Lo que Zoom le ha hecho al arte
La creaci¨®n en tiempos de pandemia capea los caminos m¨¢s trillados del mundo digital y reinventa esa m¨¢xima del arte conceptual de los setenta de colarse en la imprevisibilidad de la vida cotidiana
David Lamelas habla con un suspiro sostenido en el es¨®fago. No estaba muy fino cuando decidi¨® anular un viaje a Los ?ngeles a mediados de enero para luego ir a Italia a inaugurar una exposici¨®n en la galer¨ªa Lia Rumma de N¨¢poles que la web ha borrado de cualquier idea de futuro. Hoy da vueltas por su estudio en Buenos Aires y por su primera performance cuando apenas ten¨ªa 24 a?os: Time. El fil¨®sofo Pierre Restany fue quien le invit¨® a hacerla en 1970 en el festival de Les Arcs International, en un nuevo centro de esqu¨ª en los Alpes franceses. En medio del blanco de la nieve, Lamelas busc¨® a 20 personas para ¡°tomar¡± el tiempo. El primero de la fila lo controlaba durante 60 segundos, antes de pas¨¢rselo al siguiente, y as¨ª sucesivamente, hasta que la ¨²ltima persona anunciaba la hora y as¨ª finalizaba la obra. Veinticinco minutos de tiempo consciente.
No hab¨ªa ah¨ª m¨¢s material que una idea que pod¨ªa viajar f¨¢cilmente y representarse en cualquier idioma y espacio. Eso pens¨® hace unos d¨ªas cuando decidi¨® repetirla en pleno confinamiento. Se trataba de convertir Time en una zoom-performance: Lamelas conectado por videoconferencia a trav¨¦s de la aplicaci¨®n Zoom con 20 personas de los cinco continentes para revivir, de manera virtual, aquella idea original de compartir espacio-tiempo, incluyendo ahora distintas franjas horarias.
Colgada en YouTube, Time seguramente sea el mejor ejemplo de la extra?a transferencia del tiempo que habitamos hoy. Emociona pensar c¨®mo, 50 a?os despu¨¦s, esta performance puede leerse apenas sin distancia, como si no nos hubi¨¦semos movido del mismo sitio. Nos recuerda que es algo vivo, una red provisional hecha de esperas. En esa cadena est¨¢n tambi¨¦n museos, galer¨ªas, fundaciones, ferias y los proyectos de un sinf¨ªn de artistas buscando reinventarse contra reloj desde la vida en directo. La presentaci¨®n por Facebook Live, la exposici¨®n por Art Channel, los cursos por Vimeo, las comparecencias por Zoom, las reuniones por Hangouts, el saludo por FaceTime, los cat¨¢logos en PDF, las entrevistas en formato podcast, las stories como los nuevos porfolios, Art21 como la gran biblioteca todav¨ªa abierta¡ La vida virtual como la quintaesencia del presente del arte. Aunque es dudoso que lo de ¡°hacerse un live¡± sea la verdadera puerta de emergencia. Las pantallas parecen salvarnos hoy, aunque las maravillas de Internet no tardar¨¢n en producirnos hartazgo.
Instagram echa humo a riesgo de quemarse. Es la red social preferida del arte. Sus directos son los nuevos grupos de WhatsApp de los que se desea salir nada m¨¢s llegar. Ejemplos: cada d¨ªa, a las diez de la ma?ana, el galerista alem¨¢n Johann K?nig se cita con alguien en formato livestream, igual que la Galer¨ªa Superficie pero desde S?o Paulo. Tiene su aquel, aunque la sensaci¨®n es de intrusismo. Ocurre solo pocos minutos despu¨¦s de que el Museo del Prado retransmita su v¨ªdeo diario sobre obras de la colecci¨®n. Unos minutos de lujo, como la sal que le pone la comisaria Chus Mart¨ªnez a las cr¨®nicas de la cuarentena con su serie Corona Tales. Las galer¨ªas promocionan a sus artistas ante el bloqueo del mercado: desayuno virtual desde el estudio, textos antol¨®gicos y programas de videoarte que llegan por correo electr¨®nico. A favor del #artedesdecasa, pero no de la sobrecarga ling¨¹¨ªstica en la red.
Y luego est¨¢ el Covid Art Museum, el primer museo de arte nacido en Instagram durante la cuarentena: Dal¨ª con los bigotes por fuera de una mascarilla, Miguel ?ngel desinfectado por la UME y la Mona Lisa abrazando papel higi¨¦nico. No se puede decir m¨¢s que WTF. Otra cosa es la documentaci¨®n sobre la pandemia que recolectan ya los historiadores de la New York Historical Society para explicar este rar¨ªsimo 2020 a futuras generaciones.
La era posmedia que se anunciaba en el arte hace unos a?os en realidad era esto. Ni pos-Internet ni posverdad ni posfuturo. M¨¢s bien art.matrix. No creer lo que est¨¢ pasando. Miles de ordenadores entrecruzando ideas buscando un feedback fantasmag¨®rico. Solo un blanco inquietante y el big data como respuesta. El car¨¢cter construido de cualquier versi¨®n de lo real.
En este punto ciego de la historia en el que estamos urge que el arte vuelva a su historia vital. Que se deje de filtros y vuelva a tocarnos. Lo saben bien los artistas que a menudo se desquitan del arte. Los que se miran en la rutina cotidiana, inventores conscientes de una vida que a su vez los inventa a ellos. Artistas v¨¢stagos de la alta cultura que han abandonado el nido. David Lamelas es un magn¨ªfico ejemplo. Un trozo de la vida tal cual es. Tambi¨¦n Miranda July y sus e-mails en We Think Alone (2013) o Jiri Kovanda y los besos pese al cristal en Kissing Through Glass (2007-2020). ?Habr¨¢ mejor imagen para explicar lo paradigm¨¢tico de estos tiempos? Ah¨ª est¨¢ Steve Paxton caminando de un lado al otro del escenario junto a un grupo de personas, uno detr¨¢s de otro (1970). Helm Alm grab¨¢ndose en v¨ªdeo intentando relajarse (1972). El metro y medio de distancia de Allan Kaprow en Comfort Zones (1975). Ignasi Aball¨ª recortando muertos de los peri¨®dicos para sus Listados (1998-2007). Isabel Banal y su colecci¨®n de figuras cargadas volviendo de la compra (2003-2020). El Amor con obst¨¢culos de Dora Garc¨ªa (2020). John Cage fiscalizando en 1953 el silencio y apelando a otra disciplina musical: la de esperar, escuchar y aceptar.
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