¡®Drive My Car¡¯: un viaje al mejor cine

En un mundo en el que se manipulan las emociones hasta la indecencia y donde lo vulgar campa a sus anchas haci¨¦ndose pasar por original y transgresor, es casi milagroso que exista Drive My Car, una de las pel¨ªculas m¨¢s hondas y excepcionales de los ¨²ltimos a?os cuyo viaje al alma humana se sostiene sobre la delicada precisi¨®n de Ant¨®n Ch¨¦jov y una de sus cumbres dram¨¢ticas, T¨ªo Vania.

M¨¢s de un siglo despu¨¦s de su muerte, aquel melanc¨®lico coraz¨®n ruso vuelve a latir en esta obra imprescindible del cineasta japon¨¦s Ry?suke Hamaguchi. Con la misma elegancia del viejo Saab rojo al que tanto apego tiene el protagonista de la pel¨ªcula ¡ªun reputado actor y director teatral que acaba de perder a su esposa¡ª, Hamaguchi nos acerca a unos personajes cuya derrota, dolor y consuelo trascienden a trav¨¦s de un montaje de Vania en Hiroshima, ciudad-met¨¢fora de la destrucci¨®n y la reconstrucci¨®n humanas.

Basada en el cuento hom¨®nimo de Haruki Murakami y en al menos dos relatos suyos m¨¢s, Drive My Car es una obra maestra sobre el duelo y la incomunicaci¨®n que, frente a esa grieta que hoy nos acecha a todos, se aferra a las formas tranquilas y refinadas del escritor ruso, quien hasta el ¨²ltimo aliento abomin¨® del ¡°deprimente¡± mal gusto que entonces lo rodeaba. Con la lente de aumento de un texto teatral universal en una mano y la de la m¨¢s exquisita tradici¨®n del cine japon¨¦s en la otra, dejando que ambos lenguajes formen una trenza con vida propia, Hamaguchi nos recuerda que existe esperanza y que, m¨¢s all¨¢ de la soledad y el fr¨ªo, el coraz¨®n, como su coche rojo, sigue latiendo.

En el pr¨®logo de la pel¨ªcula descubrimos el fr¨¢gil andamio sobre el que se sostiene la vida del complejo y fascinante personaje principal, interpretado por el deslumbrante actor japon¨¦s Hidetoshi Nishijima en un reparto de maravillosos int¨¦rpretes en el que tambi¨¦n destaca, al volante del Saab, con su gorra y su triste mirada, la actriz T?ko Miura. Lo que seguir¨¢ a ese pr¨®logo sobre una vida cotidiana sostenida con alfileres es uno de esos viajes que solo el gran cine proporciona, un viaje a la verdad a trav¨¦s de personas cuya vida se ha quedado varada en la mentira. La relaci¨®n que establece el director teatral con sus actores ¨Cy, especialmente, con la chica encargada de ser su ch¨®fer¨C se aleja de cualquier tentaci¨®n cat¨¢rtica para, durante las tres horas que dura la pel¨ªcula, ofrecer un recital de sutilezas.

Hamaguchi es hoy un cineasta venerado, que hace un a?o obtuvo el Premio Especial del Jurado de la Berlinale por La ruleta de la fortuna y la fantas¨ªa y unos meses despu¨¦s, el del mejor guion en Cannes por esta pel¨ªcula. Desde su estreno en el festival franc¨¦s, donde era una Palma de Oro indiscutible pese a la rompedora Titane, la pel¨ªcula no ha dejado de cosechar premios y aplausos hasta convertirse, junto a Madres paralelas, de Pedro Almod¨®var, en todo un fen¨®meno de cr¨ªtica en Estados Unidos.

A su callada manera, estamos ante una de las pel¨ªculas m¨¢s extraordinarias y profundas del cine reciente, en la que un cineasta de la palabra como Hamaguchi se abre paso de forma sobrecogedora al poder del silencio. Una pel¨ªcula cuyo ritmo exacto ir¨¢ creciendo hasta apoderarse por completo del espectador en su impresionante recta final. Ocurren muchas cosas en ese desenlace y en su enigm¨¢tico ep¨ªlogo; es imposible contarlas, pero hasta la m¨¢s previsible, el famoso mon¨®logo final de T¨ªo Vania, parece escrito ahora mismo. En una secuencia prodigiosa, que arranca en el monitor de un camerino donde se recibe en directo la se?al de lo que ocurre sobre el escenario del teatro de Hiroshima, entramos en la ¨²ltima escena de la obra de Ch¨¦jov. All¨ª, la actriz sordomuda que interpreta a la joven Sonia responder¨¢ al abatido y desconsolado Vania con los signos de sus preciosas manos. Abrazada a su espalda, de frente al p¨²blico, con el gesto grave de una delicada mimo que entronca con el tradicional kabuki, le recordar¨¢ que hay que seguir el camino: ¡°?Hay que vivir y viviremos, t¨ªo Vania!¡±.