La adolescencia entre panes

Cada adolescencia tiene su particular magdalena de Proust, la de los m¨²ltiples personajes que componen esta atractiva ¨®pera prima son los bocadillos de un local llamado Monty¡¯s. Situado en un suburbio de Los ?ngeles, en Monty¡¯s la comida es el pre¨¢mbulo al baile y a los primeros escarceos amorosos. El t¨ªtulo se refiere de forma literal al jam¨®n servido entre pan de centeno, pero tambi¨¦n remite a una de las novelas m¨¢s autobiogr¨¢ficas de Charles Bukowski (La senda del perdedor), en la que la loncha de embutido entre dos rebanadas de pan funciona como met¨¢fora de ese sentimiento de despiste y no pertenec¨ªa que todo adolescente experimenta ante un destino que parece condenado a estar en tierra de nadie.

El debut de Tyler Taormina apenas ocurre en un instante. Unos ni?os juegan en un parque mientras unos hombres intentan encender el mechero que prender¨¢ la mecha de lo que parece un fuego artificial o un petardo. La c¨¢mara se detiene en detalles subjetivos, un mosaico de rostros, objetos y lugares que poco a poco van conformando el tono de la pel¨ªcula. Una mezcla en la que predomina una mirada documental, casi antropol¨®gica, con otra m¨¢s conceptual que se detiene en detalles (farolas, edificios, verjas) que logran transmitir este estado de envidiable confusi¨®n de sus personajes. Pero la principal audacia expresiva de Taormina est¨¢ en su extenso reparto, un desfile de rostros y gestos perplejos que en algunos momentos remite a Las v¨ªrgenes suicidas de Sofia Coppola, pero que acaba tendiendo entidad propia. La pel¨ªcula est¨¢ contada a trav¨¦s del coro de personajes que acuden en tropel a esa cita de gala en el Monty¡¯s, un ritual de iniciaci¨®n a la vida adulta que esta pel¨ªcula condensa en un delicado rosario de adolescentes en busca de esa vida que, al menos por un instante, cabe dentro de un bocadillo.