Cine ind¨®mito
'Derechos del hombre', asombrosa segunda pel¨ªcula de Juan Rodrig¨¢?ez, es una muestra de la capacidad renovadora del cine espa?ol m¨¢s alejado de lo comercial
Por fortuna el cine espa?ol no se limita a su modelo industrial y de vez en cuando sorprende con nuevos caminos capaces de cuestionar y renovar su lenguaje. Ocurri¨®, por ejemplo, con pel¨ªculas como El se?or y Gente en sitios, de Juan Cavestany, que fruto de la perplejidad de su autor y de la crisis econ¨®mica abrieron un necesario y novedoso campo de visi¨®n hasta convertirse en pel¨ªculas medulares de la pasada d¨¦cada. En ese mismo impulso de exploraci¨®n e investigaci¨®n, aunque partiendo de una sensibilidad y un arraigo cultural muy diferente, se sit¨²a el director Juan Rodrig¨¢?ez, que en su segundo filme, Derechos del hombre, ahonda en el trabajo que inici¨® en 2013 con El complejo de dinero, filme que convocaba en una finca de Extremadura a un grupo de int¨¦rpretes que, procedentes de diferentes palos de las artes esc¨¦nicas, recreaban un mundo de aparente libertad y ligereza.
DERECHOS DEL HOMBRE
Direcci¨®n: Juan Rodrig¨¢?ez
Int¨¦rpretes: Katrin Memmer, Lola Rubio, Rafael Lamata, Gianfranco Poddighe, Eduard Mont de Palol y Jorge Dutor.
G¨¦nero: Espa?a, 2018
Duraci¨®n: 75 minutos.
Derechos del hombre es una pel¨ªcula experimental e improvisada que vuelve a reunir a parte del reparto de El complejo de dinero en un proyecto mucho m¨¢s asombroso, en el que su fondo y su m¨¦todo ¨¢crata (heredero de esa tradici¨®n que se sostiene en personajes tan impares como Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo o Chicho Sanchez Ferlosio) se abren al exterior logrando una comuni¨®n que no ocurr¨ªa en su anterior filme. O c¨®mo le dice una de las artistas al maestro de ceremonias cuando uno de sus colegas abandona la aventura: ¡°Con pocas cosas se llega m¨¢s lejos¡±.
Hecha sobre la marcha con el elenco de una troupe que dice llamarse Gran Circo Ind¨®mito, Derechos del hombre se rod¨® durante tres soleados semanas a las afuera de un pueblo de la provincia de Valladolid. La tramoya se limit¨® a una carpa y dos ba¨²les de vestuario para seis actores, un pueblo y un r¨ªo. Una especie de Circo Aligre (ese iconoclasta grupo franc¨¦s que a finales de los a?os setenta convirti¨® a sus cinco integrantes en revolucionarios del g¨¦nero), pero pobre y mesetario frente a un director de cine con 35 latas de pel¨ªcula de 16 mm. Lo que all¨ª pasa se podr¨ªa etiquetar como perform¨¢tico, pero ser¨ªa limitar a palabras m¨¢s o menos comunes e inteligibles la libertad que encierra esta singular pel¨ªcula. Todo lo que vemos en ella ocurre fuera de su carpa, en los proleg¨®menos de un espect¨¢culo sobre el que sus personajes teorizan y ensayan rodeados de un mundo rural que en su solitaria decadencia esconde un misterioso y hermoso?esplendor. En definitiva, gente rara haciendo esas cosas raras que acaban cambiando el mundo.
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