¡®Locke & Key¡¯: Cuando Joe Hill no quer¨ªa ser su padre
El maravilloso tebeo del novelista, ahora tambi¨¦n serie de Netflix, sigue siendo la cumbre de la carrera del hijo del maestro de Maine
En 2005, exactamente en el mismo a?o, se publicaron dos colecciones de cuentos a ambos lados del planeta de extraordinario valor. De Nueva Inglaterra, de la misma sangre que el maestro incontestable del horror durante la segunda mitad del siglo XX, Stephen King, llegaba 20th Century Ghosts; Fantasmas (Suma de Letras, 2008) en castellano. De Rusia, la Rusia que hab¨ªa vivido tras el tel¨®n de acero en un microcosmos aislado de cualquier conexi¨®n con el otro bando ganador de la Segunda Guerra Mundial, surgi¨® §±§Ö§â§Ö§ç§à§Õ§ß§í§Û §Ó§à§Ù§â§Ñ§ã§ä, o, en su t¨ªtulo en castellano,?Una edad dif¨ªcil (Nevsky Prospects, 2012).
Poco despu¨¦s del cambio de milenio, Joe Hill y Anna Starobinets ofrecieron dos antolog¨ªas rotundas que hermanaban, sin perder lo genuino de sus or¨ªgenes, dos visiones del horror y del fant¨¢stico. Dos visiones, adem¨¢s, que se alejaban y mucho de ese encuentro con lo asombroso desde lo mundano que encarn¨® Stephen King como m¨¢ximo exponente, pero que practicaron muchas de las grandes voces de la New Wave, como Richard Matheson.
En esas antolog¨ªas se percib¨ªa una ruptura con el fant¨¢stico del asombro, que de alguna manera anticipaban los Libros de la Sangre (Valdemar, 2019) de Clive Barker, y se pasaba a vivir en una integraci¨®n de lo fant¨¢stico. En una redefinici¨®n de lo real. Si en Pop Art de Joe Hill observ¨¢bamos la vida de un ni?o literalmente hecho de goma en el Espero de Anna Starobinets una sopa volv¨ªa a la vida tras sufrir un G¨®lgota de la putrefacci¨®n en una nevera. Volvemos a Kafka, parec¨ªan gritar ambas antolog¨ªas. Volvemos a Bradbury. Volvemos a la magia no como elemento extraordinario, si no como elemento mundano.
Sin embargo, mientras que Starobinets se mantuvo fiel a su singular camino, Joe Hill, desde su admisi¨®n p¨²blica de que, en efecto, era el hijo de su padre (algo cada vez m¨¢s dif¨ªcil de ocultar por su aspecto) fue sufriendo un paulatino proceso de asimilaci¨®n del que supongo que es consciente y contra el que supongo que, de tanto en tanto, intenta luchar. En su ¨²ltima antolog¨ªa publicada en Espa?a, Tiempo extra?o (Nocturna, 2018), uno lee en su primer cuento, Instant¨¢nea, a su padre. Es una buena versi¨®n de su padre; pero es su padre.? Ese chaval que escrib¨ªa sobre ni?os de goma se ha diluido. Ese novelista que arrancaba con un m¨²sico de heavy metal echado a perder que recibe el traje de un fantasma hab¨ªa renunciado a su yo m¨¢gico y cedido a los modos y maneras de su progenitor.
Ahora que se ha estrenado Locke & Key en Netflix ¡ªuna serie divertida y menor; un poco lo que ocurri¨® con el It de Muschietti comparado con el original; otra vez, siguiendo los pasos del padre hasta en eso¡ª es una oportunidad irresistible para sumergirse en Locke & Key. La mejor obra, de hecho, la gran obra, de Joe Hill.
Si los 80 fueron de Watchmen y los 90 de Sandman y probablemente los 2010 sean de K. Vaughan (escoja usted entre Saga o Paper Girls lo que m¨¢s guste), los 2000 creo que fueron de Joe Hill y Gabriel Rodr¨ªguez. Es la obra colosal del pop, la inolvidable, que ofreci¨® el tebeo en esa ¨¦poca.?
Me cuesta resumir, en lo personal, las sensaciones que viv¨ª leyendo Locke & Key. He intentado hacerlo en la galer¨ªa que acompa?a a este art¨ªculo, con vi?etas inolvidables como esa tremenda splash page que muestra el interior de la cabeza de Bode, el peque?o de los Key, pero lo cierto es que se me escapan las palabras. Fue una experiencia inici¨¢tica, porque en aquel momento yo arrancaba mi carrera literaria y me preguntaba, supongo que un poco como todos, qu¨¦ he venido yo a contar a este mundo que ya han iluminado Harlan Ellison, Ray Bradbury y tantos y tantos otros.
Leer Locke & Key de Joe Hill se convirti¨® en mi revulsivo personal; y en el faro por el que sent¨ª que deb¨ªa guiarme para no perderme en la sombra de los viejos maestros. Era posible, dec¨ªa cada vi?eta de aquel c¨®mic inolvidable, abrazar lo asombroso sin tener que remedar ni a King ni a Spielberg. Era posible ofrecer nuestra ¨®ptica millenial en lugar de rehacer viejos t¨®picos en la definici¨®n de los roles de g¨¦nero, las inquietudes y las profesiones de los personajes. Era posible, en fin, hacer el viejo fant¨¢stico nuevo otra vez. Y la respuesta, como esas m¨²ltiples llaves que encajan en m¨²ltiples cerraduras, se encontraba en abrazar la magia. En su vertiente m¨¢s colorida, libre y salvaje.?
Locke & Key vino y se fue y la carrera de Joe Hill no dej¨® de ascender. Ahora hasta gestiona su propia l¨ªnea de c¨®mics dentro de DC, un intento de ofrecer una alternativa a esa V¨¦rtigo ya desahuciada. Pero la llama de esa pasi¨®n por reinventar la concepci¨®n del fant¨¢stico, al menos en sus ¨²ltimos originales, se ha extinguido. Sigue siendo un narrador de genio, pero ya no es el revolucionario que prometi¨® ser. Nos quedan, pues, las vi?etas de esta obra maestra para recordar que, en efecto, lo fue.
Joe Hill ya ha brillado mucho m¨¢s all¨¢ de la sombra de su padre. Mi esperanza es que, alg¨²n d¨ªa, vuelva a hacerlo con la misma convicci¨®n e intensidad.
?ngel Luis Sucasas es director narrativo del estudio de videojuegos Tequila Works y novelista en sellos como Planeta, Dolmen Editorial y Nevsky Books.
Babelia
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