Mario Merz, el aliento tiene dos narices y cinco dedos
El artista italiano sit¨²a en el centro de su exposici¨®n en el Palacio de Vel¨¢zquez nuestra relaci¨®n con la naturaleza, un v¨ªnculo afectivo y pol¨ªtico ante el consumismo global
De ni?o, Mario Merz (Tur¨ªn, 1925-2003) jugaba debajo de la mesa de trabajo de su padre, que era ingeniero responsable de la construcci¨®n de elevadores y cabrestantes utilizados en las monta?as. Metido all¨ª, bajo ese lugar inquebrantable de la vida cotidiana, encontr¨® un universo de pensamiento que desmontaba la rigidez del objeto. Le pasaba lo mismo con las piedras, que tambi¨¦n recolectaba. Representaban su primera idea de arquitectura, siempre circular, como todas sus ideas. A menudo, se identificaba con la hierba que lucha por crecer entre un conjunto de rocas, mostrando esa impaciencia ante el espacio abstracto que avivaba la modernidad que llev¨® a muchos artistas a explorar otras dimensiones del ¡°concepto espacial¡±.
El artista italiano rechaza las ideas del progreso y recurre al arte para imaginar un mundo basado en la igualdad y la libertad
Tiempo despu¨¦s, su mesa preferida fue la de su cocina, que su mujer, la artista Marisa Merz, se hab¨ªa adjudicado como estudio, y por donde concurrieron muchas conversaciones hasta altas horas de la madrugada con un sinf¨ªn de amigos artistas. En la pr¨¢ctica, la familia Merz hab¨ªa declarado su independencia del discurso de la historia del arte en nombre de otras formas de pensamiento. Las reivindicaban siempre que pod¨ªa. Sin descanso. Un d¨ªa, metido en su cocina, el artista decidi¨® convertir 1966 en un ¡°un domingo largu¨ªsimo¡±, un tiempo sin trabajo dedicado a socializar y a hablar, un momento ¨ªntimamente ligado al arte povera, que nac¨ªa ese mismo a?o en Italia tras la euforia del minimalismo en Estados Unidos y siguiendo la frecuencia est¨¦tica de aquellas contestaciones disidentes que empezaron a llamarse antiformas. Un arte liberado de toda superestructura hist¨®rica y simb¨®lica, determinado por el presente, lo ahist¨®rico y los acontecimientos ordinarios de la vida. Exc¨¦ntrico, dijeron algunos. Un arte donde El tiempo es mudo, dice el t¨ªtulo de su actual exposici¨®n en el Palacio Vel¨¢zquez del Retiro.
La muestra es maravillosa. El arte povera siempre se ha visto como una encrucijada de retornos y progresos, de remembranzas y anticipaci¨®n, de historia y futuro, y como tal hay que leer hoy la obra de este artista. El museo parte de esas pol¨ªticas del arte para hablar de espacios de vida, y pocas cosas hay m¨¢s pertinentes que ¨¦sa. Eso es: la uni¨®n del arte y la vida como un acto revolucionario. Tras esta actitud hab¨ªa un tipo de artista implicado pol¨ªticamente que, en su rechazo a las ideas dominantes del progreso, recurr¨ªa al arte para imaginar un mundo basado en la igualdad humana, la libertad y la creatividad. Un tipo de arte que empleaba materiales comunes y naturales: arena, fuego, animales, ceras, grasas, algod¨®n, plantas, y que defend¨ªa valores magistrales y pobres, as¨ª como de lo sensorial, lo l¨ªrico y lo subjetivo, lo po¨¦tico y lo parad¨®jico.
Esa microemotividad que tanto defend¨ªa Merz para combatir la mirada consumista la vemos esparcida por el espacio de la exposici¨®n, perfectamente orquestado, donde no falta ni sobra nada. Entre la selecci¨®n de piezas, algunas tan especiales como Impermeable (1963-1978), ?Qu¨¦ hacer? (1968-1973) y su Casa en el bosque (1989), as¨ª como muchos de sus dibujos sin fecha. Est¨¢n las dos obras de la colecci¨®n del Museo Reina Sof¨ªa, Fibonnacci N¨¢poles (1971) y Las piernas (1978), as¨ª como sus conocidos igl¨²s, paradigma del espacio habitable, seguramente el tema m¨¢s pertinente del que hablar hoy en d¨ªa. En la cabeza del artista eran viviendas y al mismo tiempo ideas. Un mundo y una casita. Un trampol¨ªn para la imaginaci¨®n, sol¨ªa decir. Mario Merz reivindica una libertad extraordinaria para crear obras sin restricciones ni categor¨ªas como el g¨¦nero, el medio o la forma, obras con una movilidad y una ubicuidad potencial a¨²n mayores que el igl¨². Visualizar era para ¨¦l un proceso que consiste en observar y encontrar, no en inventar. Un proceso de inclusi¨®n, no de exclusi¨®n. Una utop¨ªa que mira la sociabilidad como conciencia, las mesas como dibujos, las arrugas de las hojas como geometr¨ªa y el perfume de los pinos como una deriva del tiempo.
En tiempos de desarrollismo compulsivo, de vivir en un sistema socioecon¨®mico basado en la acumulaci¨®n sin fin, de la necesidad de pensar en una filosof¨ªa ecosocial y de la urgencia por un pensamiento contempor¨¢neo de la naturaleza, esta muestra deviene una declaraci¨®n de intenciones y apela a otra sociedad posible bajo un rechazo del mundo hipercapitalista. Mario Merz es una artista-alquimista atra¨ªdo por las posibilidades f¨ªsicas, qu¨ªmicas y biol¨®gicas de esos elementos que, en aquellos a?os sesenta, irrump¨ªan en el terreno del arte y que hoy siguen indagando en el lenguaje verbal de los objetos. Un artista que, m¨¢s que trabajar sobre principios, necesitaba indagar en las dudas para descubrir las ra¨ªces de las cosas.
¡®El tiempo es mudo¡¯. Mario Merz. Palacio de Vel¨¢zquez. Parque del Retiro. Madrid. Hasta el 29 de marzo.
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