El libro in¨¦dito y ¡°demasiado retocado¡± de Fran?oise Sagan
¡®Las cuatro esquinas del coraz¨®n¡¯, novela inacabada de la autora de ¡®Buenos d¨ªas, tristeza¡¯, llega a las librer¨ªas. Fue encontrada por su hijo, que hoy reniega de los cambios realizados por la editorial respecto al manuscrito, al considerarlos ¡°excesivos¡±
Todo resulta familiar, y a la vez un poco extra?o, en la novela in¨¦dita de Fran?oise Sagan, Las cuatro esquinas del coraz¨®n, que Lumen acaba de editar en castellano dos a?os despu¨¦s del inmenso revuelo que levant¨® en Francia. Como tantas otras obras de la escritora de Buenos d¨ªas, tristeza ¡ªel escandaloso superventas de 1954 que logr¨® colocar millones de ejemplares durante la posguerra francesa, convirti¨® a Sagan en una estrella literaria y fue adaptado al cine por Otto Preminger¡ª, este nuevo libro desenterrado relata los entresijos de un tri¨¢ngulo amoroso entre burgueses algo decadentes. Ludovic, heredero de una adinerada familia de industriales, logra salir del coma tras un accidente de coche del que nadie crey¨® que se recuperar¨ªa (como el que Sagan, adicta a la velocidad y otros excesos, sufri¨® al volante de un Aston Martin en 1957). Su mujer, Marie-Laure, con quien reside en una mansi¨®n de provincias y aires g¨®ticos, preferir¨ªa que nunca hubiera despertado. Todo cambiar¨¢ con la llegada de su madre, Fanny, una viuda ¡°sin otros rasgos ni otra mirada que la del dolor¡±, de la que el protagonista quedar¨¢ prendado.
Esta historia de amor prohibida entre yerno y suegra, situada en alg¨²n lugar entre una pel¨ªcula de Claude Chabrol y la m¨¢s fr¨ªvola de las novelas rosas, puede recordar a otro romance intergeneracional firmado por Sagan, Un poco de sol en el agua fr¨ªa (1969), pero tambi¨¦n a sus obras teatrales, con las que comparte el hecho de transcurrir en un interior irrespirable. Remite a aquel humor fr¨ªo que destilaban las novelas que firm¨® en su mejor ¨¦poca, llenas de observaciones tan precisas sobre la naturaleza humana que dol¨ªan como zarpazos. Eso no impide que el texto se venga abajo en una segunda mitad desvencijada, esbozada por Sagan poco antes de su muerte en 2004 por una embolia pulmonar, en un hospital de esa costa normanda y chic que convirti¨® en su peque?a patria, donde termin¨® sus d¨ªas arruinada y consumida.
En realidad, la autora nunca termin¨® el texto en cuesti¨®n. Fue encontrado por el hijo de la escritora, el fot¨®grafo Denis Westhoff ¡ªfruto del breve matrimonio de Sagan, bisexual y siempre lib¨¦rrima, con el modelo Robert Westhoff en los sesenta?¡ª entre una monta?a de carpetas, cuadernos y notas que dej¨® en herencia, en forma de fotocopia de un texto mecanografiado. ¡°Entend¨ª que era una novela inacabada, sin corregir, pese a que la copia estuviera deteriorada y llena de frases inconclusas¡±, recuerda Westhoff con una dicci¨®n titubeante que puede recordar a la de su madre. ¡°Sol¨ªa dictar sus novelas a una secretaria con una grabadora. Pero, hacia el final de su vida, su elocuci¨®n no era perfecta. Cuando esa secretaria no entend¨ªa una palabra, dejaba un espacio en blanco¡±. Westhoff decidi¨® completar algunos de esos huecos ¡°por deducci¨®n l¨®gica¡±, siendo lo m¨¢s fiel que pudo al estilo de su progenitora. ¡°Pero no fueron m¨¢s de 15 o 16 modificaciones¡±. Entreg¨® entonces el manuscrito a las ediciones Plon a cambio de los derechos sobre tres novelas antiguas, ya editadas, que Westhoff relanzar¨¢ el pr¨®ximo oto?o con otro sello.
¡°La editorial quiso convertir un diamante salido de la mina, con sus imperfecciones, en una joya reluciente¡±, dice el hijo de Sagan
La sorpresa lleg¨® al recibir la novela corregida, en la que encontr¨® ¡°demasiados retoques¡± respecto al original. ¡°Qued¨¦ at¨®nito por los cambios, excesivos. El texto estaba lleno de palabras y de f¨®rmulas que mi madre nunca habr¨ªa utilizado¡±, denuncia Westhoff. Hace dos a?os, cuando el libro se public¨® en Francia, prefiri¨® callar. Hoy se arrepiente de lo sucedido. ¡°Deber¨ªa haber pedido a la editorial que publicase la novela inacabada, tal como la encontramos. Hicieron una operaci¨®n comercial y no precisaron suficientemente que el libro no estaba terminado. Quisieron convertir un diamante reci¨¦n salido de la mina, con todas sus imperfecciones, en una joya limpia y reluciente. Lo lamento y es un poco culpa m¨ªa¡±, reconoce.
El director editorial de Plon, Gr¨¦gory Berthier, se defiende de las cr¨ªticas. ¡°Ning¨²n libro sale a imprenta sin que el autor, o sus herederos, den su visto bueno. Fue impreso con las correcciones aprobadas por Westhoff¡±, responde. ?Debi¨® ser publicado el manuscrito ¨ªntegro y sin cambios? ¡°Cuando se publica un in¨¦dito, hay que mantenerse lo m¨¢s fiel posible al original. Pero la ¨²nica persona que pod¨ªa garantizarlo era su hijo. Por eso quisimos trabajar con ¨¦l. La intenci¨®n nunca fue desnaturalizar el texto¡±. En 2019, la editora a cargo de su publicaci¨®n, Sophie Charnavel, que no respondi¨® a una petici¨®n de entrevista de este diario, defini¨® la edici¨®n del libro como ¡°un trabajo de orfebrer¨ªa¡± y admiti¨® haber realizado cambios en un fragmento que no funcionaba.
Por su parte, su editorial espa?ola sostiene que nunca tuvo conocimiento del manuscrito original. ¡°No puedo juzgar una supuesta maniobra cuando una editorial seria presenta un texto in¨¦dito con un pr¨®logo del propio hijo de Sagan en el que valora, pone en perspectiva y defiende el texto que vamos a leer¡±, aseguraba la directora literaria de Lumen, Mar¨ªa Fasce. En dicho prefacio, Westhoff afirma que la obra llega a los lectores ¡°en su estado m¨¢s esencial y m¨¢s primitivo¡±. ¡°Resulta imposible leyendo esta novela distinguir d¨®nde est¨¢n esos supuestos retoques, si los ha habido. La novela se lee con la fascinaci¨®n y la fluidez de las mejores obras de Sagan. Creo que hay que juzgar tras leerla. Y una vez le¨ªda, cuesta imaginarla de otra manera, como ocurre con las grandes obras¡±.
Por necesidad econ¨®mica
En septiembre de 2019, Las cuatro esquinas del coraz¨®n lleg¨® a las librer¨ªas francesas con una tirada de 80.000 copias y el t¨ªtulo falso de Normand¨ªa, pensado para reservar la sorpresa hasta el d¨ªa de su publicaci¨®n: solo cuatro personas, hasta su desembarco en los comercios, estaban al corriente de su existencia. Iba a ser el fen¨®meno de la rentr¨¦e literaria ¡ªCarla Bruni, seguidora de la autora, lo aplaudi¨® desde su cuenta de Instagram¡ª, hasta que las primeras cr¨ªticas, que resaltaron sus incoherencias y su divagaci¨®n argumental, lo convirtieron en un fiasco relativo.
El libro pudo ser escrito en dos momentos distintos. Primero, a comienzos de los ochenta, y luego entre los noventa y 2003. Westhoff considera ¡°plausible¡± ese calendario. ¡°Mi madre ten¨ªa costumbre de empezar a escribir algo y abandonarlo durante a?os en un caj¨®n. A veces, olvidaba el texto definitivamente. Otras veces decid¨ªa rescatarlo¡±, relata. El texto, con las costuras a la vista, es mucho m¨¢s redondo en su primera mitad que en la segunda. ¡°La debi¨® de firmar cuando ya no se encontraba bien. La necesidad de dinero la oblig¨® a intentar terminarlo¡±, afirma su hijo en referencia a los problemas de Sagan con el fisco, que se agravaron hacia finales de los noventa.
La novela es una obra menor, imperfecta, tan fogosa como endeble, un Frankenstein literario que constituye una iniciativa editorial que, para algunos, no es del todo l¨ªcita. ¡°Y, pese a todo, la esencia de Sagan est¨¢ ah¨ª¡±, opina Westhoff. ¡°Pese a las cr¨ªticas que hemos recibido, es importante que el libro exista. Es una pieza m¨¢s del puzle que fue su obra¡±. Las cuatro esquinas del coraz¨®n sirve de testimonio de la parte menos lustrosa de su vida, de las fallas y las fisuras de su actividad literaria. ¡°Y, sin embargo, Quentin¡ Quentin. ?A qui¨¦n hubiera podido amar aparte de a Quentin?¡±, escribe Sagan en el tramo final, ya con el rumbo narrativo algo perdido, como si se despidiera del lector haciendo eses con su descapotable y uno de sus inevitables cigarrillos mentolados colgando de los labios.
Babelia
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