El pasado fenicio de Chiclana sigue dando sorpresas
La localizaci¨®n de vestigios de un posible palacio o santuario p¨²nico en un yacimiento de la ciudad gaditana confirma que fue fundada 2.000 a?os antes de lo que se cre¨ªa
Chiclana de la Frontera buscaba un castillo medieval perdido y acab¨® encontrando por casualidad otra fortaleza 2.000 a?os m¨¢s antigua. Ocurri¨® en 2006, pero la arque¨®loga Paloma Bueno a¨²n recuerda la ¡°sorpresa e impotencia¡± que sinti¨® por aquel entonces. Sus sondeos previos a la construcci¨®n de un bloque de viviendas deb¨ªan durar solo un d¨ªa, hasta que comenzaron a aparecer cer¨¢micas y restos de una muralla fenicia del siglo VII a. C. a poco m¨¢s de un metro de la superficie. El hallazgo reescribi¨® la historia d...
Chiclana de la Frontera buscaba un castillo medieval perdido y acab¨® encontrando por casualidad otra fortaleza 2.000 a?os m¨¢s antigua. Ocurri¨® en 2006, pero la arque¨®loga Paloma Bueno a¨²n recuerda la ¡°sorpresa e impotencia¡± que sinti¨® por aquel entonces. Sus sondeos previos a la construcci¨®n de un bloque de viviendas deb¨ªan durar solo un d¨ªa, hasta que comenzaron a aparecer cer¨¢micas y restos de una muralla fenicia del siglo VII a. C. a poco m¨¢s de un metro de la superficie. El hallazgo reescribi¨® la historia de la localidad gaditana, que, hasta entonces, se cre¨ªa fundada en 1303 por Alonso P¨¦rez de Guzm¨¢n, primer duque de Medina Sidonia, conocido tambi¨¦n como Guzm¨¢n el Bueno.
Casi 16 a?os despu¨¦s ¡ªcon sus idas y venidas¡ª, Bueno sigue al pie de unas excavaciones en las que a¨²n queda margen para el asombro. El ¨²ltimo sobresalto ha llegado en pleno transcurso de las obras del centro de interpretaci¨®n que Chiclana prepara para el yacimiento del Cerro del Castillo. La arque¨®loga y su equipo han localizado las trazas de un edificio monumental que, por su tama?o y esmerada t¨¦cnica constructiva, podr¨ªa ser ¡°un palacio o un santuario¡±, apunta con cautela la experta. Los trabajos han dado con una fachada de unos 10 metros de largo, rematada con sillares en sus extremos. En el entorno de estos restos se ha hallado un trozo de cornisa con forma de gola egipcia, fragmentos de un enlucido realizado con polvo de m¨¢rmol y un suelo de teselas grandes de esta misma piedra.
Por la decoraci¨®n del monumento, Bueno lo data en torno al siglo V a. C., ya en el periodo p¨²nico, aunque unos rellenos denotan que el espacio pudo tener uso hasta el siglo III a. C. La construcci¨®n se encontraba en el interior del recinto amurallado de una ciudad de una hect¨¢rea, extensi¨®n aproximada que la arque¨®loga estima para el yacimiento. Dentro de estos n¨²cleos poblacionales fenicios era habitual que hubiese ¡°un edificio de uso p¨²blico o religioso¡±, razona la arque¨®loga. La experta fundamenta el hallazgo de Chiclana en monumentos de tipolog¨ªa similar localizados en Sicilia o T¨²nez, donde se localizaba la antigua Cartago. Y sus sospechas se refuerzan por la localizaci¨®n en las inmediaciones del monumento del fragmento de una terracota de una figura antropomorfa que podr¨ªa ser un pebetero, una pieza de uso cultual.
Con todo, Bueno prefiere ser cautelosa respecto al uso que debi¨® de tener el monumento p¨²nico y espera poder resolver el enigma en futuras fases de excavaci¨®n. De hecho, el edificio se encuentra entre el interior de una antigua bodega que se convertir¨¢ en el futuro centro de interpretaci¨®n y una casa abandonada que el Ayuntamiento de Chiclana quiere adquirir para ampliar el yacimiento, tal y como confirma Juan Antonio de la Mata, el arquitecto municipal que ha redactado el proyecto del espacio muse¨ªstico. El nuevo espacio costar¨¢ 1,2 millones de euros, financiados con fondos europeos ITI (Inversi¨®n Territorial Integrada) y deber¨¢ estar listo para el verano de 2022.
M¨¢s de siete siglos
Sin embargo, el plan municipal es mucho m¨¢s amplio y contempla una inversi¨®n de 40 millones en un barrio que, hasta la aparici¨®n de los restos fenicios, era ¡°una zona deprimida de la ciudad¡±, seg¨²n explica De la Mata. Aunque m¨¢s all¨¢ de la reconversi¨®n de la realidad presente, los trabajos intentan arrojar luz sobre un pasado de una localidad que hoy cuenta con 83.800 habitantes, pero que tiene un pasado mucho m¨¢s fecundo. Apenas tres a?os antes de que Bueno diese con aquellos restos fenicios, Chiclana celebr¨® a bombo y platillo los siete siglos de su fundaci¨®n, inconsciente de un pasado mucho m¨¢s antiguo. ¡°A algunos les sent¨® fatal que llegase yo diciendo que, en realidad, esto era del VII antes de Cristo¡±, rememora entre risas la arque¨®loga.
Lo ¨²nico que Bueno sab¨ªa cuando desembarc¨® en el Cerro del Castillo es que en la manzana donde deb¨ªa sondear hab¨ªa un cementerio del siglo XV. Aquel camposanto apareci¨®, al igual que un lienzo de muralla de caserna, una tipolog¨ªa oriental, com¨²n en yacimientos de Siria o Palestina. En estos a?os, tambi¨¦n ha encontrado en el mismo lugar una amalgama de restos que arrancan en el Bronce Final ¡ªdel 1250 al 850 a. C.¡ª, como huellas de un fondo de caba?a y restos cer¨¢micos a mano, previos a que los fenicios introdujesen su t¨¦cnica de torno y hornos entre la poblaci¨®n local preexistente. Vestigios romanos y almohades localizados tambi¨¦n en el yacimiento extienden en el tiempo la ocupaci¨®n del barrio que fue n¨²cleo fundacional de Chiclana, gracias a su car¨¢cter de cerro natural que facilitaba el dominio visual del territorio.
Sin embargo, poco se sabe de c¨®mo se llamaba la localidad en su pasado fenicio o romano. ¡°M¨¢s que Gadir ¡ªnombre fenicio de la cercana C¨¢diz¡ª, los romanos hablaban de esta zona en plural como las Gadeiras¡±, apunta Bueno, como hip¨®tesis de que la ciudad fenicia gaditana tuviese v¨ªnculos organizativos directos con la de Chiclana y la del importante yacimiento de Do?a Blanca (El Puerto de Santa Mar¨ªa). De ah¨ª surge el nombre que tendr¨¢ el futuro centro de interpretaci¨®n Nueva Gadeira, que se completar¨¢ con zonas del yacimiento exterior y con una torre que servir¨¢ como recuerdo de la desaparecida torre medieval de los Medina Sidonia y ascensor para salvar los 29 metros que el cerro se eleva sobre el cercano r¨ªo Iro.
Mientras esa obra llega, Paloma Bueno y los suyos siguen con sus sondeos. En una calle cercana al futuro centro de interpretaci¨®n y aleda?a a la muralla fenicia ¡ªhoy cubierta temporalmente¡ª, se encuentran restos de un barrio popular p¨²nico con trazado ortogonal: una cocina que debi¨® de sufrir un incendio que ennegreci¨® todo su menaje de barro, una pileta o un ¨¢nfora llena de peque?as conchas. Todo emerge del asfalto a apenas un metro de profundidad. Bueno se agacha y toma dos trozos de cer¨¢mica que estaban juntos en las mismas estancias. Uno es oscuro, propio de esos primeros pobladores que no conoc¨ªan el torno; otro terrizo, se?al de ese moderno torno que trajeron los fenicios. ¡°Esta es la se?al, el contacto de las dos culturas que se mantuvo durante a?os¡±, tercia Bueno con naturalidad mientras se se?ala la palma de la mano, acostumbrada ya a que el Cerro del Castillo le regale sorpresas fortuitas mucho mayores que esa.