El placer del reencuentro
Roca Rey, valeroso; Morante, inspirado, y Aguado, in¨¦dito, en el primer festejo de la singular Feria de San Miguel de Sevilla
Volver a La Maestranza ha sido una experiencia ¨²nica e irrepetible. Es que en unos d¨ªas se hubieran cumplido dos a?os de un cierre a cal y canto, que guardaba un silencio ensordecedor provocado por la ausencia de colores, olores, sonidos, sustos y grandezas.
Por eso, por las cancelas abiertas ha entrado un soplo de vida. Y all¨ª estaba, majestuosa y bella, como siempre, esta hist¨®rica plaza, hecha a jirones, imperfecta tambi¨¦n, iluminada por esa tenue luz del oto?o que le vuelve a dar un aire de suprema elegancia.
Ah¨ª estaban los arcos, el albero, ese invisible ruedo ovalado, los vecinos de localidad, ocultos tanto tiempo por la pandemia¡ Ah¨ª estaban de nuevo la banda de m¨²sica, la puerta de cuadrillas, los toriles, los tejadillos¡
No hab¨ªa trajes de flamenca, pero s¨ª ilusiones desbordadas, sonrisas en los semblantes y un sentimiento cercano a la emoci¨®n cuando el festejo a¨²n no hab¨ªa comenzado.
La plaza se puso en pie a los sones nunca olvidados del pasodoble ¡®Plaza de la Maestranza¡¯, y acompa?¨® el pase¨ªllo con una atronadora ovaci¨®n para dar la bienvenida a la fiesta de los toros en Sevilla. Instantes despu¨¦s, oblig¨® a saludar a los tres matadores en un abrazo fraternal a los protagonistas de la fiesta.
Serenos ya los ¨¢nimos, sali¨® el toro, el t¨²nel del tiempo se volvi¨® septembrino, los cuerpos entraron en caja, y hubo toreo, s¨ª, detalles del barroquismo inspirado de un Morante decidido, derroche de valor de Roca Rey, empe?ado en mandar, y alguna filigrana capotera de Aguado; pero no se produjo el milagro y, dos a?os despu¨¦s, los cimientos de La Maestranza no crujieron como se esperaba.
Otra vez fallaron los toros; en esta ocasi¨®n, de Victoriano del R¨ªo, excesivamente blandos y ayunos de casta. Es verdad, sin embargo, que hubo uno, el segundo, de bondad tontuna, que humillaba y repet¨ªa ante el cite, con el que Roca Rey hizo el previsible toreo moderno: derechazos y naturales acelerados, ventajistas y escasos de hondura, de modo que ni fue faena de arrebato ni levant¨® pasiones. Es torero poderoso, sin duda, dominador y con el oficio bien aprendido, pero su contorsionismo genera un toreo mec¨¢nico escaso de sentimiento.
Morante, por su parte, es la sorpresa motivada por la inspiraci¨®n. Tras quitarle las moscas al inservible primero, el p¨²blico protest¨® la invalidez del cuarto, pero el eco no lleg¨® al palco presidencial. Nadie daba un c¨¦ntimo por ese toro, cuando Morante se lo llev¨® al centro del ruedo, y all¨ª, en la boca de riego, cont¨® a la concurrencia algunos secretos de su orfebrer¨ªa taurina. Una primera tanda con la derecha en la que sobresali¨® un muletazo final extraordinario; otra, a pies juntos; en la siguiente sale apurado y la firma con un molinete con la zurda. Con la muleta en esa mano y el toro apretando hacia las tablas, el torero despliega galanura en naturales imperfectos que cierra con un visto y no visto desplante de rodillas, y, antes de pinchar y decir adi¨®s a un trofeo, insiste con la derecha y termina con otro desplante torer¨ªsimo en una imitaci¨®n del monumento a Curro en los aleda?os de la plaza.
Del R¨ªo/Morante, Roca Rey, Aguado
Toros de Victoriano del R¨ªo, desiguales de presentaci¨®n -primero y tercero, muy astifinos-, mansos a excepci¨®n del sexto; muy blandos y descastados; muy noble el segundo y codicioso el ¨²ltimo.
Morante de la Puebla: dos pinchazos y media estocada (silencio); dos pinchazos, estocada _aviso_ y un descabello (gran ovaci¨®n).
Roca Rey: pinchazo y estocada (oreja); media estocada y un descabello (petici¨®n y vuelta).
Pablo Aguado: pinchazo, estocada y un descabello (silencio); dos pinchazos _aviso_ y tres descabellos (silencio).
Plaza de La Maestranza. 18 de septiembre. Primera corrida de feria. Lleno de ¡®no hay billetes¡¯ sobre un aforo del 60 por ciento.
Aguado tuvo mala suerte con su primero, un animal que no pod¨ªa con sus kilos, pero tom¨® el capote en el segundo de Roca e interpret¨® un quite por chicuelinas, sedoso y pinturero, que abroch¨® con dos medias, y dej¨® a La Maestranza con la boca abierta; el peruano acept¨® el reto, le contest¨® con unas apretadas gaoneras, y dijo alto y claro que ven¨ªa a por todas.
Brind¨® al respetable, se hinc¨® de rodillas, pero, cuando la faena tomaba vuelo, el toro se raj¨®. Entonces, Roca alarde¨® de valor, pero no fue suficiente para pasear otro trofeo. Por cierto, torer¨ªsimo toda la tarde, con las banderillas y el capote, su subalterno Juan Jos¨¦ Dom¨ªnguez, el torero que sufri¨® una terror¨ªfica cornada en la feria de San Isidro celebrada en Vistalegre.
Y sali¨® el ¨²ltimo de la tarde: el ¨²nico bravo del encierro, que apret¨® en el caballo, acudi¨® y persigui¨® en banderillas y embisti¨® con codicia y fiereza a la muleta desva¨ªda de Aguado. Era un toro a contraestilo, dir¨¢n los taurinos; era un toro encastado y fiero, dificultoso, de esos que no sirven a los artistas. Por cierto, Aguado se resinti¨® al final de una lesi¨®n en la rodilla derecha y pas¨® un quinario para descabellar.
En fin, que la vuelta a La Maestranza ha sido un feliz reencuentro. ?Cu¨¢ntas ganas hab¨ªa de volver¡!
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