Tres o cuatro, puro v¨¦rtigo
Quiz¨¢s no sea cuesti¨®n de escribir para llegar a muchos, sino de llegar simplemente adonde uno cree que ha de llegar
Al principio, algunos escritores exhibieron suficiencia: el confinamiento sabr¨ªan llevarlo bien porque ya estaban habituados al aislamiento hogare?o. Y alguien hasta cit¨® a Martin Amis, que hab¨ªa proclamado que como escritor llevaba una vida de ama de casa. Un a?o despu¨¦s, destrozados los nervios de m¨¢s de uno, ya no aparece por ninguna parte aquella suficiencia de un a?o atr¨¢s. Es m¨¢s, uno va descubriendo que el confinamiento ha sido duro para todos, para los escritores en concreto por la p¨¦rdida fatal de interlocutores, esa clase especial de lectores que Natalia Ginzburg juzgaba gran complemento de su trabajo: ¡°Personas a las que poder mostrar lo que escribo y pienso, y hablar de ello; no necesito muchas: me bastan tres o cuatro¡±.
Reparemos en la oscilante cifra (tres o cuatro) que me recuerda el n¨²mero de lectores que tuvo Borges cuando public¨® su primer libro y que a ¨¦l tambi¨¦n le parecieron m¨¢s que suficientes, tres o cuatro, no esperaba ni buscaba m¨¢s, dijo. De hecho, toda su vida escribi¨® para esos contados lectores. Otra cosa es que a la larga, y al igual que Einstein que tanto cautiv¨® a las masas sin que estas le entendieran, Borges fascinara al final de su vida a un amplio p¨²blico (que, por otra parte, no era borgiano). Si el caso de Ginzburg ilustra lo indispensable de los interlocutores y la necesidad de que no sean muchos, el de Borges ilustra lo esenciales que son los lectores y tambi¨¦n la necesidad de que no abulten, pues, bien mirado, tres o cuatro ya son puro v¨¦rtigo. Y es que quiz¨¢s no sea cuesti¨®n de escribir para llegar a muchos, sino de llegar simplemente adonde uno cree que ha de llegar, y que en ning¨²n caso ser¨¢ ¡ªporque suena horrible en literatura¡ª a una masa informe, a una multitud, a una mayor¨ªa Ayuso, etc¨¦tera.
Tres o cuatro lectores sol¨ªa buscar Bioy Casares en las veladas en su casa. Sus primeros libros hab¨ªan sido mal¨ªsimos, hasta que de pronto cambi¨® y pas¨® a escribir algunos muy buenos. Eran tan malos los primeros que cuando tres o cuatro personas iban a su casa y menguaba la conversaci¨®n sacaba uno de esos primeros libros, sin decir que era suyo. He conseguido hace poco, les dec¨ªa, este libro de un escritor desconocido, veamos qu¨¦ podemos sacar en limpio de ¨¦l. Y a continuaci¨®n lo le¨ªa y la gente empezaba a re¨ªrse y ¨¦l entonces les animaba a re¨ªrse todav¨ªa m¨¢s. Y as¨ª era c¨®mo formaba Bioy su reducido c¨ªrculo de interlocutores.
Que uno escribe para la inmensa minor¨ªa de tres o cuatro sagaces interlocutores empec¨¦ a verlo ya hace 20 a?os cuando anot¨¦ unas frases que luego se perdieron en mi ordenador y que, m¨¢s all¨¢ del planeta Ori¨®n, recuper¨¦ justo ayer. En ellas hablaba de lo peligroso que era pasarle tu manuscrito a seg¨²n qui¨¦n ¡°porque enseguida el hombre frena su socarrona sonrisa y oculta su contrariedad para que no se noten sus prejuicios sobre lo que escribes. Y sin embargo, mientras tanto ¡ªeso es lo impresionante de tu oficio¡ª, en alguna parte un desconocido nos est¨¢ leyendo con incre¨ªble atenci¨®n y esperar¨¢ a?os antes de dirigirse a nosotros¡±.
Babelia
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