Un Jazzaldia como los de antes
El festival de San Sebasti¨¢n cierra con S¨ªlvia P¨¦rez Cruz, Brad Mehldau y Bill Frisell una edici¨®n casi tan completa como en tiempos anteriores a la pandemia
Lo m¨¢s importante que se le ha de pedir a un festival de jazz es una buena programaci¨®n. Nunca llueve al gusto de todos, con lo que no hablamos de una programaci¨®n que genere aprobaci¨®n un¨¢nime, pero s¨ª es importante que haya de casi todo, y bueno, a poder ser. Con todas las dificultades que entra?a la m¨²sica en directo a cuenta de la pandemia, llevamos un tiempo acostumbr¨¢ndonos a que no se programe lo que se quiere, sino lo que se puede, y esto limita mucho las opciones. Por esto, la edici¨®n del reci¨¦n clausurado Jazzaldia puede considerarse un hito en el verano de 2021, porque sus responsables han conseguido ensamblar una programaci¨®n variada, alternando grandes nombres estadounidenses y europeos con una excelsa selecci¨®n de artistas espa?oles, desde grandes figuras a j¨®venes promesas, y adem¨¢s manteniendo gran parte de su programaci¨®n gratuita, acercando el jazz a todo aquel que quisiera escucharlo.
El cierre de la ¨²ltima jornada del festival este domingo podr¨ªa haber sido como el de cualquier otro a?o, sin pandemia, ni miedo, ni restricciones: a media tarde en el Kursaal, la cantautora S¨ªlvia P¨¦rez Cruz, y por la noche en la plaza de la Trinidad, dos artistas internacionales de primera l¨ªnea, Brad Mehldau y Bill Frisell. Lo dicho, como si fuese un a?o cualquiera, de los de antes.
P¨¦rez Cruz volv¨ªa al Jazzaldia por tercer a?o consecutivo, con un concierto muy diferente a los de las ediciones anteriores. La vocalista es una de las cosas m¨¢s bonitas que est¨¢ pasando en la m¨²sica de nuestro pa¨ªs, un talento desbordante, con una c¨¢lida voz que suena antigua y contempor¨¢nea al mismo tiempo, y que siempre genera una gran cercan¨ªa y complicidad con el p¨²blico. En el Kursaal se acompa?aba de su Farsa Circus Band, un quinteto de m¨²sicos afines formado por Carlos Montfort al viol¨ªn y voz, Publio Delgado a la guitarra y mandolina, Marco Mezquida al piano y teclados, Bori Albero al contrabajo y Aleix Tob¨ªas a la percusi¨®n, y se concentr¨® especialmente en temas de su ¨²ltimo disco, Farsa (g¨¦nero imposible), con paradas en canciones que P¨¦rez Cruz ha escrito para el cine y teatro, y alguna perla de anteriores discos.
La cantante dise?a el concierto como una especie de viaje, pasando de una canci¨®n a otra como si de un trayecto musical se tratase, en el que ella ejerce de gu¨ªa y de maestra de ceremonias, organizando a la banda para tener los elementos clave en cada canci¨®n. As¨ª, de momentos escalofriantes como su Ma?ana, con sus preciosos estribillos cantados a dos voces por P¨¦rez Cruz y Monfort, pasaba a ¨ªntimos d¨²os con la guitarra de Delgado en Loca o con la percusi¨®n de Tob¨ªas en Intemperie, la premiada canci¨®n de Javier Ruibal, para cambiar de tercio totalmente con temas como My Dog o su versi¨®n de The Sound Of Silence. La qu¨ªmica con sus m¨²sicos es clara y, sin duda, esencial para transmitir como lo hace. Se dice que cuando una banda disfruta en el escenario, eso siempre se refleja en el p¨²blico, y hay pocos artistas que parezcan disfrutar tan genuinamente en el escenario como P¨¦rez Cruz.
En La Trinidad, el programa doble no albergaba sorpresas en cuanto a calidad musical. Tanto Mehldau como Frisell son dos valores seguros, m¨²sicos que pueden tener mejor o peor d¨ªa, pero que nunca van a estar mal. Son as¨ª de buenos, s¨ª; ambos tienen una personalidad ¨²nica y comparten la capacidad para crear m¨²sica excelente, incluso en piloto autom¨¢tico.
Brad Mehldau y su tr¨ªo con Larry Grenadier y Jeff Ballard son el mejor ejemplo de esto: es dif¨ªcil pensar en un grupo tan compenetrado en el jazz actual, tras m¨¢s de 15 a?os juntos, capitaneados por uno de los mejores y m¨¢s personales pianistas de las ¨²ltimas d¨¦cadas, y cada concierto del tr¨ªo es una celebraci¨®n del lenguaje de Mehldau, siempre exuberante y lleno de frases brillantes, incluso en un d¨ªa malo.
El de San Sebasti¨¢n no fue uno de estos, pero tampoco se sinti¨® al tr¨ªo al m¨¢ximo de sus capacidades. No me malinterpreten: el concierto fue excelente y todos estuvieron muy bien, pero un conjunto como el de Mehldau no puede medirse con los mismos criterios que cualquier otro, por bueno que sea. Lo de Mehldau es otra cosa y aunque, insistimos, en Jazzaldia ofreci¨® numerosos momentos soberbios, daba la sensaci¨®n de que no llegaban a alcanzar esa concentraci¨®n m¨¢xima de los recitales realmente memorables. El pianista improvisaba persiguiendo muchas ideas, siempre interesantes, pero sin llegar a agarrarse a demasiadas. La mayor parte del repertorio se compuso de versiones de temas que el tr¨ªo ha grabado en diferentes discos, como Great Day de Paul McCartney, Airegin de Sonny Rollins, Friends de The Beach Boys, y originales de Mehldau como Ode o Highway Rider, pero tambi¨¦n hubo una composici¨®n in¨¦dita y un arreglo para tr¨ªo de Moe Honk, tema incluido en el ¨¢lbum que se public¨® el a?o pasando reeditando el legendario cuarteto de los noventa de Joshua Redman con Mehldau, Christian McBride y Brian Blade.
Frisell, por su parte, se presentaba en San Sebasti¨¢n con su actual tr¨ªo, completado por dos viejos colaboradores, el contrabajista Thomas Morgan y el baterista Rudy Royston, con quienes se entiende a la perfecci¨®n. Esto es importante en la m¨²sica del guitarrista, en la que, a pesar de que parece que las canciones discurren sin sobresaltos, hay en todo momento una cuidada interacci¨®n entre los tres instrumentos. La guitarra de Frisell y su inconfundible sonido son como una agradable brisa, de las que le hacen a uno pararse a disfrutarla con los ojos cerrados. Cuando son¨® su versi¨®n del We Shall Overcome de Pete Seeger, tom¨® forma una despedida calma, perfecta, para un Jazzaldia que ha conseguido sobreponerse a todas las dificultades para ofrecer una edici¨®n de altura.
Babelia
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