El sida como met¨¢fora del fin del mundo
Oriol Broggi dirige en Barcelona 'Nom¨¦s la fi del m¨®n', de Jean-Luc Lagarce, uno de los grandes textos del teatro franc¨¦s, escrito en 1990
Ausente durante a?os de la casa familiar, Louis vuelve. Le han comunicado una terrible noticia que quiz¨¢s comparta con los suyos. De momento, eso es lo que nos cuenta: ¡°M¨¢s tarde, al a?o siguiente, me tocaba morirme. Tengo cerca de 34 a?os y morir¨¦ a esa edad. Llevaba muchos meses esperando sin hacer nada, jugando a enga?ar, trampeando, sin querer saber. Muchos meses esperando acabar de una vez al a?o siguiente, como cuando solo te atreves a moverte muy poco, ante un peligro extremo¡±. As¨ª comienza, m¨¢s o menos (esta es mi traducci¨®n aproximada de la cimbreante versi¨®n catalana de Ramon Vila) Nom¨¦s la fi del m¨®n (Juste la fin du monde), escrita por Jean-Luc Lagarce en 1990, tres a?os antes de su muerte, v¨ªctima del sida. La versi¨®n de Vila, una de esas traducciones que suelen llamarse ¡°trabajos de amor¡±, acaba de estrenarse, dirigida por Oriol Broggi, en el Teatre Biblioteca de Catalunya.
Al principio, la obra parece la t¨ªpica ¡°crisis de familia¡± en la que muchos secretos han de salir a la luz, pero no es as¨ª. Poco acabamos sabiendo del protagonista, que ha llevado una vida de artista (e incluso de un cierto ¨¦xito): algo m¨¢s conoceremos de quienes le reciben a su vuelta, aunque apenas parecen haber salido del pueblo. El gran secreto de Louis nos llega el¨ªpticamente en las primeras l¨ªneas; luego gana espacio un creciente silencio hecho de escucha y de topetazos, que chocan entre s¨ª y rebotan como las bolas met¨¢licas de las antiguas m¨¢quinas de mill¨®n.
Ha de ser muy dif¨ªcil escribir, traducir y poner en escena ese texto, esa m¨²sica que parece hecha de torrenteras imparables. Las embestidas (y la sucesi¨®n) de los mon¨®logos me recuerdan el estilo de Pascal Rambert, salpimentado con humor melanc¨®lico y chejoviano. El reparto es formidable, muy bien elegido por Broggi. Louis es David Vert, de quien lo ¨²ltimo que vi fue su estupendo Licas en La hija del aire montada por Gas en el Cl¨¢sico. Louis busca la serenidad, pero solo puede atraparla empapada en tristeza. Ahogada, m¨¢s bien. Bella dicci¨®n, bello sentimiento: las palabras brotan como conejos de una chistera, pero hay que procurar que no entrecierren los ojos, y a veces pasa. Solo hay otro hombre en la familia: Antoine, el hermano mediano, que logra mostrar su ira hacia Louis (y hacia la familia entera) sin caer en la tentaci¨®n de la rabia vociferada, gracias al buen hacer de Sergi Torrecilla.
Es curioso: pienso en Ch¨¦jov y en Rambert, pero las mujeres de la historia (Catherine, Suzanne, la madre) me parecen criaturas de Marguerite Duras o de Natalia Ginzburg. Hablan como si sus palabras brotasen irremediablemente, o saltaran de la frescura a las grandes cuestiones, como el pasaje en el que la madre est¨¢ evocando una ensalada de at¨²n con mayonesa, junto al r¨ªo, y de pronto, con el mismo tono, se pregunta: ¡°?Podemos saber c¨®mo desaparece todo, c¨®mo desaparecemos todos lentamente?¡±. La madre es Muntsa Alca?iz, clara e inquietante como hace tiempo que no la escuchaba. Narra los rituales del domingo en la infancia, y lo que nos sacude no es lo que cuenta sino lo que con ello calla. Catherine, un coraz¨®n puro, es la esposa de Antoine: la gran M¨¤rcia Cister¨®, siempre poderosa, con una voz espl¨¦ndidamente proyectada, que sabe lanzar sin dejar de ser ¨ªntima. Suzanne, la hermana peque?a, tiene algo de salvaje: se sinti¨® abandonada con la partida de Louis y todav¨ªa sigue intentando escapar. La interpreta Cl¨¤udia Benito, otra actriz a la que apetece ver m¨¢s y m¨¢s. Me gusta c¨®mo busca las palabras con verdad, sin artificio, como quien intenta esculpir en piedra una figura que desconoce.
El padre no est¨¢. Y en torno a la madre hay un gran silencio. Todos se quejan de lo mismo: falta de amor. No saben dar ni recibir. Louis deja ir como un latigazo: ¡°Quiz¨¢s mis bajezas vengan de esa ausencia de amor¡±. Es el arranque de su mon¨®logo m¨¢s furioso: la muerte abre cada vez m¨¢s su boca. Antoine tambi¨¦n dice una frase breve y definitiva: ¡°Aqu¨ª nada se dice f¨¢cilmente¡±. El gran silencio como un gran espejo.
Intenso, extenuante trabajo de Oriol Broggi y la compa?¨ªa. Pero creo que todav¨ªa falta modular algunos pasajes. No es propiamente una cuesti¨®n de tono sino de volumen, de potencia. Hay mucho texto, y quiz¨¢s al tender en cierto modo hacia lo ritual se cae en la lentitud, en la igualaci¨®n. Intuyo que en pocos d¨ªas se equilibrar¨¢ todo eso. La fuerza y la emoci¨®n ya est¨¢n ah¨ª, latiendo. Volvamos al principio, que ser¨¢ su final. ?Qu¨¦ va a pasarle a Louis? La clave est¨¢ en el t¨ªtulo: simplemente el fin del mundo. O algo por el estilo, entre el estallido y la balada. Esas cosas inminentes, irremediables, que se acaban diciendo con pocas palabras.
Nom¨¦s la fi del m¨®n. Texto: Jean-Luc Lagarce. Direcci¨®n: Oriol Broggi. Teatre Biblioteca de Catalunya. Barcelona.
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