Compasi¨®n y respeto por los quinquis de la Transici¨®n
El cineasta Daniel Monz¨®n y el escritor Javier Cercas dialogan sobre la adaptaci¨®n al cine de ¡®Las leyes de la frontera¡¯, que retrata a los chavales de la Espa?a de finales de los setenta
Al final de la charla, acabados los posados para las fotos, Javier Cercas (Ibahernando, C¨¢ceres, 59 a?os) reconoce: ¡°Claro que me ha gustado la pel¨ªcula, y si no, me hubiera aguantado. M¨ªa es la novela, no la adaptaci¨®n. Y tampoco tengo quejas de otras experiencias previas¡±. Con el comentario remataba una larga conversaci¨®n con Daniel Monz¨®n (Palma de Mallorca, 53 a?os), que ha dirigido Las leyes de la frontera, la visi¨®n cinematogr¨¢fica del libro hom¨®nimo de Cercas. Un viaje largo que llega a las salas este viernes, y que permite a ambos creadores hablar de fronteras sociales, de una Espa?a que ya no existe, de pasiones sexuales, y de por qu¨¦ el cine no se parece a la literatura.
Cercas explica la esencia de Las leyes de la frontera, tanto pel¨ªcula como novela. ¡°Es la historia de alguien que se da cuenta, con el transcurrir de los a?os, de lo que le ocurri¨® cuando era joven. Y por ello le queda esa sensaci¨®n de ¡®me equivoqu¨¦', de vida malograda¡±. La de un estudiante de 17 a?os, Nacho, el Gafitas, que en verano de 1978 cruza el r¨ªo que parte Girona ¡ªfrontera f¨ªsica, psicol¨®gica y social¡ª y entra en el barrio chino, donde conoce al Zarco y a Tere, dos j¨®venes delincuentes, y al resto de su pandilla. El tri¨¢ngulo amoroso crece junto a una carrera de robos por la calle y atracos en bancos. ¡°Alguien que finalmente no da el salto al vac¨ªo sentimental¡±.
Monz¨®n tuvo claro su precedente: ¡°?rase una vez en Am¨¦rica, de Sergio Leone, por esas dos partes temporales de juventud y maduraci¨®n, por el tono melanc¨®lico, incluso por el comportamiento de los chicos y c¨®mo les marca esa experiencia. Pero cuando se te mete algo dentro, como la novela de Javier, le acabas dando vueltas y vueltas, y germina la estructura. Con una novela debes hacer un ejercicio de s¨ªntesis, de quedarte con la esencia, y de entender lo que es bueno para la pel¨ªcula¡±.
Con una novela debes hacer un ejercicio de s¨ªntesis, de quedarte con la esencia, y de entender lo que es bueno para la pel¨ªcula¡±Daniel Monz¨®n
Cercas entra al trapo: ¡°Es que eso lo he repetido miles de veces. Una novela es una novela y una pel¨ªcula es una pel¨ªcula. Y esta perogrullada no entra en la cabeza de la gente. Por muchas cosas que tengan en com¨²n, por muchos vasos comunicantes, los lenguajes literarios y audiovisual son distintos¡±. Y el escritor encuentra r¨¢pidamente un ejemplo: ¡°El primer sexo que tienen Tere y El Gafitas en la novela es una felaci¨®n. Y en el cine es una masturbaci¨®n hecha cara a cara. Perfecto, porque ese cruce de miradas es mucho m¨¢s eficaz cinematogr¨¢ficamente¡±. Monz¨®n subraya: ¡°Todo es conmovedor en la novela, y me pic¨® jugar con el cine quinqui, con la imagen de los setenta reinterpret¨¢ndola desde el presente, porque nos gu¨ªa la mirada del Gafitas, que nunca vivir¨¢ una historia igual. Es un recuerdo idealizado de aquello, es como Amarcord¡±.
La historia del Gafitas nace del d¨ªa en que me levanto y pienso: ?Y si...? ?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si en vez de ser un adolescente pedante y t¨ªmido hubiese cruzado esa frontera por algo como el amor?¡±Javier Cercas
Monz¨®n y Cercas vivieron infancias similares en capitales de provincia, ni?os que no transgred¨ªan las normas y que ve¨ªan la frontera cerca de su casa. ¡°Al otro lado estaban los quinquis, que provocaban temor y fascinaci¨®n. Ellos eran todo lo que yo no. Se conduc¨ªan de forma ¨¢crata, salvaje¡±, dice el cineasta. Los dos recuerdan con sendas an¨¦cdotas c¨®mo conocieron ese mundo. El director, a trav¨¦s de El porro de Barona, un compa?ero de colegio. Mentando que era colega suyo, el Monz¨®n adolescente logr¨® salvarse de un atraco yendo un d¨ªa al cine en Valencia. El escritor, el d¨ªa que fue con el utillero de su equipo de balonmano al otro lado del r¨ªo O?ar. ¡°Es curioso, porque cuando nos conocimos no lo hablamos, y nos unen experiencias parecidas, como a muchos espa?oles. Yo la vez que entr¨¦ en la Gerona de la orilla opuesta del O?ar encontr¨¦ algo casi indescriptible. En aquellas casas, mejor barracas, de madera o uralita, viv¨ªan hacinados inmigrantes muy pobres con animales y sus excrementos dentro de las casas. Y eso estaba a cien metros, muy cerca, de mi piso. La historia del Gafitas nace del d¨ªa en que me levanto y pienso: ?Y si...? ?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si en vez de ser un adolescente pedante y t¨ªmido hubiese cruzado esa frontera por algo como el amor? El Gafitas descubre la esencia de la vida: el sexo, la violencia, el amor, la lealtad... y que el te¨®rico lado bueno es el malo, y viceversa¡±.
Si Cercas no calla, Monz¨®n no para. ¡°Las leyes de la frontera me atrap¨® desde la primera p¨¢gina. Me golpe¨® y no dej¨¦ de leer hasta que amaneci¨® y lo acab¨¦. Y llam¨¦ a Edmon Roch [el productor] para que averiguara si los derechos estaban libres, y a Jorge [Guerricaechevarria, el coguionista] para que se comprara un ejemplar. Esto pas¨® hace ocho a?os, al final del camino de El Ni?o¡±. ¡°Mira, todo esto no lo sab¨ªa¡±, replica el escritor. Y explica: ¡°Ya hab¨ªa otro proyecto en marcha. Y entonces me llam¨® Edmon, y cuando el otro intento se cay¨®, Edmon insisti¨®, siempre con el nombre de Daniel Monz¨®n como acompa?ante. Pero yo a Daniel no le conoc¨ª hasta m¨¢s tarde¡±. Sin desvelar su identidad, el otro director ?era alguien como Monz¨®n que se maneja bien y disfruta de la acci¨®n con el drama como m¨¦dula ¨®sea, o un realizador cl¨¢sico que ya se apa?ar¨ªa con la acci¨®n? ¡°De hecho eran dos. Uno joven extranjero, y el otro era un espa?ol que debutaba como director. Y es cierto que necesitaba a alguien como Daniel, porque la novela contiene dos partes: la acci¨®n y otra que yo llamar¨ªa el paso del tiempo. Una decisi¨®n muy acertada de Daniel y de Jorge [Guerricaechevarria] fue comprimir el paso del tiempo al principio y al final, periodos que de repente dotan de sentido a la acci¨®n¡±.
Ambos insisten en que aquella mirada de fascinaci¨®n ante el mal no puede esconder la muerte que arrastraban. ¡°Conviv¨ªas con ellos, pod¨ªas acabar con ellos¡±, recuerdan. Cercas contin¨²a: ¡°Se nos olvida la miseria de entonces. Los arrabales estaban llenos de chavales salvajes. Como dice el verso de Dylan, quien no tiene nada no tiene nada que perder. Ellos vieron que empezaba la fiesta de los ochenta y que no les tocaba el pastel. Mira, todos nos hemos beneficiado de la Transici¨®n... excepto esos chicos que murieron por la violencia que generaron o por la hero¨ªna y sus consecuencias, como el sida¡±. Y se enardece: ¡°Cayeron como moscas. Nunca sabremos cu¨¢ntos murieron. Alguien habla de un holocausto involuntario, de una generaci¨®n arrasada. Y yo por Zarco y Tere siento solidaridad. Y al ver la pel¨ªcula, vi, Daniel, que hab¨ªas entendido mi compasi¨®n y mi respeto por ellos¡±.
Babelia
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