Editores y escritores de rodillas
La correcci¨®n pol¨ªtica condiciona el cat¨¢logo de muchos sellos, que tratan de encauzar la ficci¨®n con criterios morales ajenos a la literatura
Hace dos d¨ªas, un escritor prestigioso, oculto al final de un pasillo en su escritorio de una calle popular en Par¨ªs (popular, ese eufemismo) cont¨® algo para lo que pidi¨® total discreci¨®n sobre su identidad, su editorial y su libro, antes de la salida. As¨ª que esta nota ser¨¢ sobre autores, editoriales y editores camuflados, enmascarados, qu¨¦ problema habr¨¢, a tono con la ¨¦poca. Ese escritor, escritor X, cont¨® que hizo diez versiones del libro que saldr¨¢ pronto, y que en cada versi¨®n lo que tuvo que hacer es atenuar, bajarle el tono a la discusi¨®n sobre ese asunto ideol¨®gico de turno, racismo, antisemitismo, inmigrantes, da igual, todos los temas est¨¢n sometidos al mismo esquema. Despu¨¦s, el editor, un hombre muy culto, y refinado (y de izquierda),? increp¨® varias de las frases, conceptos y t¨ªtulos que hab¨ªan quedado a pesar de esas diez versiones anteriores. Esto, ?hace falta?, aquello otro, ?te parece, no despertar¨¢? rencores, odios, no avivar¨¢ tensiones? Como un cirujano incansable, s¨¢dico sobre el cuerpo de un paciente ya sin fuerzas, obstinado en extirpar un ¨®rgano, el editor corrige, ?pero qu¨¦ corrige? Corrige con la mente de un Alto Mando pensando en sus adversarios y tambi¨¦n en sus superiores o en el Partido, corrige para negociar. ?Si la historia terminara ah¨ª, se podr¨ªa hacer la biograf¨ªa de todo lo que el libro publicado podr¨ªa haber sido yendo hacia atr¨¢s, desmontando el camino de las correcciones y versiones. O en b¨²squeda del libro perdido. Pero no termina ah¨ª, falta la lectura del abogado. Por contrato los abogados leen la versi¨®n final del manuscrito y auscultan qu¨¦ palabra, qu¨¦ giro, qu¨¦ met¨¢fora, qu¨¦ uso indebido es susceptible de querella judicial, y en ese caso, la detectan, como perros de elite en las estaciones de tren en el verano europeo. Acto seguido el autor debe corregir lo se?alado, caso contrario, el editor no imprime el libro, y el libro no sale. As¨ª de simple.
?Cu¨¢les son las concesiones que debe hacer un escritor profesional en esta ¨¦poca? ?Qu¨¦ demagogias, qu¨¦ agenda, qu¨¦ ideolog¨ªa debe sostener, disimular o adherir? ?Ser¨¢n todav¨ªa m¨¢s duras en el mundo d?apr¨¨s?
Las novelas de alguna autora no entran en determinados cat¨¢logos porque su personaje femenino goza con su torturador o tiene inclinaciones fascistoides o, francamente, es un personaje no ecologista
En 1959, Carlos Correas publica en la revista del Centro de estudiantes de la facultad de filosof¨ªa y letras de Buenos Aires el inolvidable cuento: 'La narraci¨®n de la Historia'. Correas ten¨ªa 28 a?os. El cuento es un cuento de amor, pero fue le¨ªdo entonces s¨®lo por su ¡°contenido homosexual¡±; algo que tambi¨¦n es justo, de hecho fue ¡°el primer¡± cuento que presentaba en Argentina un encuentro er¨®tico entre dos hombres. Un fiscal someti¨® a Correas a un proceso judicial del cual fue condenado a seis meses de prisi¨®n en suspenso. Y tambi¨¦n hubo condenas para el editor de la revista. Eso a Correas le cost¨® m¨¢s de veinte a?os de silencio, un silencio autoimpuesto, hecho de culpa, desconcierto y miedo. Volvi¨® a publicar reci¨¦n en 1984. Pero no hubo ninguna concesi¨®n, ning¨²n ¡°arrepentimiento¡±, y el cuento qued¨® as¨ª para siempre, hasta que lo rescatara, primero Ricardo Piglia para una antolog¨ªa, y despu¨¦s, ya con la muerte de Correas, fuera una pieza fundamental de ese autor maldito y extraordinario, que reun¨ªa dosis parejas de Sartre y Genet. Entonces, ?tal vez los escritores ¨Cy los editores¨C deban escribir y editar lo que deban y despu¨¦s atenerse a las consecuencias con valent¨ªa? Eso hizo Correas, pero tambi¨¦n eso hizo, lo sabemos, Nabokov, Flaubert o Baudelaire.
Pero volviendo al presente. En otro lugar de Francia, con una autora latinoamericana que llamaremos para no ser querellados, autora X2, se escucha la misma historia: sus novelas no entran en determinados cat¨¢logos porque su personaje femenino goza con su torturador o tiene inclinaciones fascistoides o, francamente, es un personaje no ecologista. Cat¨¢logos enteros, editoriales como paquetes ideol¨®gicos donde de lo que se trata en verdad, es de que el libro, el dise?o del libro, la escritura, el autor (y el lector) se sometan a un corset, a un corral pol¨ªtico. No importa si ese personaje hist¨®rico es Evita, Mata Hari o Dolores Ib¨¢rruri, tienen que entrar en la l¨®gica del mercado, perd¨®n, tiene que obedecer al cat¨¢logo, a su dise?o pol¨ªtico. As¨ª que, si alguna de esas mujeres fue una esp¨ªa, estuvo casada con un fascista o apoy¨® cr¨ªmenes comunistas, habr¨¢ que ver si pueden entrar, si pasar¨¢n, parafraseando a Ib¨¢rruri.
La masiva y elegante plataforma Mubi nos avisa cu¨¢les escenas en las pel¨ªculas de James Bond hoy estar¨ªan prohibidas. Es curiosa la lectura, porque en realidad lo que habr¨ªa que destacar es ¡°c¨®mo han cambiado los tiempos¡± o incluso, c¨®mo han mejorado para algunas injusticias o inequidades. No que la mejora sea el avance de tal o cual represi¨®n o prohibici¨®n. Pero quiz¨¢ se trate de un tiempo donde la cultura, como en el Medioevo, vuelve a apostar por la represi¨®n y la propaganda. La Historia no conoce progresos y sabemos que lo que ayer fue tragedia ma?ana ser¨¢ farsa. Que lo que hoy es esc¨¢ndalo ma?ana ser¨¢ mainstream, y lo que fue vanguardia ser¨¢ demod¨¦ o el centro mismo del canon. Hoy las buenas conciencias leer¨¢n entonces textos reprimidos, infames y candorosos. Textos que digan lo que ya se dice, lo que se quiere escuchar, sin disidencias ni contradicciones, textos celebratorios del discurso de ¨¦poca. Y si bien desde siempre los autores han enfrentado procesos por sus escritos, este ser¨¢ quiz¨¢s el siglo donde no har¨¢ falta alguna, pueden descansar los jueces. La autocensura ha ganado terreno, el s¨ªndrome SMA: s¨ªndrome del miedo adquirido. Lo dijo en confianza un agente literario, el a?o que viene post crisis del Covid, las editoriales, ?todas?, las independientes, las m¨¢s combativas, las m¨¢s osadas, las m¨¢s pro-diversidad cultural, pro defensa de las culturas minoritarias, todas solo querr¨¢n best-sellers, lecturas sobre la arena. Best-sellers o nada. Aunque esos best-sellers est¨¦n disfrazados, como lo anuncian varios editores y editoras, de libros revolucionarios y transgresores. Varios autores ya venden sus libros como historias con pandemia, ecolog¨ªa y feminismo incluido. Porque como siempre el as de espadas sirve al as de oro, y todas las consignas morales progresistas, oh casualidad, tributan al ideario de las diferentes industrias reconvirti¨¦ndose.
Ariana Harwicz y Edgardo Scott son escritores argentinos.
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