Una historia de amor
Almudena Grandes le dio literatura al periodo m¨¢s grave y delicado del siglo XX
Ya formaba parte del mundo de la literatura, no era un sat¨¦lite, era la pura tierra, hab¨ªa tocado la fama que rodea a los libros, formaba parte de los que m¨¢s firmaban en las ferias, y aquel d¨ªa de Sant Jordi Almudena Grandes viajaba melanc¨®lica en la parte de atr¨¢s del coche que la llevaba al aeropuerto, rumbo al avi¨®n que la devolver¨ªa a la ciudad que era su pueblo, Madrid. En un momento en que su tristeza parec¨ªa iluminar su rostro con otra luz, seguramente la luz del amor, ech¨® atr¨¢s su cabeza morena, su pelo negro...
Ya formaba parte del mundo de la literatura, no era un sat¨¦lite, era la pura tierra, hab¨ªa tocado la fama que rodea a los libros, formaba parte de los que m¨¢s firmaban en las ferias, y aquel d¨ªa de Sant Jordi Almudena Grandes viajaba melanc¨®lica en la parte de atr¨¢s del coche que la llevaba al aeropuerto, rumbo al avi¨®n que la devolver¨ªa a la ciudad que era su pueblo, Madrid. En un momento en que su tristeza parec¨ªa iluminar su rostro con otra luz, seguramente la luz del amor, ech¨® atr¨¢s su cabeza morena, su pelo negro, sus ojos brillantes y en ese momento rodeados de agua como si le lloviera por dentro, pareci¨® reposar de un susto o de una alegr¨ªa. Fue entonces cuando dijo, para que lo oyera su compa?ero de viaje, los dos callados, ella buscando c¨®mo decir esas dos palabras y ¨¦l sintiendo que algo ten¨ªa que decir, era tan raro verla en silencio tanto rato, ella que hab¨ªa hecho del habla del barrio y de la casa el eco de las historias de sus abuelos, de su padre, de la casa y del barrio y del Atl¨¦tico de Madrid. Entonces dijo: ¡°Estoy enamorada¡±.
Aquella historia luego fue dulce y s¨®lida, mereci¨® versos y risas, descendencia, amigos nuevos que se reun¨ªan con ella, y ya con ellos dos, el amor y ella, los dos amores juntos en una casa en el barrio en el que Larra tiene su calle y ellos, su domicilio. All¨ª estaba su estudio minuciosamente limpio, sus libros de la historia de Espa?a, la guerra y sus consecuencias, sus h¨¦roes vencidos, atra¨ªdos hacia el triunfo de la letra impresa, personas que fueron ninguneadas por la historia a los que ella salv¨® de esa quema y los hizo ser de nuevo vivos en un pa¨ªs al que ya nadie ni nada les iba a quitar la desgracia de haber sido perseguidos sin que mediara delito o lucha. Ella les dio el resplandor, los busc¨® hasta debajo del suelo que hab¨ªa sido pisoteado por la maldad de la metralla y del olvido, y la ve¨ªas caminar por esos pueblos aterrados, recibiendo en ellos el aplauso por haber rescatado para Espa?a lo que fue propio de Espa?a, aunque durante a?os fuera silenciado, enterrado, roto y olvidado.
Ella fue el recuerdo revivido de lo que hab¨ªa sido preterido, perseguido, encarcelado; ella le dio literatura al periodo m¨¢s grave y delicado del siglo XX, y lo hac¨ªa all¨ª, en ese cuarto que parec¨ªa una casa republicana, el silencio que hac¨ªa ligeros sus muebles sobre los que pesaban los libros, los de su enamorado y los suyos, cada uno por su lado con sus bibliotecas, uno con sus versos, que eran muchas veces para ella, y ella, morena, robusta, risue?a, a veces rabiosa porque por ah¨ª le sonaban tambores que presagiaban lo mismo que ella ya hab¨ªa contado sobre su pa¨ªs a veces bello y a veces negro o descuidado. De sus pasiones nacieron sus libros, y los escribi¨® ah¨ª, en ese cuarto al que alguna vez se asomaron periodistas, este periodista tambi¨¦n, para ver de qu¨¦ silencio proven¨ªa su modo de explicar el sufrimiento y tambi¨¦n la vida sobre la que ella escribi¨® como si tocara la piel de la Espa?a que no quiso que fuera niebla final, nada.
Escribi¨® historias y cuentos, pero en la casa era tambi¨¦n la anfitriona de poetas, editores; con los editores en particular tuvo amores laicos, feraces, y nadie como Toni L¨®pez, que la precedi¨® tantos a?os antes en las prematuras despedidas, supo cu¨¢nto hab¨ªa de esfuerzo y de generosidad en aquella mujer que devolv¨ªa ciento por uno lo que recib¨ªa de sus amigos, de los que la escucharon decir que no solo era aquella muchacha que hizo brillar, con un libro er¨®tico, el atrevimiento musical y tel¨²rico de su literatura, sino que iba a ser, como P¨¦rez Gald¨®s en otro tiempo, la cronista, la novelista, la testigo postrera de las haza?as tristes pero nobles de un pa¨ªs desesperado.
Se la vio en ferias y coloquios, se la escuch¨® en las radios y en las televisiones, se la ley¨® en este peri¨®dico, por ejemplo, fue la visitante m¨¢s generosa de la escritura ajena, pero por esas casualidades de la vida siempre que la veo y la recuerdo, y ahora mismo tambi¨¦n, es aquella chica que, rejuvenecida por el aire de la noticia, esa tarde ech¨® hacia atr¨¢s su cabeza en el taxi que la llevaba de Sant Jordi al Prat y dijo, como una adolescente: ¡°Estoy enamorada¡±.