El adulterio seg¨²n Graham Greene
Los personajes del escritor brit¨¢nico son buenos perdedores, pues el autor fue un cat¨®lico de izquierda que consideraba el triunfo algo grosero
?Cu¨¢ntos estilos de mujer hay en la literatura? Probablemente tantos como tipos humanos hay en la extensa vida que esa misma literatura observa, interroga y persigue. Pero una de las m¨¢s intrigantes, en todo lo que llevo le¨ªdo, se llama Sarah Miles, y es la protagonista de El fin de la aventura, de Graham Greene, una extraordinaria novela que, en mi clasificaci¨®n personal, contiene uno de los mejores primeros p¨¢rrafos de la Literatura del siglo XX. Vayan a leerlo. El argumento es cl¨¢sico y corresponde, seg¨²n la tipolog¨ªa de Tzvetan Todorov, al siguiente paradigma: ¡°Dos quieren estar juntos y muchas cosas se interponen¡±, patr¨®n narrativo que puede incluir desde La Odisea hasta Doctor Zhivago, pasando por Romeo y Julieta o La Celestina, pero tambi¨¦n a las largas telenovelas latinoamericanas, cuya extensi¨®n suele depender de la siguiente pregunta: ¡°?Cu¨¢ntos obst¨¢culos puede haber en la vida para el amor?¡±. Porque el amor, claro, es el motor de la historia. Es la historia. Seg¨²n los bi¨®grafos de Greene, El fin de la aventura ¨Ctambi¨¦n traducida en castellano como El fin del romance o El final del affaire¨C le sirvi¨® para sacarse la espina de un amor triste y doloroso, pues toda novela, en el fondo, es tambi¨¦n de autoayuda.
La acci¨®n ocurre durante los bombardeos de Londres de 1944. Los personajes masculinos son Henry Miles, el marido de Sarah, y Maurice Bendrix, su amante y vecino, un escritor con poca suerte, solitario y oscuro. La guerra, que en las historias cl¨¢sicas suele dividir a los amantes (recuerden Los novios, de Manzoni), en este caso los une. Bendrix y Sarah se citan en diferentes lugares y hacen el amor en medio de la oscuridad de los apagones, las sirenas antia¨¦reas y el crepitar de los incendios lejanos. La proximidad y el entorno de la muerte aviva el frenes¨ª, su urgencia e intensidad. El viejo T¨¢natos excitando a Eros. ¡°Nunca he querido, ni podr¨¦ jam¨¢s querer a un hombre como te quiero a ti¡±, le dice Sarah. El amor es profundo, desgarrado, lleno de temores y sospechas por parte de Bendrix, mientras que el de Henry Miles, el marido, es racional, sereno. En las novelas, incluso en las de escritores cat¨®licos como Greene, el amor apasionado es siempre el amor ad¨²ltero. ¡°Los amantes celosos son m¨¢s respetables, menos rid¨ªculos que los maridos celosos. La literatura les sirve de sost¨¦n¡±, escribe Greene. ?Qu¨¦ es entonces lo que se interpone entre Bendrix y Sarah?
En las novelas, el amor apasionado es siempre el amor ad¨²ltero. ¡°Los amantes celosos son m¨¢s respetables y menos rid¨ªculos. La literatura les sirve de sost¨¦n¡±, escribi¨®
En uno de sus encuentros clandestinos, Maurice se levanta de la cama y va hasta la puerta. Ambos escucharon un ruido. Mientras ¨¦l se aleja, semidesnudo, una bomba cae en el edificio provocando un gran estr¨¦pito. Sarah se levanta y llama a Bendrix, grita su nombre. No hay respuesta. Camina con temor por el corredor y lo ve al final, herido, en medio de los escombros. Entonces Sarah, en cuyo interior se daba un intenso debate sobre Dios, su existencia y la facultad de creer (al estilo Greene), hace su fatal promesa: ¡°Renunciar¨¦ a ¨¦l para siempre con tal de que lo hagas vivir de nuevo y le des una oportunidad¡±. En ese momento la mano de Bendrix se mueve, y se levanta de los escombros y el polvo. De este modo, el fin de la aventura es el precio que paga Sarah por revivir a su amante, y su sacrificio es no volver a verlo. Seguir am¨¢ndolo a distancia. ¡°La gente puede amar sin verse, ?no es cierto?¡±, escribe Greene, ?no se ama a Dios sin haberlo visto nunca? El obst¨¢culo, en la novela, es que para Sarah el amor humano se contrapone al amor sagrado, y prefiere sufrir para salvar al hombre que ama. En su diario le dice a Dios: ¡°D¨¦jame ocupar tu lugar en la cruz¡±.
Pero hay m¨¢s, pues El fin de la aventura no s¨®lo es una novela sobre el amor y los celos. Tambi¨¦n es una novela sobre el modo en que se escribe una novela de amor y celos: ¡°Hac¨ªa diariamente mis quinientas palabras, pero los personajes no empezaban siquiera a vivir. El escribir depende mucho de la superficialidad de los d¨ªas. Podemos estar preocupados con compras y r¨¦ditos y conversaciones casuales, pero la corriente del inconsciente contin¨²a fluyendo imperturbable, resolviendo problemas, planeando; nos sentamos ante el escritorio, est¨¦riles y desanimados, y de repente las palabras vienen a nosotros¡±. Entre p¨¢gina y p¨¢gina, el autor parece deslizar su propia confesi¨®n: ¡°Cuando uno es feliz, puede soportar cualquier disciplina; la desdicha es lo que altera los m¨¦todos de trabajo¡±, una desdicha que enmascara el odio que puede provocar la incomprensi¨®n del desamor. ?Por qu¨¦? Bendrix s¨®lo logra comprender a Sarah despu¨¦s de leer sus diarios, cuando ella ya no est¨¢. Y tal vez logra liberarse del odio de la incomprensi¨®n. ¡°Cuando empec¨¦ a escribir dije que esta era una historia de odio, pero ahora no estoy tan convencido. Acabo de levantar mis ojos del papel y he visto mi propio rostro en un espejo cercano y no he podido evitar pensar: ?tiene el odio, realmente, este semblante?¡±.
He reconocido a muchos personajes de Graham Greene en la vida real y ante ellos siento siempre la misma curiosidad: ?qu¨¦ drama profundo esconden? ?cu¨¢l es la zona turbia de sus vidas? El ¨²ltimo se llamaba Fergus Bordewich y era redactor de Selecciones del Reader's Digest. Estaba sentado en el bar del Hotel El Aurassi, en Argel, y observaba a la gente con una mirada que pod¨ªa oscilar entre la ingenuidad y el temor. Bordewich no estaba all¨ª para cubrir un evento pol¨ªtico ¡ªcomo era mi caso¡ª, sino para buscar historias, algo original que contarle a sus lectores. Al tercer whisky me explic¨® que en ciudades en las que se concentraba la atenci¨®n del mundo era f¨¢cil encontrar f¨¢bulas ejemplares, pero que ¨¦stas no se daban en los lugares de inter¨¦s habitual. Por eso, con su teor¨ªa sobre los caracteres humanos, Bordewich hab¨ªa pasado la jornada en una dentister¨ªa del barrio de Bab El Oued, pero no hab¨ªa encontrado nada mencionable. ¡°Mala cacer¨ªa¡±, me dijo antes de irse, con la punta de la corbata metida en su cuarto whisky.
As¨ª son los personajes de Greene, buenos perdedores, pues ¨¦l era un cat¨®lico de izquierda que consideraba el triunfo algo grosero. Como el sacerdote alcoh¨®lico y sacr¨ªlego de El poder y la gloria; o el arquitecto desencantado que decide confinarse en un leprocomio africano para redimir su alma en Un caso acabado; la rabia de Greene, su fastidio vital, lo llev¨® a sorprendentes s¨ªntesis: ¡°S¨®lo llora quien ha sido antes feliz¡±, afirma en Viaje sin mapas, ¡°detr¨¢s de cada l¨¢grima siempre se esconde algo envidiable¡±. Pero a pesar de su crueldad, el mundo de Graham Greene es atractivo, porque es el ¨²nico mundo posible: en ¨¦l vivimos. Greene lo retrat¨® como nadie, tal vez de tanto recibir sus golpes. ¡°Un rom¨¢ntico siempre tiene miedo de que la realidad no colme sus expectativas¡±, escribi¨® en Nuestro hombre en La Habana, y sentenci¨®, con resignaci¨®n: ¡°Los rom¨¢nticos esperan demasiado¡±.
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