?Ah¨ª resopla!

Lo primero que conocemos del viejo farero que el actor Willem Dafoe interpreta en esta intensa pel¨ªcula es el sonido de su pesada orina y el de una flatulencia. No ser¨¢ el ¨²nico pedo de una pel¨ªcula pegajosa, asfixiante y sucia. Lo m¨ªnimo que tendr¨¢ que soportar el otro farero, el joven ayudante que da vida Robert Pattinson, son los malos olores. El Faro, segundo largometraje del estadounidense Robert Eggers despu¨¦s de La bruja (2015), es un desquiciado duelo entre dos personajes que deben convivir durante cuatro semanas en un islote perdido en medio del oc¨¦ano. Un combate embarrado cuyos dos contendientes llevan al l¨ªmite con las armas del mejor histri¨®n.

Como ocurr¨ªa con su anterior filme, Eggers documenta su historia con mitos y leyendas del folclor popular. Sus pel¨ªculas recurren a lo ancestral como veh¨ªculo novedoso. Una mirada antropol¨®gica que esta vez nos lleva a la Costa de Maine en el siglo XIX. All¨ª sit¨²a a sus dos tipos, un lobo de mar obsesionado con el faro que custodia y un pobre diablo acorralado por el mar y la locura. El cine de Eggers est¨¢ cargado de referencias literarias, pict¨®ricas y cinematogr¨¢ficas. Tambi¨¦n simb¨®licas: hay p¨¢jaros aleg¨®ricos y sirenas que representan el deseo sexual m¨¢s autodestructivo. Podr¨ªa resultar cargante, pero como ocurr¨ªa en La bruja hay coherencia en su propuesta. Aqu¨ª, en un blanco y negro que le permite nadar por la superficie y tambi¨¦n por las aguas del subconsciente y los sue?os, echa mano de la Biblia de todo relato marino, Moby Dick, pero tambi¨¦n de otros textos y poemas de Edgar Allan Poe, Stevenson, Lovecraft o Coleridge.

Las referencias (de Los p¨¢jaros de Hitchcock a El Tesoro de Sierra Madre, de Houston, o M., de Fritz Lang) no son los de un repelente simulador sino los de un voraz lector y creador de im¨¢genes en busca de s¨ª mismo. A sus 36 a?os, Eggers representa junto a Ari Aster y los hermanos Safdie el brote verde m¨¢s original del cine de g¨¦nero indie de su pa¨ªs. M¨¢s all¨¢ de La Bruja y sus aquelarres, Eggers es capaz de asumir el riesgo de todo cineasta ambicioso. Y as¨ª, su f¨¢lico faro de luz blanca y cegadora es el espejismo en tierra de ese mal en estado puro que emerge del fondo del mar para que los hombres se atraganten con el siempre aterrador grito de "?Ah¨ª resopla!".