Antonio Scurati: ¡°El da?o a la democracia est¨¢ en la derecha populista, aunque no sea violenta¡±
El escritor italiano publica el segundo de los cuatro vol¨²menes de su monumental biograf¨ªa novelada de Mussolini, una de las m¨¢s ambiciosas empresas literarias de nuestro tiempo
El mundo cambia demasiadas veces en una d¨¦cada como para andarse con c¨¢lculos pol¨ªticos y editoriales. Cuando su proyecto termine, Antonio Scurati (N¨¢poles, 51 a?os) habr¨¢ dedicado m¨¢s de 10 a?os a construir un monumental retrato del fascismo italiano y del hombre en el que cristalizaron el miedo, la ambici¨®n imperial y los sue?os propagand¨ªsticos de una naci¨®n algo acomplejada y todav¨ªa en pa?ales que esperaba ¡ªy puede que siga haci¨¦ndolo¡ª el advenimiento de un l¨ªder total. Y aun as¨ª, todo se parece demasiado al ruido que empez¨® a llegar a trav¨¦s de la ventana de su estudio milan¨¦s mientras constru¨ªa una extraordinaria criatura en evoluci¨®n de la que publica ahora su segundo volumen en Espa?a y que se encuentra solo en el ecuador de su recorrido. Un retrato sobre las heridas de la Europa del siglo XX que tendr¨¢ tambi¨¦n una serie y, acaba de decidirlo, llegar¨¢ hasta un cuarto volumen para conformar uno de los m¨¢s ambiciosos ciclos literarios de nuestro tiempo.
M. El hombre de la providencia (Alfaguara, 2021) combina el m¨¦todo hist¨®rico y el literario para diseccionar la consolidaci¨®n del r¨¦gimen fascista en Italia. Y comienza justo donde termin¨® M. El hijo del siglo (que en Italia obtuvo el prestigioso premio Strega): con el asesinato del pol¨ªtico y periodista antifascista Giacomo Matteotti. Esa fue la chispa que transform¨® las v¨ªsceras del fascismo y del propio dictador, reconstruida a trav¨¦s de di¨¢logos, pensamientos y fuentes primarias obtenidas del Archivo de Estado. ¡°Cuando empec¨¦ a estudiarlo me desconcert¨® que, en febrero de 1925, Mussolini estuviera unas tres semanas fuera de la escena pol¨ªtica a causa de una ¨²lcera duodenal que casi lo mata. Me di cuenta de que los estudios m¨¢s importantes, como el de Renzo de Felice, liquidaban ese pasaje en dos o tres l¨ªneas. ?Pero es una enfermedad de naturaleza psicosom¨¢tica! Profundic¨¦ y me pareci¨® completamente evidente que aquel dolor que le acompa?¨® toda la vida estaba estrechamente ligado al fantasma insepulto de Matteotti. No es demostrable cient¨ªficamente, pero esa es la verdad del novelista y hay que contarla¡±, explica al otro lado de la pantalla de la videollamada.
Un Estado corrupto
El Mussolini de la consolidaci¨®n del fascismo de Scurati, que alcanza hasta octubre de 1932, cuando el r¨¦gimen se autocelebra y repasa su trayectoria 10 a?os despu¨¦s de la Marcha sobre Roma con una gran muestra, es una paradoja. El r¨¦gimen gozaba de su mayor apoyo y arraigo en Italia, pero el dictador siente en su propio cuerpo el vac¨ªo de un experimento que, antes que nadie, percibe que no funciona. La utop¨ªa es solo un Estado corrupto. Las promesas de transformaci¨®n de Italia, como tantas construcciones del populismo actual, son solo hojalata hueca. ¡°Mussolini sabe ya, incluso cuando arenga a la masa a pecho descubierto, que no podr¨¢ mantener muchas de sus promesas. Sabe que no ha logrado cambiar a los italianos y que el partido fascista est¨¢ vac¨ªo. Es consciente de que no crear¨¢ una nueva clase dirigente y que sus jerarcas no valen nada: eran matones y ahora son solo ladrones corruptos. As¨ª entra en un estado esquizoide: se exalta, pero tambi¨¦n se sume en la melancol¨ªa. Tiende a hablar de las futuras generaciones porque sabe que ¨¦l no lograr¨¢ la Italia fascista que so?¨®¡±.
Una de las escenas m¨¢s representativas del libro muestra a Mussolini frente al busto de bronce que le ha hecho el escultor Adolfo Wildt. El dictador tiene ya 55 a?os, dolores y un humor de perros. La espera del veredicto es muy tensa. Pero el Duce termina apreciando su propio retrato: el de ¡°un hombre dentro de la historia¡±. ¡°Magn¨ªfico, es as¨ª como me siento¡±, proclama ante el alivio del artista. El momento subraya c¨®mo el cuerpo constituye el eje central de la pol¨ªtica del dictador y tambi¨¦n de la visi¨®n de Scurati sobre el periodo. ¡°Se convirti¨® en el punto de partida. De un lado porque yo sab¨ªa que Mussolini fue el primer pol¨ªtico del siglo XX en poner el cuerpo en el centro de la escena. Entendi¨® que la pol¨ªtica en la era de las masas, la comunicaci¨®n entre un l¨ªder y su pueblo, no es intelectual. Se construye a trav¨¦s de una vibraci¨®n f¨ªsica. Y el cuerpo del l¨ªder se convertir¨ªa en un fetiche: para adorarlo o masacrarlo, como le pas¨® a ¨¦l¡±. Pero por la ventana del escritor, de nuevo, empez¨® a llegar un ruido familiar. ¡°Sucedi¨® que un presidente de EE UU se convirti¨® inconscientemente en heredero de esa tradici¨®n iniciada por Mussolini. Porque Donald Trump tambi¨¦n transform¨® su propio cuerpo en una amenaza a la democracia en plena pandemia. Lo curioso es que esta es una novela sobre la historia de la historia. Pero que, a la vez, vive en su propio tiempo hist¨®rico¡±.
Pier Paolo Pasolini acu?¨® el concepto de la poshistoria en su c¨¦lebre poema Yo soy una fuerza del pasado. Una idea que ilumin¨® siempre la obra de Scurati y que le hizo plantearse hace poco algunos l¨ªmites. La pandemia funciona ya como grieta espaciotemporal entre lo que sucedi¨® y se escribi¨® antes, y lo que vino despu¨¦s. ¡°Pens¨¦ que ten¨ªa que especificarlo en unos ensayos que hab¨ªan sido escritos antes de la pandemia. Si no, es casi una falta de respeto al lector¡±. Esa sensaci¨®n es parecida a la que manifiesta toda una generaci¨®n de escritores, explica, que ha retratado las heridas del siglo XX sin haberlas sufrido.
Mussolini sabe ya, incluso cuando arenga a la masa a pecho descubierto, que no podr¨¢ mantener muchas de sus promesas
Scurati se refiere a obras como Las ben¨¦volas, de Jonathan Littell. Pero tambi¨¦n a la mayor¨ªa de premios Goncourt de los ¨²ltimos 10 a?os, donde escritores de su generaci¨®n, sin v¨ªnculos con aquellos periodos, cuentan la Primera o la Segunda Guerra Mundial, as¨ª como las contiendas poscoloniales. Por eso, en parte, los dos vol¨²menes de M. pueden ahora contar el fascismo sin ser reh¨¦n de una implicaci¨®n personal. ¡°Esta generaci¨®n de escritores, que ha producido buena parte de la literatura europea m¨¢s significativa de estos a?os, puede leer libre y arbitrariamente la tragedia pol¨ªtica del siglo XX. B¨¢sicamente, porque puede adue?arse de ella a trav¨¦s de la narraci¨®n literaria, porque no le pertenecen a la manera de un destino. Y eso permite reconocerla como propia. Pero si juzgar es responder al mundo, a sus torturas, violencias o injusticias con la facultad de discernimiento, entonces s¨ª hay un juicio, claro¡±.
Un proceso de este tipo comienza por sentar en el banquillo las responsabilidades colectivas. Y quiz¨¢ desde el propio t¨ªtulo, un ep¨ªteto (el hombre de la providencia) que acu?¨® alegremente P¨ªo XI para referirse a Mussolini, se apunta hacia algunos sectores que, en su momento, salieron poco manchados. ¡°El clero, la curia, as¨ª como la monarqu¨ªa, tuvieron una grand¨ªsima responsabilidad en el ascenso al poder del r¨¦gimen. El punto cenital de su carrera pol¨ªtica es 1929. Ese a?o Mussolini, todav¨ªa joven y fuerte, en pleno ascenso, gana un enorme plebiscito popular en unas elecciones fuertemente antidemocr¨¢ticas: con una lista ¨²nica. Solo pod¨ªas decir s¨ª o no, una farsa. Pero un n¨²mero enorme de italianos, que no estaba obligado a hacerlo, fue ah¨ª y le dio su apoyo. Esas elecciones, que son la negaci¨®n de cualquier democracia y que ser¨¢n las ¨²ltimas, llegan poco tiempo despu¨¦s de los Pactos Lateranenses: el acuerdo entre Estado e Iglesia que sana una herida abierta con el Resurgimiento: porque los cat¨®licos italianos lo sufr¨ªan. El Papa, en suma, contribuye mucho al apogeo de Mussolini¡±.
El regreso estos d¨ªas de los t¨¦rminos fascista o comunista para polarizar la pol¨ªtica, como ha sucedido en Espa?a, no es nuevo. Pero la violencia, el paso inequ¨ªvoco para llegar al matonismo de entonces ¡ª¡±no al t¨¦rmino, del que se ha abusado contraproducentemente en los ¨²ltimos a?os¡±, se?ala Scurati¡ª, no debe distraer el an¨¢lisis de la grave situaci¨®n actual. ¡°La pregunta sobre la violencia presupone la convicci¨®n de que ese momento llegar¨¢. Pero tambi¨¦n de que si no llegase, no pasar¨ªa nada grave. Sin embargo, no es un pasaje necesario. El autoritarismo de esta nueva derecha populista es tambi¨¦n una grave amenaza para la vida democr¨¢tica. No hace falta esperar a que el escuadrista o el falangista venga a golpear con el martillo tu puerta. La democracia, escr¨ªbalo, por favor, el da?o a la democracia, est¨¢ ya en los actos, en los movimientos y partidos autoritarios populistas de derechas. Aunque no se precipiten hacia la violencia fascista¡±, se?alaba el d¨ªa en que se celebraban las elecciones en la Comunidad de Madrid.
"?Comunismo o libertad? Un eslogan reaccionario"
El d¨ªa de la entrevista con Antonio Scurati, Madrid decid¨ªa qui¨¦n tomar¨ªa el mando de su Gobierno en los pr¨®ximos a?os. La ganadora decidi¨® plantearlo en t¨¦rminos m¨¢s primitivos, desde el punto de vista pol¨ªtico: ¡°Comunismo o libertad¡±. El escritor, muy familiarizado con este tipo de etiquetas que han perdido su significado de tanto banalizarlas, se muestra algo desconcertado. "No juzgo la situaci¨®n pol¨ªtica de Madrid, que no conozco lo suficiente. Pero este eslogan es un claro s¨ªntoma de regresi¨®n de la comunicaci¨®n pol¨ªtica. Adem¨¢s de reaccionario, claro¡±.
Scurati advierte de los peligros de usar y abusar de t¨¦rminos como comunismo o fascismo. ¡°La inteligencia pol¨ªtica no est¨¢ evolucionando, sino que vuelve al siglo XX. Para ser defensores de los valores democr¨¢ticos no hace falta militar bajo banderas de colores. En cambio, reproducir esta contraposici¨®n antihist¨®rica es una forma de infantilismo de la mente colectiva. Reaccionaria y oscurantista. Es algo que no trae nada bueno. Y lo digo en general¡±.
No hay nada nuevo, en realidad. Berlusconi, de hecho, fue el primero en hacerlo, recuerda Scurati. ¡°Usaba de la manera m¨¢s desacomplejada la acusaci¨®n de comunista contra sus adversarios. Hizo campa?a tras campa?a usando esa idea del comunismo cuando ya ni exist¨ªa en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Eso es la caradura de un gran publicitario, y el prejuicio radicado en todo su electorado ante un cierto perfil antropol¨®gico. Cuando ¨¦l dec¨ªa 'comunistas', en el fondo gui?aba el ojo a sus votantes como diciendo: 'Estos tocahuevos', 'estos pringados', 'esta gente que no tiene buen gusto".
Babelia
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