Los robledales que se convirtieron en mezquitas
La Universidad de Burgos desvela el significado real tras los nombres de diversos top¨®nimos espa?oles
Dice el estudio Mezquitas en lugares insospechados, del profesor del Departamento de Historia de la Universidad de Burgos David Peterson, que ¡°la toponimia es una disciplina muy atractiva: capta la imaginaci¨®n de gente interesada en el significado de los nombres que les rodean y en el pasado que esos nombres recuerdan¡±. Pero las culturas, los grupos humanos, los asentamientos, las memorias colectivas se transforman c...
Dice el estudio Mezquitas en lugares insospechados, del profesor del Departamento de Historia de la Universidad de Burgos David Peterson, que ¡°la toponimia es una disciplina muy atractiva: capta la imaginaci¨®n de gente interesada en el significado de los nombres que les rodean y en el pasado que esos nombres recuerdan¡±. Pero las culturas, los grupos humanos, los asentamientos, las memorias colectivas se transforman con el paso del tiempo, al igual que ocurre con los significantes de los vocablos y, en consecuencia, con su significado. As¨ª, a las afueras de la localidad burgalesa de Arlanz¨®n ¡ªcomo sucede en otros pueblos del norte de Espa?a (de Ourense a Soria, pasando por Burgos)¡ª existen lugares, despoblados o municipios llamados Mezquita. Inmediatamente al hablante le viene a la mente un lugar de rezo musulm¨¢n. Pero nada m¨¢s lejos de la realidad como demuestra Peterson.
El autor recuerda que en el pago de Mezquita, en Arlanz¨®n , se encontr¨® un cementerio con tumbas de lajas y piedras que pronto fue incluido en el cat¨¢logo arqueol¨®gico. Para el medievalista Gonzalo Mart¨ªnez D¨ªez (1924-2015), no cab¨ªa duda a la hora de interpretar este top¨®nimo de ¡°significado obvio¡±. ¡°Tan obvio, de hecho, que no recibe m¨¢s explicaci¨®n en su obra, y en la ausencia se refer¨ªa a la presencia en alg¨²n momento de un lugar de oraci¨®n isl¨¢mica¡±, se?ala el profesor de la Universidad de Burgos.
¡°La toponimia que hoy contemplamos es el resultado de diferentes culturas y lenguas, todas ellas plasmadas en el paisaje¡± y ¡°la necesidad de unos apelativos memorables a la vez que fon¨¦ticamente asimilables¡±, asevera David Peterson. Pero con el tiempo ¡°se cambian esos nombres, frecuentemente hacia formas resonantes y memorables para el o¨ªdo actual y alejadas de un remoto y ahora incomprendido origen en una lengua y fon¨¦tica ajena¡±.
Por ejemplo, Peterson recuerda los diversos estratos ling¨¹¨ªsticos de un ¨¢rea que se extiende por Le¨®n, Sig¨¹enza (Guadalajara) y Ezcaray (La Rioja) anteriores al castellano: prerromanos (Segontia), latinos (Legione), ¨¢rabes (Al-qalat) y vascos (Aitzgaray). ¡°Las cosas se complican cuando estos estratos f¨®siles son manejados a diario por los hablantes de otro idioma ¡ªen el caso que nos ocupa, del castellano¡ª quienes empiezan a moldear los antiguos nombres hacia formas m¨¢s compatibles con la fon¨¦tica de su lengua materna¡±. Y as¨ª Segontia se convierte en Sig¨¹enza, Legione en Le¨®n o Aitzgaray en Ezcaray.
Estos cambios fon¨¦ticos no son arbitrarios, sino que suelen obedecer a unas normas y patrones que var¨ªan en el tiempo y en el espacio hasta volverlos ¡°pronunciables¡±. Un fen¨®meno que ya fue estudiado en Reino Unido por Margaret Gelling, que realiz¨® un estudio sobre c¨®mo nombres vikingos terminaban siendo asimilados y modificados por la toponimia brit¨¢nica. ¡°Sin embargo, en Espa?a en las ¨²ltimas d¨¦cadas apenas se ha trabajado este registro de manera sistem¨¢tica¡±, incide Peterson.
El historiador recuerda que en todo el norte de Castilla existe una ¡°abundante toponimia vasca que remite casi siempre a la vegetaci¨®n o a la topograf¨ªa: Galarde, Zalduendo, Alarcia, Urrez, Froncea¡¡±. Y este es, precisamente, el caso de la Mezquita de Arlanz¨®n. ¡°Su entorno inmediato es un espacio agreste, hoy poblado por encinas. Juntando los dos hechos, observamos como el quercus faginea, el quejigo, carballo o roble carrasque?o, se denomina ametz en vasco, dando lugar con diferentes sufijos abundanciales a formas como amezaga, amezti o amezqueta¡±, forma esta ¨²ltima que origina el nombre del lugar burgal¨¦s.
Mezquita no es m¨¢s que un ejemplo de los secretos que esconde la toponimia espa?ola. ¡°Nuestra hip¨®tesis es que, a partir de este fit¨®nimo vasco, con el olvido del significado de este, y con la presencia de restos funerarios, la imaginaci¨®n popular recurrir¨ªa a una etimolog¨ªa popular convirtiendo as¨ª un cajigal en una mezquita. En este caso un fit¨®nimo vasco se convierte en una voz que aparenta remitir a la presencia isl¨¢mica en Castilla¡±.
Concluye el estudio recordando que tambi¨¦n se produce el fen¨®meno inverso. El vocablo ¨¢rabe almofalla (campamento militar) se transform¨® en olmaya y de ah¨ª a numerosos pueblos llamados Olmillos u Olmeda. ¡°La simetr¨ªa de los dos casos resulta gratificante, pero el mensaje importante aqu¨ª es que estas transformaciones son muy habituales, y operan en direcciones inesperadas cuando el ser humano busca sentido a su entorno. La toponimia es eminentemente pr¨¢ctica, y su comprensi¨®n nos puede ayudar a enriquecer enormemente nuestra comprensi¨®n del Alto Medievo¡±. Y a dudar de lo que creemos entender.