Cu¨¢ndo tomar¨¢ Enrique Ponce la inteligente decisi¨®n de dejar paso en el toreo
He aqu¨ª una interpelaci¨®n supuestamente her¨¦tica y osada al maestro de Chivas
No son pocos los aficionados que en alg¨²n momento de esta at¨ªpica temporada se han hecho la siguiente pregunta:
- ?Cu¨¢ndo tomar¨¢ Enrique Ponce la inteligente decisi¨®n de dejar paso en el toreo?
Pero esta no es m¨¢s que el eufemismo de otra m¨¢s directa:
- ?Cu¨¢ndo adoptar¨¢ la inteligente decisi¨®n de anunciar su retirada de los ruedos?
Ponce es una figura hist¨®rica cuyo tiempo ha pasado
Tambi¨¦n es cierto que m¨¢s de uno se llevar¨¢ las manos a la cabeza ante una interpelaci¨®n supuestamente her¨¦tica, disparatada e insultante.
Pudiera resultar una incomprensible osad¨ªa, lanzar, as¨ª, de sopet¨®n, una cuesti¨®n tan espinosa a un figur¨®n del toreo, reconocido catedr¨¢tico en tauromaquia, un torero que ha alcanzado todos los r¨¦cords y goza del m¨¢ximo prestigio logrado con su esfuerzo tarde tras tarde.
Errar¨¢ quien piense que este es el ataque irreverente de un antiponcista declarado. No es as¨ª. Las p¨¢ginas de este peri¨®dico son fieles testigos del justo reconocimiento a los numerosos m¨¦ritos que adornan a Enrique Ponce como torero y persona.
Pero llegado es el momento de que alguien diga lo que muchos piensan y callan por educaci¨®n o recato: Enrique Ponce debe dar un paso al frente y marcharse a su casa.
Dicho as¨ª suena muy fuerte; sobre todo, porque se trata de un torero muy querido, con una legi¨®n de partidarios, y goza de tan buena prensa que son muchos los periodistas, incluso los no lisonjeros, que hace tiempo que no encuentran ditirambos para referirse al maestro de Chivas. Es, adem¨¢s, un personaje popular que se ha fraguado una imagen, sin duda, real, de hombre bueno, simp¨¢tico, elegante, discreto, respetuoso, sencillo, cat¨®lico¡, amante del f¨²tbol, el golf, la caza y aprendiz de cantante en sus ratos libres.
Enrique Ponce es, por encima de todo, una figura hist¨®rica del toreo que ha protagonizado gestas inolvidables en las ferias m¨¢s importantes del mundo.
Pero su ¨¦poca ya ha terminado; finaliz¨® hace varias temporadas, a pesar de ese extra?o y misterioso af¨¢n por torear hasta en los pueblos m¨¢s lejanos de Am¨¦rica sin motivo aparente.
Tanto es as¨ª que a todos los aficionados llegaron rumores diversos sobre los motivos que llevaban a Ponce a vestirse de luces hasta en las plazas de tercera m¨¢s ignotas; y no eran entonces habladur¨ªas amorosas, sino otras relacionadas con supuestas inversiones fallidas, seg¨²n unos, y una demostraci¨®n m¨¢s de la desmedida afici¨®n del torero, en opini¨®n de los m¨¢s allegados.
Ser¨ªa mal¨¦volo afirmar que el toreo so?ado de Enrique Ponce ha permitido roncar a m¨¢s de uno
Y lo de este a?o llama profundamente la atenci¨®n: l¨ªder del escalaf¨®n con 16 corridas, ha estado presente en todas las sopas, y ¨¦l mismo ha declarado en distintas ocasiones que lo hac¨ªa ¡°para tirar del carro¡±. ?Qu¨¦ carro? ?No hab¨ªa m¨¢s toreros dispuestos a torear?
Esta temporada Ponce ha confirmado lo que ya se le atisbaba hace alg¨²n tiempo: que los a?os no pasan en balde, que el tarro de las esencias est¨¢ vac¨ªo, que ya est¨¢ dicho todo, que el discurso se ha acabado, que habla delante del toro y no dice nada de inter¨¦s.
Dicho en castellano: ha demostrado que es un torero amortizado, que ya no aporta como antes, que torea m¨¢s despegado y ventajista que nunca, y que el toro con el que de verdad luce hoy es el moribundo, el que le permite administrarle la extremaunci¨®n en medio de la algarab¨ªa de un p¨²blico festivo y jaranero.
?Acaso no tiene Ponce libertad para torear hasta que lo desee? Claro que s¨ª, faltar¨ªa m¨¢s, pero si es inteligente, que debe serlo en grado sumo, sabr¨¢ mejor que nadie que su tiempo es pasado, y que no debe frenar las oportunidades de otros. Tirar del carro es promocionar nuevos valores, facilitar el camino a los toreros que valen y no encuentran cita en los despachos, poner su prestigio al servicio de la renovaci¨®n de la tauromaquia, y aprovechar su tir¨®n medi¨¢tico para defender la fiesta con argumentos consistentes.
Al final, nadie sabe de verdad por qu¨¦ ese empe?o personal de Ponce de seguir en los ruedos contra viento y marea. Y, quiz¨¢, la raz¨®n sea lo de menos; lo m¨¢s importante es que su empecinamiento no le est¨¢ aportando nuevos m¨¦ritos a una carrera intachable.
Es verdad, adem¨¢s, que su tauromaquia se ha devaluado; de la ¨¦pica ha pasado a la b¨²squeda de la est¨¦tica, y de esta a una suerte de baile gazmo?o que dice muy poco de la imagen de una aut¨¦ntica figura del toreo.
Hace a?os que dice so?ar el toreo, y nadie m¨¢s que el torero conoce el misterio de sus palabras. Ojal¨¢ no se haga realidad en ¨¦l la famosa frase de Jardiel Poncela: ¡°En la vida, pocos sue?os se cumplen; la mayor¨ªa se roncan¡±. Ser¨ªa injusto y mal¨¦volo afirmar que el toreo so?ado de Enrique Ponce ha permitido roncar a m¨¢s de uno.
Llegar a la cima no debe ser f¨¢cil; permanecer en ella, una gesta casi imposible, y saber bajar antes de que los vientos te empujen al vac¨ªo, una muestra de suprema inteligencia.
Dicen que ahora quiere publicar un disco con la colaboraci¨®n de Julio Iglesias, y parece que se siente a gusto como protagonista de las noticias de la cr¨®nica social. Cuidado, porque de lo sublime a lo rid¨ªculo no hay m¨¢s que un paso.
Pero all¨¢ cada cual con sus decisiones.
Dicho queda: desde la profunda admiraci¨®n y el respeto, aunque muchos no lo crean as¨ª, lo mejor que Ponce puede hacer es dejar paso a las nuevas generaciones, saludar al respetable, marcharse a su casa, disfrutar de lo alcanzado y aceptar todos los homenajes que con su esfuerzo se ha ganado en la plaza.
Ese es el sino de una gran figura; todo lo dem¨¢s es un craso error; es luchar y perder la batalla contra el tiempo y sus circunstancias; contra molinos de viento que, al final, te expulsar¨¢n a trompicones de la cima.
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