¡®Entre rosas¡¯: otra m¨¢s de buen rollo franc¨¦s

El modelo de comedia protagonizada por gente sencilla y trabajadora que se adentra en las complicadas particularidades f¨ªsicas y organizativas del delito, como respuesta justa a los varapalos de la vida y de los sistemas de poder, se ha desarrollado en no pocos pa¨ªses, con Atraco a las tres como exponente m¨¢ximo de nuestro cine espa?ol. Un molde que luego se puede presentar con mayor o menor negrura, encanto y hasta extravagancia en el que insiste la francesa Entre rosas, segundo largometraje de Pierre Pinaud, que opta tan claramente por la amabilidad que casi se excede.

A pesar de ello, Pinaud logra mantener el list¨®n y no rebasar la l¨ªnea del pastel de sonrisas vacuas porque nada le falla del todo, teniendo siempre en cuenta al espectador al que se dirige. Los personajes, como mandan los c¨¢nones en las pel¨ªculas reconfortantes que incitan al optimismo, tienen la suficiente simpat¨ªa. El villano, la carga de hostilidad justa. Y el mensaje social no puede ser m¨¢s cristalino: los que trabajan con ilusi¨®n, paciencia y esmero saldr¨¢n ganadores gracias a su talento y a su esfuerzo, pese a que a veces tengan la tentaci¨®n de hacer unas cuantas trampas, e incluso caigan en ella. Suena a comedia amanerada y a dulce construcci¨®n de escuadra y cartab¨®n para espectadores al¨¦rgicos a cualquier anomal¨ªa, y en realidad lo es hasta cierto punto, porque adem¨¢s el trabajo de los protagonistas es nada menos que la creaci¨®n de rosas, sus hibridaciones, los injertos y el trabajo mimoso y delicado con las flores. No obstante, pese a todo, no es cursi ni blanda ni amanerada.

Entre rosas es de f¨¢cil digesti¨®n, como parece pedir una parte de la platea espa?ola, m¨¢s en estos tiempos de penurias y de necesidad de ilusi¨®n. Y una disputa entre el poderoso que quiere arramplar con todo el mercado, y el peque?o negocio de toda la vida, a la manera de las librer¨ªas en Tienes un e-mail, pero en el terreno de la floricultura, nunca deja de estar vigente. De modo que pese a nuestra querencia por productos m¨¢s arriesgados, y hasta el hartaz¨®n ante la en¨¦sima comedia francesa de buen rollo, resulta imposible detestarla. Tambi¨¦n quererla. El cine es a veces as¨ª: para otro tipo de espectador que no somos nosotros.