Muere Luke Rhinehart, el escritor que jug¨® con su vida
El autor del cl¨¢sico de culto ¡®El hombre de los dados¡¯, antecedente directo de formas innovadoras como la falsa biograf¨ªa que practica Emmanuel Carr¨¨re, fallece en Nueva York a los 88 a?os
Luke Rhinehart no se llamaba Luke Rhinehart sino George Powers Cockcroft y hab¨ªa nacido en Albany, Nueva York, en 1932. El para siempre conocido como el escritor que jug¨® con su vida sobre un tapete imaginario, el autor del cl¨¢sico de culto de El hombre de los dados, o la historia de un tipo, un psiquiatra ¡ªcomo ¨¦l¡ª que aburrido de su vida decide que a partir de cierto momento todo lo que har¨¢ ser¨¢ preguntarle a los dados si debe o no hacer determinada cosa. Como si los dados fuesen una suert...
Luke Rhinehart no se llamaba Luke Rhinehart sino George Powers Cockcroft y hab¨ªa nacido en Albany, Nueva York, en 1932. El para siempre conocido como el escritor que jug¨® con su vida sobre un tapete imaginario, el autor del cl¨¢sico de culto de El hombre de los dados, o la historia de un tipo, un psiquiatra ¡ªcomo ¨¦l¡ª que aburrido de su vida decide que a partir de cierto momento todo lo que har¨¢ ser¨¢ preguntarle a los dados si debe o no hacer determinada cosa. Como si los dados fuesen una suerte de I Ching sin doctrina. El adivino de futuros posibles inexistentes ha muerto este mi¨¦rcoles, dos semanas despu¨¦s de cumplir los 88 y casi medio siglo despu¨¦s de haber publicado en 1971 la historia que fingi¨® protagonizar ¨¦l mismo.
No en vano, Emmanuel Carr¨¨re, sin duda su lector m¨¢s ilustre, ha sido el que m¨¢s ha hecho para restituir su figura, maltratada por el tiempo y un ¨¦xito que nunca pudo superar. Escribi¨® otras 11 novelas, pero ninguna alcanz¨® la fama de El hombre de los dados, lo que le sumi¨® en una especie de deriva que lleg¨® a agotarle. Carr¨¨re le consider¨® siempre antecedente directo de su peculiar no ficci¨®n novelada. Es decir, del uso de uno mismo como trampol¨ªn para la narraci¨®n de una historia que, conteniendo pedazos dolorosamente palpitantes, y tambi¨¦n, por qu¨¦ no, absurdos, de tu vida, toma otra forma, se dispara hacia el lugar en el que la realidad puede sustituirse por todas las posibilidades de la ficci¨®n.
Su estilo decididamente rupturista, como lo era el de buena parte de sus contempor¨¢neos en la d¨¦cada de los setenta (Kurt Vonnegut, Donald Barthelme, John Barth, Robert Coover, Stanley Elkin), alumbr¨® un ¨¢ngulo ciego del posmodernismo norteamericano: uno que desfiguraba la vida real del autor para convertirla en material de una ficci¨®n que tambi¨¦n trataba de devorarse a s¨ª misma. No era solo que en lo que contaba se pasase de la primera a la tercera persona cuando le apetec¨ªa, sino que introduc¨ªa extractos de diarios, actas de reuniones, textos pseudoreligiosos, e incluso citas de un libro que no escribi¨® hasta dos d¨¦cadas m¨¢s tarde y que s¨ª era un libro de Luke Rhinehart.
Este psiquiatra profesor se top¨® de casualidad con un editor en un caf¨¦ de Dei¨¤, mientras pasaba una temporada en Mallorca, donde dio clases, y vivi¨®, durante a?os, junto a sus tres hijos y su mujer. Este encuentro result¨® en que acab¨® publicando en el peque?o sello que el tipo le dijo que acababa de montar, con forma y fondo, siendo el fondo su propia biograf¨ªa mutante. Cientos de cosas coincid¨ªan, incluida su fecha de nacimiento, un 6 de noviembre, y la direcci¨®n de su casa, sus primeras experiencias en el oficio, conversaciones con su mujer. M¨¢s de dos millones de ejemplares se vendieron en todo el mundo de una novela cumbre que, s¨ª, tuvo continuaci¨®n. Dos d¨¦cadas despu¨¦s public¨®, The Search for the Dice Man, protagonizada por su hijo. Eclips¨® todo lo dem¨¢s.
?Y qu¨¦ fue todo lo dem¨¢s? Sat¨ªricos intentos de retorcer lo retorcido, sin exponerse de la manera en que lo hizo en aquel primer disparo, pero con, inevitablemente, buenas dosis de su delicioso humor mediante. Si bien le mantuvieron en un segundo primer plano durante las d¨¦cadas de los setenta, ochenta, incluso los noventa, fue relegado a su vuelta en 2008 ¡ªpas¨® cerca de 15 a?os sin publicar, entre 1993 y 2008¡ª con una literatura que manten¨ªa intacto el amor por el absurdo, pero obviaba cualquier tipo de ambici¨®n estil¨ªstica. Su ¨²ltima novela, La invasi¨®n de las bolas peludas (2016), la public¨® en Espa?a Malpaso, que hab¨ªa rescatado tambi¨¦n El hombre de los dados.
Cockcroft, aficionado a lucir sombreros vaqueros en las sesiones de fotos, viv¨ªa en una granja en Nueva York y hab¨ªa llegado a confesar que, como Rhinehart, tir¨® los dados durante una parte de su vida para decidir peque?as cosas. ?C¨®mo lo hac¨ªa? He aqu¨ª un extracto de la novela en la que lo explica: ¡°Si saco un n¨²mero que vaya del dos al seis, har¨¦ lo que iba a hacer de todas formas; llevar los vasos sucios a la cocina, lavarme los dientes, tomarme un par de aspirinas, meterme en la cama junto a mi esposa ya dormida, y quiz¨¢ masturbarme discretamente pensando en Arlene. Pero si saco un uno, har¨¦ lo que realmente quiero hacer: s¨¦ que Arlene est¨¢ sola en casa por las noches, as¨ª que ir¨¦ hasta all¨ª, llamar¨¦ a su puerta, y me acostar¨¦ con ella¡±. No sabemos si hubo una Arlene, lo que sabemos, porque lo cont¨®, fue que as¨ª fue c¨®mo le pidi¨® salir a su mujer, An.
En 2012, decidi¨® enviar a un pu?ado de amigos una carta que hab¨ªa escrito hac¨ªa a?os, pensando en que estar¨ªa bien que la recibieran cuando muriera. Empezaba diciendo: ¡°Es un placer informarles de que Luke Rhinehart ha muerto¡±. Le pareci¨® divertido. En realidad, como le dijo a Carr¨¨re, estaba cansado de Luke. Hubo un peque?o revuelo. Su sobrino, Eric Cockcroft, el encargado de hacer oficial el anuncio de su muerte en Facebook, no pudo evitar hacer referencia a aquella carta asegurando que ¡°esta vez s¨ª, creo que es del todo cierto, voy a echarle de menos, y no me importa que haya quien piense que esto es una broma macabra y deje de leer¡±. ¡°Su entusiasmo por una vida fascinante y divertida era contagioso, el mundo tiene suerte de contar con todo lo que escribi¨®. Su esp¨ªritu va a seguir entre nosotros. Pero es verdad esta vez, George Powers Cockcroft ha muerto¡±, a?adi¨®.