos de los aficionados jienenses, que lo consideran hijo suyo por la especial relaci¨®n del torero con la provincia.
Y hubo m¨¢s.
Hubo una corrida mansa, noble como el alm¨ªbar, floja y desabrida de Victoriano del R¨ªo, que salv¨® los muebles con el ya citado sexto, que se movi¨® y permiti¨® el triunfo de Ortega.
Hubo dos generaciones de toreros: Ponce y D¨ªaz, los veteranos, inasequibles al desaliento, apegados a las faenas interminables, pesados, y ventajistas; y Ortega, el joven, autor de dos faenas justas y medidas, ant¨ªdotos del aburrimiento.
Los tres matadores fallaron con el estoque, y solo Ortega cobr¨® una estocada en todo lo alto al segundo intento en el sexto. Todo lo dem¨¢s fue una secuencia de pinchazos, bajonazos y estocadas ca¨ªdas.
Un p¨²blico de dulce, cari?oso, aplaudidor, festivo¡ Aplaudi¨® a todos los toros en el arrastre y pidi¨® las orejas para Ponce y Curro D¨ªaz sin que ninguno de los dos hiciera m¨¦ritos para ello.
Por cierto, Ponce luce en este momento de su carrera con el toro moribundo, al que cuida como buen enfermero, y le permite gustarse y so?ar el toreo, aunque a muchos les provoque somnolencia. Despegado, aliviado y ventajista se mostr¨® ante su primero, y luci¨® a media altura ante el inv¨¢lido sexto.
Curro D¨ªaz volvi¨® a reivindicar su condici¨®n est¨¦tica, pero sus formas, sin fondo, carecieron de emoci¨®n. Mulete¨® bien, pero dijo poco, porque le falt¨® la misma entrega que a sus oponentes.
El primer toro de Ortega fue el m¨¢s desabrido, y lo prob¨® con elegancia, mostr¨® que era inservible, lo castig¨® por bajo y lo pasaport¨® con rapidez. Como debe ser.
Un par de sentidas y suaves ver¨®nicas al ¨²ltimo predijeron que algo estaba por llegar. El quite por chicuelinas ¡ªc¨®mo se nota la influencia de su mentor, Pepe Luis Vargas¡ª fue una lecci¨®n magistral de torer¨ªa, pinceladas de arte puro, fogonazos del mejor toreo. Fueron solo cuatro ¡ªla figura vertical, las zapatillas asentadas, la tela enroscada en el cuerpo¡ª, pero inolvidables.
La faena de muleta fue para volver a verla; torer¨ªsimos ayudados por alto iniciales, abrochados con un molinete y un largo pase de pecho. Naturales largos y hermosos, derechazos hondos; todo hilvanado, medido y presidido por la naturalidad, la elegancia, el ce?imiento¡
Qu¨¦ pena ese pinchazo; y qu¨¦ alegr¨ªa ver torear de verdad¡
Babelia
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