Peces fuera del agua

Los ni?os del mar, el tercer anime estrenado en apenas 10 semanas en nuestra cartelera, confirma el auge de un formato (y una procedencia) que hasta hace poco alimentaba a sus fans espa?oles casi exclusivamente a trav¨¦s de restringidos circuitos alejados de las convenciones y de la pantalla grande, salvo la presencia puntual en festivales. De modo que la existencia de decenas de p¨¢ginas de Internet especializadas en animaci¨®n japonesa, con enlaces de dudosa legalidad a series y pel¨ªculas que hasta ahora no encontraban distribuci¨®n comercial, ha debido convencer a los exhibidores de que por ah¨ª hay mercado.

Tras los trabajos de Makoto Shinkai (El tiempo contigo) y Keiichi Hara (The Wonderland), interesantes ambos, llega la ¨²ltima obra del veterano Ayumu Watanabe, criado profesionalmente en los a?os noventa en la factor¨ªa de la serie de televisi¨®n Doraemon, en la que m¨¢s tarde lleg¨® a dirigir dos de los abundantes largometrajes con las andanzas del m¨ªtico Nobita: Doraemon y el peque?o dinosaurio (2006) y Doraemon en el reino de Keibo (2008). Los ni?os del mar, sin embargo, nada tiene que ver con lo infantil y s¨ª con la encrucijada adolescente y con la fantas¨ªa art¨ªstica, algo que comparte con las pel¨ªculas de Shinkai y Hara.

En el primer cuarto de hora, realista, cotidiano y reconocible, se presenta a la protagonista, una chica aspirante a jugadora de balonmano, hija de padres divorciados, esquinada por sus compa?eras y con tendencia a los arrebatos de violencia. Pero, pasado ese largo pr¨®logo, llega la fantas¨ªa a trav¨¦s de unos cr¨ªos con especiales conexiones con el mar. Algo que entronca tanto con lo pol¨ªtico, con una cierta denuncia por los experimentos gen¨¦ticos, como con lo metaf¨®rico: el concepto de cr¨ªos como peces fuera del agua.

De narraci¨®n algo confusa y con un redundante eje central, aunque siempre de exquisita creatividad (esos primer¨ªsimos planos con la cr¨ªa de enormes ojos que tanto recuerdan a las pinturas de la estadounidense Margaret Keane), la pel¨ªcula estalla en sus 20 minutos finales. Un largo cl¨ªmax est¨¦tico, casi ajeno a la narraci¨®n, con bonitos virajes formales y de color, incluso hasta el blanco y negro con dibujo a carboncillo, memorable en su estilo de corte expresionista.