Plagio a un ant¨®logo

Justo cuando estaba leyendo que quiz¨¢s la literatura tenga una dificultad inherente para ser ¡°contempor¨¢nea¡± (C¨¦sar Aira, Sobre el arte contempor¨¢neo), son¨® estridente el interfono. Reci¨¦n llegados de Buenos Aires, dos amigos dec¨ªan tener un libro para darme. Les dije que subieran y mientras tanto di una nueva ojeada a lo que estaba leyendo. A diferencia del Arte, que tiene una presencia tan acentuada que crea su presente, dec¨ªa Aira, el material de la literatura est¨¢ hecho m¨¢s bien de ausencia, y respecto del tiempo crea sus precursores, quiz¨¢s porque siempre est¨¢ hablando de mundos desaparecidos.

En las palabras de Aira percib¨ª un eco de Borges, que fue capaz de hasta descubrirle precursores a un autor tan singular como Kafka y decirnos que cada escritor crea a sus antecesores, y su labor modifica nuestra concepci¨®n del pasado, como ha de modificar el futuro. Bas¨¢ndose precisamente en esto, Alejandro Rossi, en Manual del distra¨ªdo, especul¨® con la idea de que, al transmitirnos sus cuentos, Borges pudo ser consciente de que andaba escribiendo las p¨¢ginas que un d¨ªa ejemplificar¨ªan ¡ªp¨¢lidamente¡ª los rasgos de un escritor futuro.

Puede, coment¨® el gran Rossi, que Borges las escribiera como dici¨¦ndonos: ¡°Soy, desde ahora, el ep¨ªgono de un maestro a¨²n inexistente y el representante de una escuela cuyo manifiesto desconozco, pues el que me ¡®definir¨¢¡¯ todav¨ªa no existe¡±; y tambi¨¦n podr¨ªa ser que las hubiere escrito dici¨¦ndonos: ¡°No soy un precursor, m¨¢s bien soy el material indeciso cuya forma y sentido ser¨¢ otorgado por otro¡±.

El libro que me dieron los amigos, El viaje de invierno & sus continuaciones, iba firmado por Perec y OuLiPo, con traducci¨®n de Eduardo Berti. Enseguida vi, sin excesiva sorpresa ¡ªhabituado como estoy ya a esas coincidencias¡ª, que encajaba con lo que en aquel momento tan ocupado me ten¨ªa: los precursores en literatura.

El viaje de invierno, el relato de Perec, narra la extra?a historia del joven Degra?l, que en 1939 encuentra un viejo libro con una antolog¨ªa que lleva por t¨ªtulo justamente El viaje de invierno, y la firma un tal Hugo Vernier. Entre los versos y prosas de la compilaci¨®n ¡ªla edici¨®n est¨¢ fechada en 1864¡ª hay algunos id¨¦nticos a las que a?os despu¨¦s escribieron Rimbaud, Mallarm¨¦, Lautr¨¦amont, Verlaine y compa?¨ªa. ?Fueron estos tan solo los copistas de un poeta genial y desconocido llamado Vernier? ?Hubo un plagio colectivo al ant¨®logo? ?Fue El viaje de invierno la biblia de la que los mejores poetas franceses extrajeron lo mejor de s¨ª mismos?

De noche, en casa, le¨ª los veinti¨²n relatos que a?adieron los del OuLiPo (Roubaud, Mathews, Le Tellier, B¨¦nabou, etc.) a El viaje de invierno convirtiendo a Perec no solo en precursor de todas esas continuaciones, sino tambi¨¦n de las dem¨¢s piruetas narrativas que seguir¨¢n. Y no solo en precursor, sino en el futuro viajero de una caravana infinita de ep¨ªgonos de maestros, muchos ni tan siquiera a¨²n nacidos. Porque la literatura, como dec¨ªa Aira, siempre est¨¢ hablando de mundos desaparecidos, pero tambi¨¦n de mundos muy ausentes todav¨ªa.