El dolor que produce la muerte de Carlos P¨¦rez Siquier
Ning¨²n amigo lo pens¨® y ninguno contempl¨® que se pudiera morir. Es m¨¢s, se comentaba que el gran fot¨®grafo nos enterrar¨ªa a todos
?Carlos P¨¦rez Siquier se ha ido? Imposible. Ning¨²n amigo lo pens¨® y ninguno contempl¨® que se pudiera morir. Es m¨¢s, se comentaba que nos enterrar¨ªa a todos. Mucha vida aunque su calendario se ha obcecado en demostrarnos que los deseos no mandan en los designios¡ aunque ¨¦l vaticin¨® que se estaba acercando a la posici¨®n horizontal y no quer¨ªamos entenderlo.
P¨¦rez Siquier rompi¨® varias fronteras: lo que hizo en La Chanca supuso darle la vuelta al neorrealismo en blanco y negro. En color, rompi¨® moldes e inund¨® de luz la fotograf¨ªa espa?ola. Pareci¨® demasiado atrevido, pero reform¨® la gram¨¢tica de la fotograf¨ªa, del sujeto y del verbo.
Se burlaron, Carlos y Jos¨¦ Mar¨ªa Artero del franquismo castrante en AFAL y salieron por toda Europa y fueron recibidos con todos los honores por humanistas como Otto Steiner. Consiguieron eco internacional en sus propuestas, primero en Par¨ªs con Lo 30X40, posteriormente en Nueva York con Martin Parr.
Analista l¨²cido era muy seguro con los dem¨¢s, menos con ¨¦l. Recuerdo largas charlas en donde ten¨ªamos pocas respuestas y muchas inc¨®gnitas. Con Carlos, todo era un totum revolutum donde se mezclaban lo personal, lo cotidiano, y cualquier persona o textura de pared que se cruzara en nuestro lento caminar. Paraba cada 10 metros porque una idea le ha saltado como un resorte al ver unos maniqu¨ªes desnudos en un escaparate o una mujer maravillosa que ha tenido la osad¨ªa de volver la cara a mirar. Una parada, sacar la fotograf¨ªa de un desconch¨®n de pared que ten¨ªa la semejanza de algo y a descansar la espalda apoy¨¢ndola en cualquier lugar. As¨ª nos encontr¨® un d¨ªa Jos¨¦ Mar¨ªa Mellado y nos hizo esta foto que Carlos titul¨® ¡°las dos grullas¡± por la paralela posici¨®n de las piernas de ambos.
Nos ¨ªbamos creciendo en el relato de las cosas y de la fotograf¨ªa tan a gusto en una sosegada Almer¨ªa llena de luz en inviernos soleados. Ah¨ª Carlos manejaba los tiempos a placer y creo que esa es la clave por la que nunca quiso irse de all¨ª. Rompi¨® muchos bordes y limites, pero siempre quer¨ªa volver a Almer¨ªa, con su Teresa. Era su sitio.
Ya no tengo muchos amigos, cada d¨ªa menos, con los que discutir o hacer de front¨®n de ideas. Carlos acudi¨® muchas veces a mis soledades y me fortalec¨ªa su moral de combate en la vida. Me cont¨® una vez que solo se acordaba de que se hundi¨® una casa al lado de la sus padres en la Guerra Civil espa?ola. Tenia seis o siete a?os. Era su ¨²nico recuerdo triste.
Todos hemos perdido un gran fot¨®grafo humanista y yo, adem¨¢s, un amigo muy especial.
Mejor no hablar del dolor que me produce su ausencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.