Balthus y la mirada pervertida
Los museos cierran sus puertas, pero la contemplaci¨®n del arte sigue abierta. Cada d¨ªa, destacamos una obra visitable en la red y surgida del di¨¢logo entre dos creadores. Hoy: ¡®El sue?o de Th¨¦r¨¨se¡¯, la pol¨¦mica obra del pintor franc¨¦s
La mujer que trabaja es ¡°tonta¡±. Eso pensaba Balthus y por eso, cuenta la pintora Isabel Rawsthorne en sus memorias, no le present¨® como artista el d¨ªa que conoci¨® a Picasso, en los a?os treinta. En cambio, el retratista de p¨²beres asumi¨® que el malague?o querr¨ªa usar a su amiga como modelo. Ese fue el tratamiento que hizo ¨¦l mismo de las mujeres, sus musas. Entre ellas, Th¨¦r¨¨se Blanchard, protagonista de El sue?o de Th¨¦r¨¨se (1938), en el que muestra a la modelo y vecina del pintor, con unos 13 a?os, recostada y con su ropa interior visible. Puede verse en el Metropolitan Museum of Art, de Nueva York, a pesar de las 12.000 firmas que una visitante reuni¨® hace dos a?os para exhibir el lienzo con una cartela que contextualizara la obra ¨Cno que se retirase de la sala¨C, para que el museo no apoyase ¡°involuntariamente¡±, "el voyeurismo y la objetivaci¨®n de los ni?os¡±. El Met rechaz¨® inmediatamente la petici¨®n.
En su cartela, el museo asegura que Balthus, "como innumerables artistas modernos", cre¨ªa que "el tema de la infancia era una fuente espiritual en crudo, a¨²n sin moldear por las expectativas de la sociedad¡±. Subraya que otros artistas de las vanguardias vieron en la sexualidad adolescente "un potente lugar de vulnerabilidad psicol¨®gica y ausencia de inhibici¨®n¡±. ¡°Si bien puede ser inquietante hoy para nuestros ojos, El sue?o de Th¨¦r¨¨se se basa en esta historia¡±, a?ade para calmar las cr¨ªticas. Sin embargo, el propio Balthasar Klossowski, conocido como Balthus, trat¨® de no aclarar tanto su postura. Prefiri¨® la ambig¨¹edad. ¡°Nunca he querido perder el hilo, al contrario, he procurado reforzarlo. De modo que nunca he salido de la infancia, ?ser¨¢ por eso por lo que he pintado con tanta tes¨®n flores y muchachas en flor?¡±, se preguntaba en sus memorias, susurradas en sus ¨²ltimos d¨ªas de vida. Con esta resbaladiza pregunta parec¨ªa fulminar cualquier debate sobre una pintura de mirada pervertida. Para ¨¦l lo que hizo fue pureza, no perversi¨®n.
En sus memorias s¨ª reconoce que una vez pint¨® con intenci¨®n de provocar. Fue en 1934, con su primera exposici¨®n, en la galer¨ªa Pierre Par¨ªs. Incluy¨® la extravagante Lecci¨®n de guitarra. Quiso tocar techo, ser famoso y vivir de lo suyo. Y lo logr¨®. Aquella escena, en la que no falta ni el sexo ni la violencia, aparece una mujer adulta ¨Cse supone que la maestra de m¨²sica¨C que maltrata a su alumna. Como si la guitarra fuera la menor. El pintor acord¨® con su galerista, Pierre Loeb, que la obra se mostrara tapada, en una habitaci¨®n trasera, y solo ser¨ªa mostrada como un espect¨¢culo privado para unos pocos visitantes privilegiados. El ruido que caus¨® el cuadro le permiti¨® abandonar la tarea que m¨¢s detestaba: el retrato de encargo. Lo odiaba; hablaba de ellos como sus ¡°monstruos¡±. A las ni?as que le sacaron de ese lugar, en cambio, prefiri¨® llamarlas ¡°¨¢ngeles¡±.
Visita virtual: El sue?o de Th¨¦r¨¨se (1938), de Balthus, en el Metropolitan Museum (Nueva York).
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