El refugio del amigo memorioso de Garc¨ªa M¨¢rquez
Fot¨®grafo, escritor y orquide¨®logo, Guillermo Angulo narra en ¡®Gabo + 8¡¯ los detalles ¨ªntimos de las amistades del nobel y la p¨¦rdida de recuerdos que padeci¨® en sus ¨²ltimos a?os
¡°Y a ese tipo, ?qui¨¦n carajos lo conoce?¡±. Fue la ¨²nica respuesta que obtuvo Guillermo Angulo (Anor¨ª, 93 a?os) cuando lleg¨® a la direcci¨®n indicada en Roma y le pregunt¨® a una se?ora gorda que cantaba ¨®pera con una toalla en la cabeza por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, el compatriota colombiano con el que hab¨ªa intercambiado correspondencia y al que necesitaba ubicar. Eran los a?os 50, y ambos planeaban estudiar cine en el Centro Sperimentale di Cinematograf¨ªa di Roma. Pero Gabo ya hab¨ªa partido a Par¨ªs, donde despu¨¦s de varios intentos Angulo por fin se encontr¨® con ese ¡°joven con cara de coste?o, sumergido en un grueso su¨¦ter azul, tipo Hemingway, envuelto en una bufanda de lana, y adem¨¢s metido en un bien abotonado montgomery¡±, como rememora en su libro Gabo + 8 (Planeta).
Esa intensa amistad con Gabito que naci¨® en la capital francesa se prolong¨® m¨¢s all¨¢ de Estocolmo, la ciudad donde a?os despu¨¦s recibir¨ªa el Nobel de Literatura vestido de liqui liqui blanco, y continu¨® hasta su muerte entre M¨¦xico, Estados Unidos, Barcelona y Colombia, relata ?ngulo, que es junto al periodista Plinio Apuleyo Mendoza uno de los ¨²ltimos amigos de la generaci¨®n de Garc¨ªa M¨¢rquez que lo sobreviven. El libro, repleto de an¨¦cdotas de la vida cultural colombiana, alimenta las leyendas e im¨¢genes literarias que el propio Garc¨ªa M¨¢rquez hizo famosas, y abre una ventana a su entra?able amistad con personalidades como los escritores ?lvaro Mutis, Manuel Mej¨ªa Vallejo y Alberto Aguirre, el arquitecto Rogelio Salmona, el fot¨®grafo Hern¨¢n D¨ªaz o Carmen Balcells, su agente literaria. Lo que Angulo describe como la intelligentsia. Tambi¨¦n se adentra en el car¨¢cter premonitorio de los habitantes de Macondo que enfrentan en Cien a?os de soledad una peste de la memoria causada por un insomnio colectivo.
Gabo + 8 ahonda en los ¨²ltimos a?os sin recuerdos del nobel colombiano, y se suma en la lista de novedades editoriales a Gabo y Mercedes: una despedida, el libro de Rodrigo Garc¨ªa sobre sus padres. Ambos exploran una intimidad con la que la familia siempre fue muy cautelosa. Fue precisamente Rodrigo, el hijo mayor del autor de Cien a?os de soledad, quien llam¨® a Guillermo Angulo un d¨ªa antes de la muerte del nobel a contarle que hab¨ªan decidido llevarlo a su casa de Ciudad de M¨¦xico, el n¨²mero 144 de la calle Fuego en El Pedregal de San ?ngel, para que muriera tranquilo. ¡°De ma?ana no pasa¡±, le dijo. Viaj¨® de inmediato para decirle adi¨®s a su amigo, pero Garc¨ªa M¨¢rquez falleci¨® poco despu¨¦s del mediod¨ªa del 17 de abril de 2014, mientras ¨¦l estaba en pleno vuelo. No alcanz¨® a verlo vivo, pero s¨ª a darle un beso de despedida al cuerpo. ¡°Que bueno que viniste, Anguleto, por que as¨ª se reparte mejor la tristeza¡±, le recibi¨® Rodrigo.
¡°Desde tiempo atr¨¢s se hab¨ªa viniendo muriendo de a poquito, de recuerdo en recuerdo, de olvido en olvido, de imagen en imagen, de palabra en palabra, en un indefinible lapso que dur¨® poco m¨¢s de diez a?os¡±, escribe Angulo en Gabo + 8. ¡°Finalmente lleg¨® el vac¨ªo de las palabras y los recuerdos, que son la vida. Gabo, cuando era tan memorioso como Funes, hab¨ªa dicho: ?La vida misma ?no era tambi¨¦n una invenci¨®n de la memoria??¡±.
¡°Perder la memoria es morirse¡±, asegura Angulo. Gran parte de lo que escribe sobre Gabo lo ve en su propia esposa, quien sufre Alzheimer, le cuenta a EL PA?S en su residencia campestre, la Orquidi¨®sesis de la Tegualda en Choach¨ª, a un par de horas en carretera de Bogot¨¢. La casa de estilo ingl¨¦s en medio de una exuberante vegetaci¨®n tropical tiene historia. La construy¨® el pol¨ªtico conservador Miguel Abad¨ªa M¨¦ndez despu¨¦s de que dej¨® de ser presidente, entre 1926 y 1930, y all¨ª muri¨® de causas naturales en 1947. Cuando se enter¨®, Garc¨ªa M¨¢rquez ya no le dej¨® de decir ¡°la casa del muerto¡±, por superstici¨®n nunca m¨¢s volvi¨®, y Angulo recuerda que ambos nacieron justamente bajo el Gobierno de Abad¨ªa M¨¦ndez. La finca es un oasis ajeno a la pandemia y la convulsi¨®n social que vive Colombia desde hace dos meses.
Fot¨®grafo formado intelectualmente en M¨¦xico, entre sus m¨²ltiples profesiones, Angulo no suele retratar a sus amigos, pero con Gabo hizo varias excepciones ¨Cincluidas en el libro¨C. Las primeras cuando lo conoci¨® en la capital francesa, con el su¨¦ter tipo Hemingway. Despu¨¦s le tom¨® la famosa imagen que el propio nobel certific¨® de su pu?o y letra como ¡°la ¨²nica foto m¨ªa tomada por Anguleto mientras escrib¨ªa Cien a?os de soledad¡±. Y ya al final, cuando sinti¨® que Garc¨ªa M¨¢rquez se iba a morir, lo invit¨® al jard¨ªn y al estudio de su casa en M¨¦xico para hacerle unos retratos. Su favorito, que titul¨® ¡°Gabo en su laberinto¡±, refleja ¡°la confusi¨®n en la que ¨¦l estaba¡±. Lo muestra perdido en la desmemoria.
Diplom¨¢tico, periodista, documentalista, escritor y orquide¨®logo, Guillermo Angulo, que se define como un ¡°curioso¡±, ha tenido tambi¨¦n una vida de novela. Las FARC lo secuestraron el 17 de marzo de 2001, y cinco meses y medio despu¨¦s recobr¨® su libertad. Cuando lleg¨® a Bogot¨¢, recibi¨® una llamada telef¨®nica de Gabo desde Europa. Despu¨¦s de una hora de detalles, el nobel le dijo que ten¨ªa que escribir un libro. ¡°No, porque un amigo escritor m¨ªo ya escribi¨® uno sobre el tema y el m¨ªo no lo va a leer nadie¡±, le contest¨®. Se refiere a Noticia de un secuestro, que Garc¨ªa M¨¢rquez public¨® en 1996 y del cual se filma actualmente una versi¨®n cinematogr¨¢fica en Colombia, en la que su nuera es productora. Esa avalancha de detalladas an¨¦cdotas las relata entre sus adoradas orqu¨ªdeas, mientras se escucha el rumor del r¨ªo y los cantos de los p¨¢jaros. Luce como un roble y exhibe una lucidez afilada a sus 93 a?os. Confiesa que el deterioro de la edad le preocupa, pero se consuela con pragmatismo. ¡°Tampoco me queda mucho tiempo para perder la memoria¡±.
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