Rembrandt y la divinidad
Los museos han cerrado sus puertas, pero la contemplaci¨®n del arte sigue abierta. Cada d¨ªa, recordamos la historia de una obra que visitamos a distancia. Hoy: 'La ronda de noche'
¡°Ah, los chinos le habr¨ªan llamado ¡°maestro¡±. El pincel cargado de tinta, la mano, la mu?eca, el antebrazo, el brazo. ?Y esa velocidad! Nadie le llega a la suela de los zapatos¡±. Palabra de David Hockney, adorador absoluto de Rembrandt Harmenszoon van Rijn, el pintor menos holand¨¦s del Siglo de Oro de la pintura neerlandesa y el artista reconocido como pichichi de aquella alineaci¨®n gal¨¢ctica compuesta por Johannes Vermeer, Frans Hals, Gerard Teo Borch, Judith Leyster, Gabriel Metsu y Pieter de Hooch. Todos estos descubrieron y deslumbraron con el gesto de lo cotidiano y la armon¨ªa entre la moral y la est¨¦tica. El protestantismo holand¨¦s y la moral calvinista de la Holanda del siglo XVII vet¨® la pintura en las iglesias y liber¨® a la sociedad y al arte del monopolio religioso: si Dios ahora se presenta en todas partes y en los gestos m¨¢s insignificantes, los pintores atienden las calles y entran en los hogares.
¡°El protestantismo es la ¨²nica religi¨®n que no arranca a sus fieles de la prosa de la vida y que permite que ¨¦sta adquiera valor con total libertad¡±, escribe Hegel. As¨ª es c¨®mo la pintura holandesa, rendida al fest¨ªn del dinero de la emergente burgues¨ªa, reniega de los cristos yacentes y las v¨ªrgenes dolorosas y se entrega al placer de la intimidad dom¨¦stica. No m¨¢s dolor y culpa: ha llegado el momento de concentrarse en los privilegios de las costumbres, en la riqueza moral de los ciudadanos ejemplares. En sus dibujos Rembrandt atiende estas escenas de la vida corriente (mujeres que ense?an a andar a un ni?o, una madre que tranquiliza a su hijo, asustado por un perro), pero nunca pint¨® un cuadro a partir de ellas. Rembrandt mira al mundo profano, a la calle, pero para colar escenas b¨ªblicas, como Tob¨ªas acusando a Ana del robo del cabrito (1636) o pasajes como Judit en el banquete de Holofernes (1634), que conserva el Museo del Prado. Se dedic¨® a mostrar el car¨¢cter sencillo y corriente de los personajes de la historia sagrada.
Represent¨® la vida cotidiana de sus contempor¨¢neos, pero jam¨¢s pint¨® aut¨¦nticos cuadros de g¨¦nero. La mejor muestra de los intereses tan particulares y tan extra?os a su entorno m¨¢s pr¨®ximo es, precisamente, su obra m¨¢s popular: La ronda de noche (1642), que preside la galer¨ªa central del Rijksmuseum, en ?msterdam. M¨¢s all¨¢ del tenebrismo de la escena, de la teatralidad de los personales y del inter¨¦s que muestra el pintor por la condici¨®n humana y emocional, la salida de los componentes de la hermandad de los arcabuceros de su acuartelamiento ¨Cpara participar en un concurso de tiro¨C, tiene poco que ver con la pasi¨®n por la literalidad de lo corriente. La falsa espontaneidad del momento camufla el disfraz de h¨¦roes con el que viste a sus pagadores, justo en un momento en el que la pintura desahucia todo gesto que no sea vulgar.
Visita virtual: La ronda de noche (1642), de Rembrandt, conservado en el Rijksmuseum (?msterdam), en la web de Google Arts and Culture.?
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