Pasionaria y la vigencia del ¡°no pasar¨¢n¡±
Dos nuevas biograf¨ªas recuperan la figura de la hist¨®rica dirigente comunista en el centenario del PCE
Vista desde estos tiempos tan faltos de compromiso, la figura de Dolores Ib¨¢rruri, Pasionaria (Gallarta, Bizkaia, 1895-Madrid, 1989), m¨¢s que de otra ¨¦poca parece de otro planeta. Su luto eterno, su pelo recogido, su aire severo y austero, esa oratoria pasional que enardec¨ªa a las masas o la total entrega a la causa comunista: cosas que ya se ven poco. Sin embargo, todav¨ªa se pueden encontrar l¨ªneas que la conectan con el mundo de hoy.
Con motivo del centenario del Partido Comunista de Espa?a (PCE), del que Ib¨¢rruri fue secretaria general desde el exilio ruso durante 18 a?os, se publican dos nuevas biograf¨ªas. Pasionaria, la inesperada vida de Dolores Ib¨¢rruri (Hoja de Lata), de Diego D¨ªaz, es una aproximaci¨®n breve y divulgativa, indicada para aquellos que se quieran acercar al personaje. ?No pasar¨¢n!, biograf¨ªa de Dolores Ib¨¢rruri, Pasionaria (Akal), de Mario Amor¨®s, es un trabajo m¨¢s extenso y detallado, para aquellos que busquen profundizar en su figura. No son las primeras que se publican sobre el personaje, al que ya trataron autores como Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, Rafael Cruz o Juan Avil¨¦s, entre otros, incluyendo las memorias de la propia Ib¨¢rruri. La percepci¨®n social de Pasionaria bascul¨® entre la virgen del antifascismo y la malvada bruja roja.
¡°Ahora que ha rebrotado la amenaza de la extrema derecha, la figura de Pasionaria nos dice que las causas que ella abraz¨® est¨¢n plenamente vigentes¡±, opina Amor¨®s, que para su trabajo tuvo acceso, por primera vez, al archivo personal de la dirigente y a las memorias in¨¦ditas de su hija Amaya. Sigue vigente la lucha por los derechos laborales, por la igualdad social y de g¨¦nero, ¡°y la necesidad de una amplia unidad democr¨¢tica para conjurar el peligro de una involuci¨®n autoritaria por parte de aquellos que bombardean con su odio de clase, su machismo, su xenofobia o su homofobia¡±. Este es, seg¨²n Amor¨®s, el ¡°No pasar¨¢n¡± de nuestros d¨ªas.
El feminismo de Pasionaria es uno de los temas que la conectan con nuestro tiempo, aunque ella repudiara ese t¨¦rmino: en aquella ¨¦poca se consideraba relacionado con la sensibilidad burguesa. Las pol¨ªticas notables de la ¨¦poca, como Margarita Nelken, Victoria Kent, Federica Montseny o Clara Campoamor, tuvieron ciertas oportunidades de origen, mientras que Ib¨¢rruri proven¨ªa del m¨¢s precario ambiente minero de Bizkaia y fue autodidacta. Se preocup¨® por asuntos todav¨ªa debatidos: los salarios de las mujeres, la independencia econ¨®mica, los cuidados o el derecho al aborto, pero m¨¢s que en el feminismo prefer¨ªa enmarcarlo en la lucha general de las mujeres comunistas. Una diferencia que parece resonar en la actual guerra cultural de la izquierda, entre las pol¨ªticas llamadas materiales y las llamadas identitarias. ¡°Pasionaria se une a la rebeli¨®n porque es obrera, pero tambi¨¦n porque est¨¢ cansada de ser una mujer para ¡®hilar, parir y llorar¡¯ que es lo que le hab¨ªan ense?ado¡±, explica D¨ªaz.
Su poder de oratoria fue uno de sus rasgos m¨¢s distintivos. Amor¨®s dibuja una figura impactante: ¡°Una voz que cautivaba a las multitudes, su imagen permanentemente enlutada, que se identificaba con las mujeres del pueblo, y la estampa de madre coraje que se rebela frente a la injusticia, un discurso potente, claro, emotivo, sincero que exhortaba dentro y fuera de Espa?a a la unidad antifascista¡±. El discurso No pasar¨¢n, que pronunci¨® en Uni¨®n Radio el 19 de julio de 1936, tras el levantamiento militar, es considerado uno de los m¨¢s importantes del siglo XX.
Un asunto espinoso en torno a Pasionaria es su ferviente adhesi¨®n al estalinismo. ¡°Es curioso c¨®mo algunos de los m¨¢s consecuentes luchadores por la democracia y contra el fascismo de la ¨¦poca, apoyaban al mismo tiempo a Stalin¡±, observa D¨ªaz. Cuando, en ¨¦poca de Nikita Jrushov, se conocieron los abusos de Stalin, Ib¨¢rruri no volvi¨® a citarle en sus discursos. A pesar de su adhesi¨®n a la URSS, tambi¨¦n tuvo momentos de cr¨ªtica, aunque fuera puntual, cuando conden¨® la invasi¨®n de Checoslovaquia en 1968. ¡°Muchas veces se trata de pasar de puntillas sobre el estalinismo de Ib¨¢rruri: me parece infantilizar al lector¡±, continua el autor.
D¨ªaz quiere tambi¨¦n resaltar la importancia de la cultura dentro del movimiento obrero que se refleja en la peripecia vital de la l¨ªder comunista: ¡°El movimiento ten¨ªa la capacidad de hacer que gente que apenas hab¨ªa ido a la escuela y que trabajaba muchas horas, gracias a bibliotecas populares, casas del pueblo o peri¨®dicos, lograra ampliar sus horizontes vitales y entender qu¨¦ le pasaba y por qu¨¦¡±. Ese fue exactamente el caso de Pasionaria que, a pesar de las duras condiciones de vida, pudo darse a la lectura y tratar de comprender el mundo. As¨ª lleg¨® a ideologizarse en tiempo r¨¦cord, ingresar en el PSOE y formar parte de la escisi¨®n que acabar¨ªa siendo el PCE en 1921. ¡°Cuando conoci¨® a su marido, Juli¨¢n Ruiz, este le regal¨® una novela de Victor Hugo¡±, ejemplifica el historiador.
¡°A esa extrema derecha que sigue intentando secuestrar palabras como Espa?a o patria les sugiero que lean algunos de los discursos en el destierro de Ib¨¢rruri, quien sent¨ªa profundamente sus ra¨ªces vascas y espa?olas y viv¨ªa con ¡®el recuerdo de Espa?a grabado en el alma¡±, recuerda Amor¨®s. Al final de la dictadura, en mayo de 1977, Pasionaria regres¨® a su a?orada Espa?a y volvi¨® a ser diputada por Asturias, como hab¨ªa sido en la Segunda Rep¨²blica. Algunas de las fotos m¨¢s c¨¦lebres de la Transici¨®n la tienen como protagonista: entrando en el Congreso del brazo de Rafael Alberti (la imagen que tom¨® Marisa Fl¨®rez para este peri¨®dico) o estrechando la mano a Adolfo Su¨¢rez. Su figura fue vista por muchos como s¨ªmbolo de la reconciliaci¨®n, una ¡°reconciliaci¨®n nacional¡± que hab¨ªa sido propuesta originalmente por el PCE mucho antes de la muerte de Franco. En muchas ciudades y pueblos se nombraron calles en su honor. ¡°Ahora, en plena ofensiva cultural de la derecha, su figura vuelve a ser cuestionada¡±, concluye D¨ªaz.
Babelia
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