Muere Walter Yetnikoff, el ejecutivo que era m¨¢s salvaje que sus artistas
Como presidente de CBS, fue decisivo en el lanzamiento de Bruce Springsteen, Michael Jackson, Billy Joel, Gloria Estefan y otros megavendedores
Walter Yetnikoff, seguramente el hombre m¨¢s poderoso de la industria discogr¨¢fica durante sus a?os de vacas gordas, muri¨® el domingo 8 de agosto en un hospital de Connecticut, a causa de un c¨¢ncer de vejiga; estaba al borde de cumplir los 88 a?os. Presidente de CBS Records entre 1975 y 1990, fue el art¨ªfice de la venta de la compa?¨ªa al grupo japon¨¦s Sony.
Yetnikoff, jud¨ªo de Brooklyn, lleg¨® a CBS Records en 1962, de la mano de Clive Davis, otro abogado que intuy¨® que el futuro del negocio discogr¨¢fico pasaba por acuerdos m¨¢s equitativos con los artistas, para lograr un clima de concordia que facilitara mantener una posici¨®n dominante en el mercado. Davis pilot¨® la entrada de la compa?¨ªa en el pujante mundo del rock, sin renunciar a sus baladistas, sus musicales de Broadway, sus jazzmen y sus int¨¦rpretes de m¨²sica cl¨¢sica. Tras foguearse redactando contratos en el departamento legal, Yetnikoff se dedic¨® a la expansi¨®n internacional de la compa?¨ªa.
La ca¨ªda de Clive Davis en 1972, v¨ªctima propiciatoria de luchas intestinas en la empresa matriz, Columbia Broadcasting System, despej¨® el camino de Yetnikoff hacia la cima. En 1975, fue nombrado presidente y CEO de la rama discogr¨¢fica. La compa?¨ªa neoyorquina se sent¨ªa entonces asediada por el ascenso de Warner Bros. Records, firma californiana que hab¨ªa conectado con el zeitgeist contracultural y presum¨ªa de conceder m¨¢xima libertad a sus artistas. CBS no pod¨ªa ser tan cool como Warner pero Yetnikoff decidi¨® que deb¨ªa tener mayor presencia en las ondas radiof¨®nicas y en las tiendas de discos.
Para aplastar a la competencia (¡°fuck Warner¡± se cantaba a coro en las convenciones de CBS) todo estaba permitido. Yetnikoff traspas¨® la frontera de la legalidad pactando con promocioneros independientes de modos mafiosos, que usaban la ilegal payola (radiaciones a cambio de dinero y/o regalos) para ganarse el favor de las emisoras. Eso se hac¨ªa de tapadillo, aunque Yetnikoff tambi¨¦n era capaz de jugar fuerte a cara descubierta. Aterroriz¨® al antiguo m¨¢nager de Billy Joel, Artie Ripp, para que devolviera los derechos editoriales de su repertorio. Enfrentado a lo que era en la pr¨¢ctica un veto de los artistas negros en el canal MTV, amenaz¨® con cortar el suministro de v¨ªdeos de CBS si no programaban el Billie Jean, de Michael Jackson. MTV nunca ha aceptado esta narraci¨®n de los hechos pero lo cierto es que su apoyo al crossover de Michael facilit¨® convertir a Thriller en el mayor superventas de la historia.
La creciente megaloman¨ªa de Jackson se convertir¨ªa en una pesadilla para Yetnikoff, que tuvo que lidiar con peticiones tan peregrinas como que influyera en las votaciones de los Grammy para evitar que Quincy Jones recibiera el premio como mejor productor (¡°ya tiene demasiados, yo s¨ª que me lo merezco¡±). Felizmente, Michael no se sent¨ªa amenazado por Bruce Springsteen, que pas¨® de artista de grandes minor¨ªas a superestrella por aquella ¨¦poca, con el respaldo total de Yetnikoff. Las relaciones personales contaban y mucho: el directivo detestaba a Paul Simon y no puso muchas objeciones a que se pasara a Warner, donde lograr¨ªa su mayor ¨¦xito, Graceland. Tambi¨¦n dej¨® que se marchara Johnny Cash, convencido de que el vocalista ya estaba exprimido.
Yetnikoff se entend¨ªa perfectamente con las figuras brit¨¢nicas: separado por el Atl¨¢ntico, no sufr¨ªa directamente sus agon¨ªas creativas. La compa?¨ªa pod¨ªa asumir adelantos millonarios y, cuando llegaba el disco, disparaba toda su artiller¨ªa: lo comprobaron Pink Floyd, Paul McCartney o los Rolling Stones. Se plant¨®, eso s¨ª, cuando George Michael quiso anular su contrato, alegando que CBS no quer¨ªa que cambiara su imagen y que hab¨ªa restado soporte promocional a su Listen without prejudice.
Eso era anatema para un disquero como Yetnikoff. Tan improbable como que renunciara a los privilegios de su posici¨®n: no ocultaba que recurr¨ªa al alcohol, la coca¨ªna y el sexo para mantener el puntito necesario en aquel Olimpo de ego man¨ªacos. A¨²n as¨ª, fue capaz de teledirigir la venta de CBS Records a Sony en 1988, una transacci¨®n que engord¨® en 20 millones de d¨®lares su cuenta corriente. Se cre¨ªa indispensable pero la cultura corporativa de los japoneses no pod¨ªa transigir con sus desmadres. En 1990, le dieron la patada: fue reemplazado por uno de sus disc¨ªpulos, Tommy Mottola, igual de manirroto pero mucho m¨¢s discreto.
Lo que vino a continuaci¨®n fue tristemente previsible. Un proyecto de biopic de Miles Davis naufrag¨® cuando se hizo evidente que CBS no ceder¨ªa su m¨²sica. Siguieron intentos de mantenerse en el juego a trav¨¦s de peque?as discogr¨¢ficas que no prosperaron, una penosa rehabilitaci¨®n, la consagraci¨®n a obras caritativas. Pero no perdi¨® sus dientes afilados ni el gusto por la sangre. En 2004, en complicidad con el experto David Ritz, public¨® Howling at the moon, unas truculentas memorias donde, aunque reconoc¨ªa sus excesos, justificaba todas sus acciones y saldaba viejas cuentas.
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