Ana Curra: la princesita del ¡®postpunk¡¯
El libro de entrevistas con la cantante revela a una de las criaturas m¨¢s fascinantes surgidas en los ochenta
Fue leyenda casi desde el minuto uno: la tierna hija del farmac¨¦utico de El Escorial que se instal¨® en el barrio de Malasa?a, cuando la Movida todav¨ªa se llamaba ¡°nueva ola madrile?a¡±. La sorpresa en aquel diminuto mundillo fue que Ana Curra, bella y sexi, se incorporara con armas y bagajes ¨Destudiaba piano cl¨¢sico¨D a una banda tan queer como Alaska y los Pegamoides. Y no solo en el tramo del pop multicolor: asumi¨® el giro hacia el rollo g¨®tico, todo cuero negro y fotos ante el monumento funerario a los ca¨ªdos de la Legi¨®n C¨®ndor.
Se convirti¨® en mito cuando apost¨® por la escisi¨®n after punk de Par¨¢lisis Permanente, un proyecto quebrado por la primera de las varias cat¨¢strofes que marcar¨ªan su vida. Se hizo dura por necesidad, aunque otro de sus compa?eros, el fot¨®grafo Alberto Garc¨ªa-Alix, la caracteriz¨® cari?osamente como ¡°la princesita¡±. Sus 40 a?os de vida p¨²blica han sido guadianescos, espasmos de actividad musical entre par¨¦ntesis misteriosos. O eso parec¨ªa, en (inevitable) comparaci¨®n con la saturaci¨®n medi¨¢tica de su antigua c¨®mplice, Olvido Gara.
?As¨ª que Ana Curra ser¨ªa la anti-Alaska? No adelantemos juicios: conviene leer Conversaciones con Ana Curra (Efe Eme), de Sara Morales, libro rico en revelaciones. Un feliz producto del par¨®n de actividad impuesto por la covid. Aunque suene horrible, una situaci¨®n perfecta para entrevistas a fondo: de buena ma?ana, sin l¨ªmite de tiempo, en casa de la artista, con acceso a fotos y documentos. Adem¨¢s, con la protagonista dispuesta a abrirse en canal.
En verdad, Ana siempre ha ido a tumba abierta. En 1987, intentaron lanzarla como ¡°la Madonna espa?ola¡±. Pero ella dinamit¨® su carrera de solista al detallar p¨²blicamente los chanchullos que pactaban las discogr¨¢ficas ¨Dla suya era Hispavox¨D con las emisoras, a costa de los derechos del autor. Llamada a cap¨ªtulo por el jefe de la compa?¨ªa, argument¨® que aquellas deducciones eran verdad. La respuesta del ejecutivo: ¡°Pero la verdad no vende, ni?a¡±. Puede que esa sea una de las leyes no escritas del negocio musical; Ana decidi¨® ignorarla.
Hoy Curra sigue en la pelea, recurriendo a la autoedici¨®n y planteando proyectos quiz¨¢s fuera de la l¨®gica comercial. Est¨¢ de u?as con Warner, la multinacional que engull¨® todo lo que grab¨® en los a?os ochenta y que proh¨ªbe o regula su uso, a pesar de las dudas razonables sobre la adquisici¨®n del cat¨¢logo original del sello Tres Cipreses. Una de las consecuencias, explica, es la limitada difusi¨®n del documental Autosuficientes, del realizador Danny Garc¨ªa.
Entre la oleada de libros musicales, los de entrevistas con artistas ofrecen una f¨®rmula agradecida. Se parte de una conchabanza previa para desarrollar la versi¨®n oficial de una vida, aliviada con an¨¦cdotas bien pulidas. En el caso de Ana Curra, su carrera es lo bastante esquiva para evitar los t¨®picos habituales: aqu¨ª no hay consagraci¨®n, ni borrachera con el ¨¦xito, ni disco de duetos. Aqu¨ª est¨¢ una persona con creencias esot¨¦ricas, pero que se sumerge en la realidad cruda de Chiapas o en infiernos m¨¢s cercanos, donde la vida tampoco vale nada, como Las Barranquillas. Y sobrevive. No quisiera alimentar el morbo: para el contexto y los detalles, busquen Conversaciones con Ana Curra.
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