¡®Fast & Furious 9¡¯, hasta el infinito y m¨¢s all¨¢

Con la excepci¨®n del longevo serial de pel¨ªculas de James Bond, distintivo pues ha cambiado de int¨¦rpretes y de responsables a lo largo de siete d¨¦cadas, no se recuerda una franquicia de t¨ªtulo ¨²nico y protagonistas estables que haya llegado a su novena entrega con la salud popular y el triunfo en las taquillas de Fast & Furious. Una saga con un tercio inicial titubeante, pero a la que, precisamente, acab¨® beneficiando el ¨²ltimo giro de las producciones de 007 hacia un tono m¨¢s grave y una complejidad mayor de personajes y relato, ya con Daniel Craig como protagonista, dejando el consabido hueco para una franquicia de espionaje m¨¢s desprejuiciada y b¨¢sica, en la que solo importaran los fuegos de artificio y en la que, simplemente, todo val¨ªa con tal de dejar boquiabiertos a los fan¨¢ticos.

La sexta, dirigida por Justin Lin, quiz¨¢ marcara el punto ¨¢lgido de espectacularidad de un serial que, puntualmente, ha incorporado estrellas del cine de acci¨®n (de Dwayne Johnson a John Cena, su ¨²ltimo eslab¨®n, pasando por Jason Statham), solventado la muerte de uno de sus rostros emblem¨¢ticos, el de Paul Walker, y convencido con una mezcla de pasta gansa, sentido del humor autopar¨®dico y fastuosidad en la composici¨®n de sus secuencias m¨¢s relevantes a grandes nombres de Hollywood en principio ajenos a este tipo de productos, v¨¦ase Charlize Theron y Helen Mirren, repetidoras en esta Fast & Furious 9, que por fin se estrena tras varios retrasos pand¨¦micos.

Desde aquel sexto cap¨ªtulo, la franquicia no ha deca¨ªdo, pese a su fatal empecinamiento en los metrajes elefanti¨¢sicos (de nuevo, casi dos horas y media), gracias a la labor de directores como James Wan y F. Gary Gray, y a una fusi¨®n entre los orgasmos de puesta en escena y montaje, los berridos sonoros de sus autom¨®viles, la camarader¨ªa de su plantel de personajes y, como aqu¨ª, unos argumentos donde el poder del legado en el marco de relatos cercanos al follet¨ªn familiar ejerce de esquema b¨¢sico (o incluso grueso) para la toma de decisiones emocionales de sus criaturas.

Lin, que vuelve tras dos pel¨ªculas sin llevar el tim¨®n de la direcci¨®n, demuestra en dos largas y poderosas secuencias en una pedestre carretera de monta?a y en las calles de Edimburgo que pocos ruedan y montan la acci¨®n como ¨¦l. Y el ¡°no se vayan todav¨ªa, que a¨²n hay m¨¢s¡± alcanza un list¨®n todav¨ªa m¨¢s delirante que el de los coches voladores, de edificio en edificio, de la s¨¦ptima entrega. ?Ad¨®nde los vamos a subir esta vez, hasta el espacio o qu¨¦? Suj¨¦tame el cubata, que lo hacemos. Y adem¨¢s el p¨²blico se lo tragar¨¢.