Cuarentena con Johnny Hodges, por Fernando Trueba
El director de cine y productor musical no conoce un sonido m¨¢s hermoso que el del saxo alto del m¨²sico estadounidense
No conozco un sonido m¨¢s hermoso que el del saxo alto de Johnny Hodges. Podr¨ªa estar escuch¨¢ndolo toda mi vida sin cansarme. Nadie ha tocado baladas de forma m¨¢s bella, y su swing y su sentido del blues son inigualables. Parece ser que, cuando tocaba esas conmovedoras melod¨ªas, su rostro era absolutamente inexpresivo, imperturbable. Era el Buster Keaton del jazz. Hasta sus sombreros se parec¨ªan.
Sus apodos eran Jeep y Rabbit. Los grandes le admiraban. Comenzando por Sidney Bechet, que le descubri¨®, pasando por Duke Ellington, Ben Webster y Billy Strayhorn, que fueron sus compa?eros de viaje inseparables hasta John Coltrane.
Entro en la orquesta de Ellington en 1928 y en ella estuvo, siendo la estrella entre las muchas que en ella hab¨ªa, 23 a?os, hasta el 51, en que aconsejado por quienes le deseaban mayor protagonismo, empez¨® una carrera en solitario con sus propios grupos que s¨®lo duro cuatro a?os, lo que Hodges tard¨® en hartarse de ser el ¡°jefe¡±, y en el 55 volvi¨® con Ellington, que le recibi¨® con los brazos abiertos. Hodges siguiendo tocando en su orquesta otros 15 a?os, hasta una semana antes de morir en el 70.
Su patr¨®n dijo de ¨¦l que ¡°No era precisamente el m¨¢s entretenido de los showmans ni la m¨¢s imponente personalidad de la escena, pero su tono era tan bello que te hac¨ªa llorar¡±.
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