Novela de la restituci¨®n
Almudena Grandes se muestra en plenitud en El coraz¨®n helado. La novela repasa la Guerra Civil, el exilio y el latir de herencias sentimentales, ideol¨®gicas y econ¨®micas que, sabidas o secretas, minan el presente de una familia y una sociedad. Una misteriosa mujer en el entierro de un hombre es la puerta de entrada al pasado y a la verdad.
EL CORAZ?N HELADO
Almudena Grandes
Tusquets. Barcelona, 2007
933 p¨¢ginas. 25 euros
El formato corto defrauda a sus m¨¢s fieles lectores y a los que lo son menos, como pudo pasar con Castillos de cart¨®n, y el formato largo impacienta a sus menos devotos pero satisface a los m¨¢s fieles. Si necesita arreglo o no esta situaci¨®n es lo de menos porque lo de m¨¢s es que enuncia una pista concluyente sobre la pluralidad cuantiosa de lectores que pueden acercarse a una novela de Almudena Grandes en tanto que seguro de calidad para una po¨¦tica novelesca: esa novela muy bien armada que se crece en los meandros a menudo infinitesimales y en las exploraciones interiores exhaustivas, esa novela que recurre espont¨¢neamente a la amplificatio como modo de desarrollo narrativo y modo de an¨¢lisis de un destello de duda, o un recuerdo emborronado, o una lluvia ruidosa. Nadie en la novela espa?ola actual ensancha as¨ª el nervio vital de los personajes hasta crear una suerte de casa com¨²n, de convivencia f¨ªsica, que es un efecto literario que la novela contempor¨¢nea ha ido buscando a trav¨¦s de recursos el¨ªpticos. El coraz¨®n helado es pura Almudena Grandes; tanto, que en la nota final incluso agradece a sus editores que "ni una sola vez" hayan protestado del tama?o del libro, pese a que la multiplicaci¨®n de detalles circunstanciales o morosidades anal¨ªticas e introspectivas juegan contra ese mismo efecto buscado, y en lugar de sumar tensi¨®n demasiadas veces los puntillosos detalles nuevos la disminuyen o neutralizan.
Por eso digo que Almudena Grandes parece no haber estado nunca antes tan segura y convencida de su modo de hacer novelas. El coraz¨®n helado cumple no s¨®lo un impulso de m¨¢xima ambici¨®n literaria sino de ratificaci¨®n propia, como novelista y como ciudadana, en un espacio de la imaginaci¨®n (que eso es la historia tambi¨¦n) que apenas hab¨ªa concurrido antes y que aqu¨ª lo hace sin perder la funci¨®n de servir a los nudos cl¨¢sicos de sus historias de sentimientos atrapados y desbordados: los secretos perdurables, los heridas mal curadas o incurables, las mentiras aplazadas. Y he dicho ciudadana hace un momento muy a conciencia: el impulso del relato tiene que ver con nuestro presente social y cultural de una manera tan directa que incluso cuando se abre al pasado y se inmiscuye en las biograf¨ªas da?adas por la Guerra Civil, el exilio o la Divisi¨®n Azul, late la voluntad de recordar que eso sucede en el presente y que todo aquello que sucedi¨®, fuese lo que fuese, no sucedi¨®, sucede, aunque lo callen los que lo saben, aunque lo ignoren quienes lo heredan.
Para obtener ese efecto y
esa atm¨®sfera, la novelista ha optado por fijar un pivote maligno y tortuoso, el traidor un poco demasiado de una pieza, en torno a cuya muerte en nuestros d¨ªas arranca la reconstrucci¨®n que conducen dos personajes centrales. El hijo del traidor, ?lvaro, y una v¨ªctima de la traici¨®n, Raquel, encienden la mecha de una relaci¨®n amorosa sin saber del todo bien que ser¨¢ el amor atacado que viven lo que va a llevarles al desmoronamiento del mito de un padre ejemplar, enriquecido en el franquismo cuando usurpa sin piedad las propiedades de una familia exiliada, la de Raquel. Lo descubre y averigua atando cabos familiares y recuerdos propios esa pareja nueva, fresca y madura, en torno a la cuarentena, que ha vivido en democracia desde siempre y sin embargo es heredera de herencias que ambos ignoran en parte, o cuya tasaci¨®n han calculado mal o apenas han conocido nunca en su verdadera magnitud.
Y de eso va a ocuparse el lector que caiga en el relato, de saber qu¨¦ han heredado y por qu¨¦ les han ocultado la parte oscura de su propia historia familiar y hasta d¨®nde puede llegar a doler el presente cuando no hay rectificaci¨®n posible ni de la mentira, ni de la traici¨®n y ya ni siquiera es del todo claro que importe demasiado la venganza: por qu¨¦ hay que esperar a la muerte del padre para saber d¨®nde y c¨®mo muri¨® la abuela, y por qu¨¦ s¨®lo a su muerte los hijos sabr¨¢n el origen infeccioso de la fortuna. La documentaci¨®n que ha usado Almudena Grandes es sin duda abundante para reconstruir fiablemente las condiciones del exilio y las carencias del interior, pero vuelve a ser dominante en su novela el peso de la efusi¨®n sentimental y su derrame emotivo, la agudeza feroz del dolor al evocar a una abuela negada por su hijo e ignorada por los nietos (por haber sido socialista, por haber abandonado el matrimonio). La restituci¨®n de la historia se celebra en un espacio privado que sin embargo tiene vocaci¨®n colectiva: la familia, las familias numerosas y pobladas de hijos, de sobrinos, de primos segundos y terceros, y esa restituci¨®n es el saber veraz que unos necesitan y que otros reh¨²yen desde la cobard¨ªa, el cinismo o la aclimataci¨®n confortable a las mentiras de toda la vida, como suelen serlo las mentiras de familia.
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