La emoci¨®n de realismo
La irreprimible torrencialidad de Almudena Grandes conect¨® de forma muy directa con una nueva sociedad lectora que se sent¨ªa explicada
No hab¨ªa costumbre por entonces, pero Almudena Grandes [que ha muerto este s¨¢bado a los 61 a?os], la joven Almudena de veintitantos a?os, tir¨® de arrojo y desenvoltura para escribir una historia de aprendizaje vestida de novela er¨®tica, Las edades de Lul¨². El ¨¦xito fue fulgurante, el mayor de la colecci¨®n La Sonrisa Vertical en la que apa...
No hab¨ªa costumbre por entonces, pero Almudena Grandes [que ha muerto este s¨¢bado a los 61 a?os], la joven Almudena de veintitantos a?os, tir¨® de arrojo y desenvoltura para escribir una historia de aprendizaje vestida de novela er¨®tica, Las edades de Lul¨². El ¨¦xito fue fulgurante, el mayor de la colecci¨®n La Sonrisa Vertical en la que apareci¨®. Su portada fue ic¨®nica, pero lo que hab¨ªa dentro lo fue m¨¢s: llevaba una libertad de tratamiento y una melancol¨ªa escondida emparentada de alg¨²n extra?o modo con otro lib¨¦rrimo escritor y gran amigo despu¨¦s de Almudena, Eduardo Mendicutti.
En realidad, por entonces no hab¨ªa costumbre de casi nada entre los veintea?eros con ganas de escribir porque estaba naciendo la literatura genuinamente democr¨¢tica, sin apenas memoria biogr¨¢fica del franquismo, adolescentes y j¨®venes de la Transici¨®n, nuevos nombres y nuevos talentos casi siempre con poca irradiaci¨®n p¨²blica y apenas una o dos rese?as por libro. Ah¨ª estaba gest¨¢ndose una novela con nombres nuevos desde finales de los ochenta y principios de los noventa, como el de Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, los primeros relatos de Javier Cercas o las pesquisas de pobres de Francisco Casavella; ah¨ª se fraguaban los mimbres primeros de Marta Sanz, de los entonces poetas Felipe Ben¨ªtez Reyes o Manuel Vilas, como ah¨ª asomaba la hipersensibilidad de Bel¨¦n Gopegui.
El don de la narraci¨®n trabada, realista y de amplio alcance estuvo desde el principio, tras aquel afortunado experimento, y cristaliz¨® en una novela rara tambi¨¦n, pero por otras causas. Malena es un nombre de tango trasluc¨ªa en 1994 la voluntad de una exploraci¨®n obstinada de la intimidad y el mundo moral de su protagonista. Su irreprimible torrencialidad conect¨® de forma muy directa con una nueva sociedad lectora que se sent¨ªa explicada y desnudada de forma vicaria con exploraciones minuciosas de los recovecos sentimentales, las emociones a flor de piel, los aprendizajes vitales macerados para una mujer nueva: la sublevaci¨®n contra el patr¨®n prefijado, la rebeld¨ªa contra los vetos morales, la insumisi¨®n al dictado ajeno transmit¨ªa la autonom¨ªa de una emancipaci¨®n distinta. Nadie contaba entonces los efectos turbadores de la costura de unos jeans en el traqueteo de un autob¨²s, ni tampoco era com¨²n una dedicatoria tan ¨ªntima como la que incluy¨® en 1998 en su Atlas de geograf¨ªa humana, ya con Luis Garc¨ªa Montero metido en el coraz¨®n caliente: ¡°A Luis, que entr¨® en mi vida y cambi¨® el argumento de esta novela. Y el argumento de mi vida¡±.
Almudena Grandes fue por libre desde el principio con una virtud adicional: la alegr¨ªa de la escritura
Almudena Grandes fue por libre desde el principio con una virtud adicional: la alegr¨ªa de la escritura arrebatada conduc¨ªa sus novelas por peripecias que destilaban un fondo de tragedia y de renuncia, de dolor y de derrota, que trascend¨ªa la aventura de su pu?ado de personajes para aspirar a contar la aventura integral de un pa¨ªs. Ese emplazamiento fue el que adopt¨® desde El coraz¨®n helado porque helaban el coraz¨®n las mentiras heredadas, las densas y compactas mentiras de familia arrastradas durante d¨¦cadas tras la guerra hasta que encuentran la luz del azar o la voluntad.
Las venganzas y las traiciones no son cosa de las familias de los dem¨¢s sino de la propia, como suelen descubrir sus personajes. Por eso sus novelas hist¨®ricas pivotan en realidad sobre el presente e interpelan a la valent¨ªa social para restituir a las v¨ªctimas ¡ªen la represi¨®n del interior, en la guerrilla, en el exilio¡ª la voz que merecen. La reaparici¨®n de un discurso permisivo con el franquismo, tan visible a principios de este siglo, en la segunda legislatura de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, fue parte del combustible que la sumergi¨® en una gigantesca bibliograf¨ªa propia de expertos para recrear el amor confuso de dos miembros de familias enfrentadas por su pasado, falangista uno y republicana la otra. Ah¨ª, en El coraz¨®n helado, empez¨® a tomar conciencia de un territorio que no era virgen en la literatura espa?ola, pero no hab¨ªa encontrado a la escritora dispuesta a desplegar todos sus recursos para hacerse entender, hacer entender a la sociedad del siglo XXI, qu¨¦ fue la humillaci¨®n de la victoria y el triunfo de la derrota. Lo he dicho bien, qu¨¦ fueron las vidas sacudidas y proyectadas contra el muladar de la historia por la ferocidad del odio, los rencores enquistados, las miserias humanas. El espacio para la luz, preservar ese espacio, fue otro empe?o m¨¢s: la dignidad y el amor tambi¨¦n poblaron aquella sociedad y por eso est¨¢ entremetido en tramas intrigantes, muy bien anudadas y a la vez apacibles. El tempo de lectura de esas novelas es tenso, pero no apremiante porque el desarrollo ¨ªntimo de la vida tampoco lo es.
Si muchas de sus hero¨ªnas luchan por cambiar su vida, ella luch¨® tambi¨¦n por cambiar la nuestra con las armas de la novela para restituir el pasado
Como escribi¨® en el ep¨ªlogo, y contra lo que pudiera pensarse, El coraz¨®n helado era una novela en el sentido cl¨¢sico, pero ¡°los episodios m¨¢s novelescos, m¨¢s dram¨¢ticos e inveros¨ªmiles de cuantos he narrado aqu¨ª est¨¢n inspirados en hechos reales¡±. Restituir a la actualidad verdades escondidas podr¨ªa ser el eje que explicase la concepci¨®n del ciclo m¨¢s ambicioso ¡ªemparentable solo con el de Ramiro Pinilla, Verdes valles, colinas rojas¡ª de la escritora, sus Episodios de una Guerra Interminable, iniciados en 2009 con In¨¦s y la alegr¨ªa, y no habr¨¢ ya sexta entrega del ciclo que la escritora program¨®. No siempre se ha entendido bien la frecuente invocaci¨®n de P¨¦rez Gald¨®s que hizo tantas veces la novelista con intenci¨®n reivindicativa.
La contaminaci¨®n rebajadora del adjetivo galdosiano ha quedado en las letras espa?olas desde hace d¨¦cadas, pero es mezquina porque empobrece a conciencia una noble po¨¦tica de la novela. Lo que Almudena Grandes aprendi¨® en Gald¨®s fue la empat¨ªa con las vidas turbulentas de sus criaturas y la ambici¨®n de convertir la ficci¨®n en una v¨ªa de acceso al pasado sin los peajes de la historia profesional. Cada vez tuvo m¨¢s claro que la historia, la historia desgraciada de la guerra y la posguerra conten¨ªa un material novelesco inagotable, precisamente porque terminaba bien: cada posible peripecia ¡ªla de un m¨¦dico, la de una madre turbada, la de un opulento triunfador¡ª permit¨ªa canalizar la reivindicaci¨®n de los derrotados incluso cuando no sab¨ªan que lo eran. Si muchas de sus hero¨ªnas luchan por cambiar su vida, ella luch¨® tambi¨¦n por cambiar la nuestra con las armas de la novela para restituir el pasado. Fue suyo el don de convertir las vidas privadas en la cartograf¨ªa moral de una historia colectiva.