Tom Waits y el s¨®tano de los despojos
El m¨²sico, encerrado como una rata de ca?er¨ªa, se puso a componer un disco en Nueva York buscando ¡°ese ambiente ca¨®tico de diner¡±
El d¨ªa que Paul Hackett perdi¨® el ¨²ltimo metro de la noche supo que Nueva York puede ser una pesadilla. Este programador an¨®nimo de una compa?¨ªa inform¨¢tica conoci¨® de primera mano la fauna nocturna de una metr¨®poli repleta de personajes extravagantes, habitantes de mundos oscuros y fant¨¢sticos, donde nunca se sabe cu¨¢ndo acaba la diversi¨®n y empieza el peligro, quiz¨¢ porque en la ciudad que nunca duerme no hay l¨ªmites entre lo uno y lo otro, como no los hay entre la leyenda y la realidad.
Como en las mejores pesadillas, una simple tonter¨ªa desencadena todo un desfile de sucesos desquiciantes. A Paul Hackett, el angustiado protagonista de la pel¨ªcula Jo, qu¨¦ noche (traducci¨®n horrible para After Hours de Martin Scorsese), todo se le desmadra por unos peniques. Pierde el metro porque le faltaban unas pocas monedas para el billete. Justo ese d¨ªa acababa de subir el precio y el vendedor se niega a dejarle pasar. Ni colarse puede por un polic¨ªa. Todo tan absurdo que parece est¨²pido, pero al final es el comienzo de una aventura urbana inquietante y loca.
Cuando Tom Waits se instal¨® en Nueva York en 1984 cualquier jornada en la Gran Manzana le parec¨ªa propia del filme de Scorsese. ¡°Esta ciudad no tiene ninguna l¨®gica¡±, dijo al poco de asentarse en la Calle 14, cerca de Union Square. ¡°Tienes que estar un poco desquiciado para vivir aqu¨ª. Si no te doblas ante ella, acabar¨¢ parti¨¦ndote. Aqu¨ª puedes salir a la calle, quitarte los pantalones y ponerte a cantar Fly Me to th Moon y nadie se fijar¨¢ en ti¡±. Al contrario de lo que pueda parecer y contra todos los pron¨®sticos, incluidos los suyos propios, Waits, retratista de Los ?ngeles de luces de ne¨®n y duermevelas borrachas, no llev¨® bien el cambio a Nueva York, una ciudad mucho m¨¢s fren¨¦tica e inc¨®moda, sin esa expansi¨®n horizontal en la que coger el coche sin necesidad de rumbo fijo. Pero la locura ¨²nica de Manhattan result¨® ser al final un territorio propicio para un tipo que, tras la publicaci¨®n de Swordfishtrombones, hab¨ªa puesto un cargamento gigante de dinamita para volar por los aires su propia figura exquista de pianista jazz¨ªstico, bohemio y de vida marginal. En Manhattan, Waits, que acababa de ser padre y el beb¨¦ apenas le dejaba trabajar en el loft donde viv¨ªa con su mujer Kathleen Brennan, fue a por m¨¢s dinamita y acab¨® lo que hab¨ªa empezado.
Se alquil¨® un s¨®tano en la esquina entre Washington Street y Horatio Streets, un territorio conocido como Little Spain. All¨ª, solo, encerrado como una rata de ca?er¨ªa, rodeado de discos, instrumentos y una grabadora, se puso a componer Rain Dogs. ¡°El s¨®tano estaba en una especie de zona peligrosa, el bajo Manhattan entre Calle Canal y la Calle 14, a solo un bloque de distancia del r¨ªo. Todos los d¨ªas rondaba por all¨ª un gato siam¨¦s. Era un buen sitio para trabajar. Muy tranquilo, excepto por el agua de las tuber¨ªas. Era como estar en una c¨¢mara acorazada¡±, confes¨® tiempo despu¨¦s. En ese s¨®tano del bajo Manhattan, empez¨® a trabajar en un disco que, en principio, pens¨® en llamarlo Wreck Collections (Colecciones de los despojos). Ten¨ªa sentido: si bien es cierto que Waits a?oraba Los ?ngeles, hab¨ªa descubierto que Nueva York le proporcionaba una demencial energ¨ªa para llevar m¨¢s lejos su obra. Se servir¨ªa de los despojos de su alrededor. ¡°La basura de Nueva York resulta algo incre¨ªble. Quiero decir, es simplemente¡ emocionante, ?sabes? De hecho, amuebl¨¦ todo mi apartamento con cosas que encontr¨¦ en la calle¡±, asegur¨®. Har¨ªa igual para componer Rain Dogs.
Despu¨¦s de haberse acostumbrado al rollo vibrante y embarullado de Little Spain, un lugar repleto de tugurios y restaurantes mugrientos sin ninguna pretensi¨®n, dec¨ªa que quer¨ªa hacer un ¨¢lbum con ¡°ese ambiente ca¨®tico de diner¡±. Desde que empieza con Singapore, con esa marimba, ese tromb¨®n y esa voz de degollar patos, Rain Dogs es un recorrido de 19 composiciones compuesto de basura, despojos y caos, un impresionante muestrario de despose¨ªdos urbanos, todos esos perdedores que viven a la sombra de la gran ciudad y el materialismo imperante en la isla que aloja Wall Street.
En el ¨¢lbum, donde se mezclan canciones pop, rock, g¨®spel y country con polkas, valses y ritmos del viejo Nueva Orleans, Waits apenas usa piano y se nutre de todo tipo de instrumentos: marimba, acorde¨®n, contrabajo, tromb¨®n, banjo¡ ¡°Esos que no le gustan a nadie¡±, reconoci¨®. Pero especialmente se nutri¨® del talento de un equipo de m¨²sicos que ejecutaron sus ideas disparatadas sobre el sonido bastardo e incorregible que ten¨ªa Waits en la cabeza. Contaban los m¨²sicos que trabajaron con ¨¦l en la grabaci¨®n que llegaba al estudio con su grabadora en la que hab¨ªa recogido hasta altas horas de la noche sonidos callejeros y ruidos ambientales de Manhattan, Bronx, Queens y otras zonas de Nueva York. Encend¨ªa la grabadora y les indicaba con el dedo de forma muy teatral que era eso lo que buscaba. Y uno de todos los m¨²sicos lo entendi¨® mejor que nadie. Fue Marc Ribot, guitarrista fabuloso y neoyorquino de pura cepa. Su estilo inquietante y lleno de aristas le llevaban a escupir las notas con la determinaci¨®n con la que Waits se transformaba en todos los seres sobre los que cantaba.
Se podr¨ªa ir analizando canci¨®n por canci¨®n porque todas son muy distintas, pero basta con resaltar la atm¨®sfera del disco. Puro caos con armon¨ªa. Escucharlo es como verse metido en un diner de la mala muerte en el que ves c¨®mo se fr¨ªe un plato de huevos y salchichas mientras las tostadas se queman y el bullicio de los platos y la gente te rodea como en una noche de fiesta a la deriva. De repente, hay un hombre con un whiksy y un cigarro que se sienta a dos taburetes de ti y empieza a gru?ir, luego te saluda con el sombrero y se acerca hasta tu sitio de la barra. Parece que te va a insultar, pero se pone a contarte historias de la ciudad y de otros lugares m¨¢s lejanos y resulta ser un amable fabulador. Todo lo que dice y c¨®mo lo dice es fascinante. Ese hombre es Tom Waits y todo Rain Dogs respira ese aire sucio, pero po¨¦tico.
Cuando el inform¨¢tico Paul Hackett pas¨® la noche m¨¢s loca de su vida por perder el ¨²ltimo metro en Nueva York, en la que pens¨® que incluso llegar¨ªa a morir, se dio cuenta de c¨®mo de triste y gris era su existencia. Lo bueno de la locura es que, aunque nos descoloca y nos lleva a otros l¨ªmites, nos acaba ense?ando alguna verdad sobre nosotros mismos. Al final, Tom Waits no llam¨® a su disco Wreck Collections (Colecci¨®n de despojos), sino Rain Dogs. Era un homenaje al ej¨¦rcito de seres perdidos de Nueva York, refiri¨¦ndose con el t¨ªtulo a los perros callejeros que est¨¢n bajo la lluvia y se desorientan porque los olores que los gu¨ªan desaparecen con el agua. Waits encontraba m¨¢s dignidad y aprecio en la noche delirante y los perros callejeros que en todos esos tipos con traje y corbata que saben de n¨²meros y levantan rascacielos de oficinas con el fin de apoderarse del cielo.?Si bien no les promet¨ªa una br¨²jula, Rain Dogs, el gran disco de los despojos, ofrec¨ªa al menos un cobijo a los perros callejeros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.