Dior y Judy Chicago, el en¨¦simo idilio entre arte y moda
La artista feminista colabora con la marca francesa en su ¨²ltima colecci¨®n, nuevo ejemplo de la colonizaci¨®n que los grupos de lujo ejercen sobre las obras de vanguardia desde hace casi un siglo
¡°Ah¨ª est¨¢n mis ¨²ltimas pinturas¡±, le dijo Morandi a un periodista, se?al¨¢ndole los restos de pinceladas secas que se hab¨ªan acumulado con el tiempo en la repisa de su caballete. Corr¨ªan los cincuenta y, absurdamente, el pintor italiano viv¨ªa ajeno a la veloz embestida de la cultura art¨ªstica comercial en la sociedad occidental. En 1949, Life ya hab¨ªa publicado un reportaje sobre Jackson Pollock con el titular: ¡°?Es el mayor pintor vivo de los Estados Unidos?¡±. Y dos a?os despu¨¦s, Vogue lo entronizaba como el nuevo Picasso en un art¨ªculo titulado American Fashion: The New Soft Look e ilustrado con las fotograf¨ªas de Cecil Beaton de los dise?os de Irene y Henri Bendel con los cuadros de salpicaduras de fondo.
Si los medios de masas pretend¨ªan comunicar que Am¨¦rica entraba en una era de suave glamur, un encantamiento que deb¨ªa arrastrar al lector a la fiesta de la compra, ?era la ca¨®tica energ¨ªa de un bebedor impenitente el mejor panfleto que los cerebros de la CIA pod¨ªan ofrecer? Pero la casta?a sem¨¢ntica entre titular e imagen escond¨ªa toda la intenci¨®n para una sociedad cansada de Europa. Nueva York le hab¨ªa robado la cartera a Par¨ªs y el artista moderno ya no era capaz de expresar su tiempo con una gravitaci¨®n de formas y siluetas grises, el bodeg¨®n de Morandi saturado de conocimiento hist¨®rico. Al contrario, lo memorable, lo perdurable, eran los aviones, los rascacielos, la bomba at¨®mica. Y en el subconsciente de Pollock, posiblemente el artista m¨¢s fotografiado de la historia americana ?¨Cy, adem¨¢s, imposible de falsificar¨C se escond¨ªa el vendedor de deseos en la nueva sociedad de consumo.
En 2012, la colecci¨®n de Dolce & Gabbana se inspir¨® en el dripping de Pollock. Un goteo de delgad¨ªsimas cris¨¢lidas entr¨® en erupci¨®n sobre la pasarela, con el aleteo de sus faldas ungidas de negro, amarillo y p¨²rpura como chorros embriagados de erotismo. Ese mismo a?o, la firma Never Denim edit¨® los dise?os de vaqueros y camisetas de Lilia Gjerstad con estampados al estilo de Pollock, pero esta vez las maniqu¨ªs no eran mariposas sino ninfas est¨®lidas. En 2014, los suecos Acne llevaron los dibujos de la inesperada Hilma af Klint a sus dise?os de blusas, chaquetas y tote bags, en una mezcla de teosof¨ªa hipster y nueva era espacial.
La irrupci¨®n del artista moderno en la moda no es algo nuevo. Jean Patou lo hizo con Picasso y Braque, Paul Poiret con Dufy y Elsa Schiaparelli con los surrealistas y, adem¨¢s, sol¨ªa encargarle bordados a Cocteau. La gran revoluci¨®n en la alta costura se engras¨® a principios del siglo XX, cuando se pone en movimiento una organizaci¨®n que no est¨¢ al servicio del cliente, sino que es la firma de moda quien toma la iniciativa e impone una est¨¦tica. El dise?ador es una celebridad que firma sus creaciones, frecuenta a escritores y artistas y es adulada por los editores de moda, las casas reales, Hollywood.
Sigui¨® siendo as¨ª hasta comienzos del siglo XXI, pero forz¨® a¨²n m¨¢s la tuerca. La moda (su industria) atrae todas las miradas, la alfombra roja no es de las actrices, sino de las maisons. Un sistema in¨¦dito de promoci¨®n y comercializaci¨®n pasa por los desfiles y la comercializaci¨®n de objetos (in)¨²tiles: vajillas, bolsos joyas, obras de arte. La moda se enamora del museo, del arte contempor¨¢neo, tambi¨¦n de las artes populares. Las fashion victims son, adem¨¢s de los consumidores, los artistas radicales, los m¨¢s politizados, dispuestos a pasar uno a uno por el aro. ?Alguien pod¨ªa imaginar que los dibujos del incendiario y punk Raymond Pettibon acabar¨ªan estampados en las prendas masculinas de Dior del a?o pasado? El artista californiano suele decir que no le importa d¨®nde exponer (¡°Mis obras est¨¢n hechas para leer donde sea, en una galer¨ªa, un poste de tel¨¦fono. Lo importante es tener audiencia¡±). Bien sabe Pettibon que la maison no es ¡°cualquier sitio¡± y que las implicaciones de ¡°exponerse¡± en una pasarela son infinitesimalmente opuestas a lo underground.
Todos desean los salones. Theaster Gates est¨¢ en el consejo de diversidad de Prada y los ¡°inc¨®modos¡± Trevor Paglen y Kate Grawford acaban de transformar (para Prada Mode Par¨ªs) el legendario Maxim's en un club privado donde se reunir¨¢n fil¨®sofos y artistas para hablar de los sistemas p¨²blicos y privados de vigilancia y control (?!). La exmodelo reconvertida en artista feminista Niki de Saint Phalle, junto a la historiadora Linda Nochlin, inspiraron la colecci¨®n primavera-verano de 2018 de Dior en Par¨ªs con su directora art¨ªstica Maria Grazia Chiuri aspirando a convertir el feminismo en la nueva chispa de la vida.
La ¨²ltima v¨ªctima ¨C?ay!¨C es la infatigable Judy Chicago, cuya m¨ªtica instalaci¨®n The Dinner Party (1974-1979) ha lubricado la presentaci¨®n de la nueva temporada Dior para la mujer, ocurrida el pasado lunes en Par¨ªs. ¡°Ha sido la oportunidad creativa m¨¢s importante de mi vida, y una forma de sacar mi trabajo de la sombra de la cena¡±, declar¨® sin sonrojo la artista de 80 a?os. La norteamericana, que siempre hab¨ªa deplorado la tiran¨ªa de los tacones y las tallas que embuten los cuerpos de las mujeres, cree ahora que la moda es un meg¨¢fono maravilloso y que puede servir para empoderar a las mujeres. ¡°El arte encuentra un lugar real en la pasarela¡±, reconoce.
Chiuri, que la se?ala como una de sus mayores influencias, le confi¨® el dise?o de la carpa de Dior para los jardines del Museo Rodin. Titulada The Female Divine, es una estructura inflable en forma de matriz blanca que recuerda la figura de una diosa. Chicago tambi¨¦n asumi¨® el dise?o floral de la pasarela, sobre la que colgaban una veintena de banderolas gigantes con frases en franc¨¦s e ingl¨¦s, del tipo ¡°?Qu¨¦ pasar¨ªa si una mujer gobernara el mundo?¡±. Un tercer encargo es el dise?o de la vajilla para los exclusivos 160 comensales de la cena de gala, que posteriormente se comercializar¨¢ bajo el sello Dior, una forma nada clandestina de cerrar el c¨ªrculo de The Dinner Party, obra que se exhibe de forma permanente en el Brooklyn Museum de Nueva York.
La instalaci¨®n que la hizo m¨¢s conocida ¨Cuna versi¨®n feminista de la ?ltima Cena¨C es un tri¨¢ngulo equil¨¢tero de tres mesas, y est¨¢ dividida en 39 platos, cada uno de los cuales conmemora a una precursora o a un ser mitol¨®gico representados por un plato que contiene una forma abstracta con variaciones de la forma de la vulva ¨C¡°el n¨²cleo central femenino¡±, para Chicago¨C, adem¨¢s de un mantel con su nombre bordado y un c¨¢liz. En las baldosas del suelo est¨¢n escritos otros 999 nombres en una secuencia cronol¨®gica que reconstruye los or¨ªgenes sociales y el declive del matriarcado, su sustituci¨®n por el patriarcado y la respuesta del feminismo. En su momento, la obra fue duramente criticada por su visi¨®n racista y heterosexista de la historia. ?Deb¨ªan considerarse los platos con formas de vulvas una representaci¨®n kitsch de la mujer? ?Explot¨® Chicago al m¨¢s del centenar de artistas que contribuyeron a crear aquella instalaci¨®n?
Hay un paralelismo con el m¨¦todo utilizado en el desfile de Dior, ya que para la decoraci¨®n de la carpa ha sido necesario el trabajo artesanal de las estudiantes de la Chanakya School of Craft de Bombay, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro apoyada por la firma de lujo francesa. Si Chicago quer¨ªa sobreponerse al ¨¦xito de su dinner party, no lo ha conseguido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.