Ernesto Santolaya, la mirada de un editor esc¨¦ptico
El editor vitoriano, muerto a los 86 a?os, no tuvo empacho en defender con u?as y dientes al Estado de derecho de los argumentos totalitarios de sus asesinos
No es verdad que sea la suerte es el t¨ªtulo de la voluminosa autobiograf¨ªa del editor vitoriano Ernesto Santolaya, fallecido el d¨ªa 20 a los 86 a?os. Un t¨ªtulo cr¨ªptico que remite a su convicci¨®n de que es la cuna lo que marca por completo nuestro destino, sin posibilidad de que la suerte, el esfuerzo o la educaci¨®n sean capaces de corregirlo. Una mirada final de un esc¨¦ptico que correg¨ªa su pesimismo vital en la ducha de cada ma?ana, convenci¨¦ndose para la jornada de que precisamente ese d¨ªa iba a descubrir una mina de oro en Alaska.
Y, sin embargo, nada de su vida fue eso porque Ernesto, un aut¨¦ntico self-made man ¡ª¡±otra patra?a humana¡±, dec¨ªa¡ª naci¨® en 1935 en Hu¨¦rteles, en las Tierras Altas sorianas, en la frontera con La Rioja. A sus pocos lugare?os se les conoce por mangurrinos y entonces el futuro no se promet¨ªa feliz.
Ernesto se ocup¨® como zagal de ganado y de la mano de los tebeos, m¨¢s que de la escuela, fue aprendiendo a leer y a escribir. Despu¨¦s vendr¨ªa su otra pasi¨®n por el cine, en aquel Cine F¨®rum vitoriano de los sesenta y setenta que destrip¨® provocador en el anticipo de sus memorias que es Galer¨ªa de raros (2015). All¨ª cuenta c¨®mo siendo zagal acompa?¨® por el monte Cayo a unos se?ores que resultaron ser el guionista del neorrealismo Cesare Zavattini junto con Ricardo Mu?oz Suay y Luis Garc¨ªa Berlanga. Ese d¨ªa se convirti¨® en ¡°catec¨²meno de la nueva religi¨®n, el cine¡±. Quiz¨¢s era esa la cuna a que se refer¨ªa, porque esta s¨ª que le marc¨® para siempre.
Primero en Haro y finalmente en Vitoria, vendi¨® maquinaria agr¨ªcola y autom¨®viles, y recorri¨® media Europa gan¨¢ndose con ello el pan. Un d¨ªa, resolvi¨® retirar los veh¨ªculos de su local y pasar a llenarlo de libros, los que ¨¦l quer¨ªa leer y ¨¦l mismo pasar¨ªa a editar en el sello Ikusager.
La firma comenz¨® por congregar a los m¨¢s significados guionistas y dibujantes de tebeos de entonces: grandes del c¨®mic como Antonio Hern¨¢ndez Palacios, con su serie de la Guerra Civil, las memorias de Amor¨®s de Hern¨¢ndez Cava, Hern¨¢ndez Landaz¨¢bal o Luis Royo (con guiones de Altarriba) o el Che de Alberto Breccia, entre otros muchos. Y de ah¨ª a la literatura, publicando en Espa?a a Sergu¨¦i Dovl¨¢tov, a Pierre Mac Orlan, a Michel del Castillo, a Artur London, a John Zerzan o a Jes¨²s Mar¨ªa Amilibia con una novela que radiograf¨ªa la brutalidad y alg¨²n posible origen del llamado ¡°conflicto¡± vasco (?Gora Stalin! El gudari cojo). Tambi¨¦n le dio para cumplir su sue?o de publicar la mejor edici¨®n en espa?ol y en tres vol¨²menes de la Historia de la Revoluci¨®n Francesa de Michelet.
Libertario m¨¢s de car¨¢cter y destino que de opci¨®n pol¨ªtica, no tuvo empacho en defender con u?as y dientes un Estado de derecho que salvara a los vascos de ser asesinados y de los argumentos totalitarios de sus asesinos. Pas¨® a formar parte de la macabra lista cuando mont¨® en la capital alavesa el n¨²cleo de ?Basta Ya! con su inseparable, y cin¨¦filo como ¨¦l, Mario Onaindia. Se agarr¨® a la vida cuanto pudo, pero el 20 de octubre no pudo m¨¢s. Sus amigos recordaremos esa fecha como d¨ªa hist¨®rico por esta extraordinaria circunstancia. Que la tierra te sea leve, compa?ero Ernesto.
Antonio Rivera es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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