El ¡®manager¡¯ que odiaba a los artistas
Intimidades del mundo del espect¨¢culo, contadas por un renegado
Entre los 65.000 libros de papel que se publican al a?o en Espa?a, me intrigan los que salen de la nada. Es decir, que tienen todo el aspecto de no haber pasado por un proceso de edici¨®n profesional: pura expresi¨®n visceral. Me interesan especialmente los que tratan del show business, en su sentido m¨¢s amplio, y m¨¢s si buscan retribuci¨®n, venganza o simplemente dar un pu?etazo en la mesa.
El paradigma de estos libros montaraces podr¨ªa ser As¨ª fue, donde Rafael S¨¢nchez El Pipo contaba barbaridades sobre los toreros con los que intim¨®, de Manolete a El Cordob¨¦s. Ha salido uno que no desmerece: Memorias de un m¨¢nager (Lince Ediciones), de Tibu, alias de Carlos V¨¢zquez Moreno. Ya saben, el representante de El Canto del Loco, denunciado por el grupo y encarcelado por apropiaci¨®n indebida y deslealtad societaria. Un caso bien raro, dada la tendencia del negocio a arreglar sus divergencias bajo cuerda.
Tibu comienza cada cap¨ªtulo en tiempo presente, supuestamente escribiendo desde Soto del Real. En realidad, el libro estaba en preparaci¨®n, con ayuda de diferentes negros, desde 2013, antes de su ingreso en prisi¨®n. Es un texto redactado con cautela: se evitan referencias geogr¨¢ficas y nombres propios de alcaldes, pol¨ªticos y productores de televisi¨®n cuando se narran las veladas de ¡°maletines, putas y fiestecitas¡±.
Sin embargo, pocos se libran si se trata de artistas. No hay piedad para Luis Eduardo Aute, al que detestaba como m¨²sico y como persona (uno se pregunta c¨®mo fue posible que trabajaran juntos durante 17 a?os). Lo mismo con Jos¨¦ Merc¨¦, con el que Tibu est¨¢ emparentado. ?Es fiable su memoria? Hasta cierto punto: fui testigo de algunas an¨¦cdotas que aqu¨ª se recogen y s¨ª, ocurrieron, pero no exactamente c¨®mo se cuenta.
Tampoco refuerzan la verosimilitud del relato las erratas que afean casi cada p¨¢gina de Memorias de un m¨¢nager. Tibu (o su an¨®nimo escribidor) parece incapaz de transcribir correctamente las palabras en ingl¨¦s, lo que pone en solfa su minuciosa cr¨®nica del encuentro en la cumbre con Tommy Mottola, m¨¢ximo capo de Sony Music, discutiendo la carrera internacional de Las Ketchup.
Lamentable desidia. Y eso que la propia historia personal de Tibu resulta fascinante: crecido en una familia franquista, esquiva su destino convirti¨¦ndose en m¨²sico, un bajista con querencia por el rock duro (Banzai y, brevemente, Scorpions). Sin embargo, no era un militante: al poco, est¨¢ girando por las Am¨¦ricas como acompa?ante de Roc¨ªo D¨²rcal, con una inolvidable parada en la finca de Pablo Escobar.
Veinte a?os despu¨¦s, est¨¢ tan alejado del ambiente roquero que confiesa haber fichado a M?go de Oz sin escuchar su m¨²sica; cuando los conoce, decide que son odiosos. Se indigna al saber que el cantante de Los Suaves (tambi¨¦n representados por ¨¦l) es un antiguo madero, jubilado por invalidez. Para su asombro, ambos grupos despachaban toneladas de merchandising: ¡°Camisetas, sudaderas, llaveros, toallas, bufandas, gorras, jarras¡ y hasta calzoncillos, lo juro, y se vend¨ªa todo¡±. Accesorios para aquellas maneras de vivir que cantaba Rosendo.
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