Dentro de la utop¨ªa rural

Este documental hay que situarlo dentro de la imparable corriente que, a partir de los devastadores efectos de la globalizaci¨®n y del cambio clim¨¢tico, reivindica un renacer en el campo capaz de salvar el futuro del planeta. Hay infinidad de libros sobre las nuevas experiencias rurales o sobre esa vida salvaje a lo Walden, el c¨¦lebre cl¨¢sico del pensamiento de Henry David Thoreau convertido en la ¨²ltima d¨¦cada en libro de cabecera de los creyentes en esta vuelta a los or¨ªgenes. la vida en la naturaleza y sus complejos ciclos de supervivencia se han tratado desde la ficci¨®n y desde el documental-ensayo. De Hacia rutas salvajes, de Sean Penn, a la magistral Grizzly man, de Werner Herzog.

Mi gran peque?a granja no pretende ser un tratado filos¨®fico sobre la naturaleza sino una especie de gu¨ªa pr¨¢ctica para afrontar los sinsabores de un proyecto ecol¨®gico y sostenible. La pel¨ªcula se sit¨²a en el ¨¢mbito del registro documental de una experiencia que se remonta a 2011, cuando el director John Chester y su mujer, la chef Molly Chester, se vieron obligados a dejar su apartamento ante las quejas de sus vecinos por los ladridos de su nuevo perro. Con una carta de desahucio en la mano por culpa de su inquieto animal dom¨¦stico y hartos de la vida urbana, la pareja se embarc¨® en el ut¨®pico proyecto de una granja revolucionaria. Situada al norte de Los ?ngeles, en el condado de Ventura, compraron un terreno de 200 acres para desarrollar un proyecto con vacas, gallinas, cerdos, patos, ovejas y todo tipo de cultivos alimentados por una tierra mantenida sin pesticidas ni qu¨ªmicos. La llamaron The Apricot Lane Farm y contrataron a un gur¨² en agricultura biodin¨¢mica, Alan York.

La pel¨ªcula recoge con im¨¢genes cautivadoras del mundo microsc¨®pico y animal una aventura de ocho a?os en la que aprendemos que nada es controlable cuando se trata del campo pero que todo tiene sus motivos, y eso incluye la crueldad y la muerte. Plagas de pulgones, coyotes y enfermedades son la otra cara de esta utop¨ªa rural que nos confirma la sospecha de que detr¨¢s de una receta sostenible no hay un camino de rosas.