El baile de las vanguardias empez¨® en un cabaret
El museo Belvedere de Viena se entrega al mundo de la noche en la exposici¨®n ¡®Into the Night¡¯, un viaje por los clubs que definieron el arte moderno
Los comienzos no fueron prometedores. Los dos primeros d¨ªas no se present¨® nadie. El Cabaret Fledermaus era una obra de arte extrema. Demasiado irreverente, innovador, la creaci¨®n total. Concebido por la Wiener Werkst?tte, una cooperativa de artistas fundada por el arquitecto Josef Hoffmann y el artista Koloman Moser, con textos de Peter Altenberg, luc¨ªa un dise?o transgresor que marc¨® la transici¨®n de la Secesi¨®n al expresionismo en Viena en el que se implicaron Gustav Klimt y Oskar Kokoschka. Solo el bar estaba decorado con un mosaico de 7.000 teselas de may¨®lica obra de Bertold L?ffler. En 1913, seis a?os despu¨¦s de su apertura, se cumplieron las expectativas. Se hundi¨® en la bancarrota y cerr¨® sus puertas. Algo m¨¢s de un siglo despu¨¦s, un equipo de 50 personas ha trabajado para recrear ese bar pieza por pieza y exponerlo como una obra de arte en uno de los museos m¨¢s prestigiosos del mundo, el Belvedere de Viena.
Para armarlo solo dispon¨ªan de una fotograf¨ªa de 1908 y en blanco y negro (de un local que es una org¨ªa de color). ¡°Nos encontramos con otro problema. Algunos esmaltes para los colores rojo, amarillo y naranja de la cer¨¢mica conten¨ªan plomo y uranio y eran muy brillantes. Hoy el trabajo con estos metales est¨¢ prohibido. Toda la sala es una interpretaci¨®n¡±, explica Cosima Rainer, directora del archivo de la Universidad de Artes Aplicadas de Viena, mientras se?ala dos azulejos con una figura barbada escondida: ¡°Creemos que es un retrato de Peter Altenberg¡±.
El Fledermaus es uno de los cabar¨¦s, caf¨¦s y clubes que rescata Into the Night, en el Belvedere y la Orangerie hasta el 1 de junio. La exposici¨®n muestra c¨®mo estos espacios marginales, ajenos a la academia, se convirtieron en lugares de experimentaci¨®n y tr¨¢fico de ideas. M¨¢s que artistas frecuentando bares, se trata de mostrar a artistas construyendo bares.
En L¡¯Aubette, hoy catalogado como monumento hist¨®rico en Estrasburgo, Hans Jean Arp, Sophie Taeuber-Arp y Theo van Doesburg instalaron en 1928 un cine-sala de baile. Su propuesta era traducir en tres dimensiones el lenguaje de la abstracci¨®n geom¨¦trica, colocar al individuo dentro de la pintura antes que delante de ella. El cabar¨¦ Le Chat Noir de Montmartre, con su teatro de sombras, que se recrea con siluetas chinescas que cuelgan del artesonado del Belvedere, anticip¨® el cine. De la docena de locales que se exhibe, acompa?ados por 320 obras de arte y un programa de actuaciones en vivo, el ¨²nico que permanece activo es el Cabaret Voltaire, inaugurado en Z¨²rich por la pareja compuesta por Hugo Ball y Emmy Hennings el 5 de febrero de 1916. Esa noche naci¨® el dada¨ªsmo.
La idea surgi¨® de Florence Ostende, comisaria del Barbican Art Gallery de Londres, que comenz¨® con el proyecto hace tres a?os. En el camino, viaj¨® a Ciudad de M¨¦xico para documentarse sobre el Caf¨¦ de Nadie, sede del movimiento estridentista, que para cargarse la tradici¨®n proclamaba triunfante: ¡°?Chopin a la silla el¨¦ctrica!¡±. All¨ª encontr¨® una brillante colecci¨®n de grabados de madera del c¨ªrculo de artistas treinta-treintistas expuestos en 1929 en la Carpa Amaro, ubicada en la colonia San Rafael. Uno de ellos es Cabeza de Lenin, obra de Gabriel Fern¨¢ndez Ledesma, presente junto con los dem¨¢s entre las maderas nobles del palacio barroco del Belvedere.
Tambi¨¦n trabaj¨® con el artista iran¨ª Parviz Tanavoli, con el que recupera el legado del Rasht 29, un club de Teher¨¢n con estatus de culto que funcion¨® entre 1966 y 1969. ¡°Son espacios sociales que ofrecen una historia alternativa del arte moderno¡±, dice Ostende; ¡°no quer¨ªa que la exhibici¨®n se limitara a la perspectiva euroc¨¦ntrica. Tambi¨¦n abarca la vida nocturna de Harlem en los a?os veinte y treinta ¡ªlos cabar¨¦s privados frente a los c¨¦lebres clubes de jazz como el Cotton Club donde la audiencia afroamericana ten¨ªa prohibido el acceso¡ª, y los Mbari clubs en Ibad¨¢n y Osogbo, Nigeria, en la d¨¦cada de los sesenta, cuando el pa¨ªs dej¨® de ser una colonia brit¨¢nica y se fragu¨® un vibrante grupo de artistas, escritores y m¨²sicos¡±.
Una de las salas se ocupa en exclusiva de la cultura subterr¨¢nea del Berl¨ªn de entreguerras. Un librito expuesto en una vitrina sirve como referente. Se trata de la Gu¨ªa del Berl¨ªn libertino, de Curt Moreck, que en 1931 mape¨® todos los garitos para lesbianas y noct¨ªvagos gays de la ciudad. Le acompa?an unas litograf¨ªas de Max Beckmann y Jeanne Mammen que revelan la poderosa atracci¨®n de la burgues¨ªa por los bajos fondos. Al menos, en sus ratos libres. En la Rep¨²blica de Weimar florecieron cabar¨¦s, bares nocturnos y clubes de travestis como Eldorado que encendieron la imaginaci¨®n de artistas como Otto Dix. En un rinc¨®n de la sala cuelga un retrato de su musa, la bailarina politoxic¨®mana Anita Berber, s¨ªmbolo er¨®tico de un tiempo que se borr¨® en 1933. Las camisas pardas pronto sustituyeron a los cancanes y las enaguas. Los nazis transformaron Eldorado en un cuartel general de las milicias SA.
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