John H. Elliott: el historiador que sab¨ªa o¨ªr
El ingl¨¦s descubri¨® la cultura espa?ola, a trav¨¦s de la Historia, pero tambi¨¦n a trav¨¦s del museo del Prado, del que nunca dej¨® de estar enamorado
John H. Elliott era el historiador m¨¢s prestigioso y le¨ªdo de los angloparlantes especializados en la cultura espa?ola. Una cultura que descubri¨® de joven, a trav¨¦s de la Historia, pero tambi¨¦n a trav¨¦s del Museo del Prado, del que nunca dej¨® de estar enamorado.
La m¨¢s difundida de sus obras fue, sin duda, su Espa?a imperial, una formidable visi¨®n de conjunto sobre la Espa?a de los siglos XVI a XVIII, que, pese al paso de los a?os, sigue sie...
John H. Elliott era el historiador m¨¢s prestigioso y le¨ªdo de los angloparlantes especializados en la cultura espa?ola. Una cultura que descubri¨® de joven, a trav¨¦s de la Historia, pero tambi¨¦n a trav¨¦s del Museo del Prado, del que nunca dej¨® de estar enamorado.
La m¨¢s difundida de sus obras fue, sin duda, su Espa?a imperial, una formidable visi¨®n de conjunto sobre la Espa?a de los siglos XVI a XVIII, que, pese al paso de los a?os, sigue siendo la m¨¢s recomendable a¨²n hoy para alguien que desee iniciarse en este tema.
A esta visi¨®n cl¨¢sica a?adi¨® un segundo enfoque, de tipo comparativo, con la propia Gran Breta?a. La comparaci¨®n es crucial para los historiadores, que no podemos hacer experimentaci¨®n de laboratorio. Y ¨¦l decidi¨® hacerla con los imperios brit¨¢nico y espa?ol en Am¨¦rica. No para discutir, por supuesto, los m¨¦ritos atribuibles a ambos, sino para entender por qu¨¦ se desarrollaron como se desarrollaron. Y explic¨® c¨®mo los espa?oles se encontraron terrenos no muy f¨¦rtiles, pero con gran riqueza minera, e imperios sedentarios y centralizados, e hicieron lo l¨®gico: conquistar esos imperios y poner a su poblaci¨®n a extraer metales de las minas. Los brit¨¢nicos encontraron tierras m¨¢s ricas, con poblaci¨®n escasa y n¨®mada, que hu¨ªa ante ellos, y se comportaron de manera no menos previsible: se repartieron aquellas tierras en lotes y se pusieron a trabajarlas. Nada que ver con maneras de ser ni con ideolog¨ªas inspiradoras de la conquista.
Dentro de Espa?a, a Elliott le interes¨® especialmente la historia catalana, que trat¨® desde su primer libro, La revuelta de los catalanes, hasta Escoceses y catalanes, otro ensayo comparativo, en plena crisis de 2017. Supo tratar el tema de manera nada belicosa ni ofensiva, sin la menor cesi¨®n, a la vez, hacia deformaciones hist¨®ricas ni hacia mitolog¨ªas que cre¨ªa nocivas para la convivencia. Seg¨²n conclu¨ªa en este ¨²ltimo libro, las circunstancias actuales no favorec¨ªan la creaci¨®n de nuevos Estados-naci¨®n independientes, porque el futuro es de globalizaci¨®n y p¨¦rdida de poderes soberanos. Por eso le doli¨® tanto tambi¨¦n el Brexit.
Elliott expresaba estas opiniones con claridad, pero sin contundencia, porque si algo le caracterizaba era la cautela, la renuncia a juicios tajantes o a predicciones firmes sobre el futuro.
Esa virtud formaba parte de su personalidad afable, atractiva y, sobre todo, liberal. Porque Elliott escuchaba, daba importancia a las opiniones ajenas. En un semestre en Oxford, asist¨ª a uno de sus seminarios. Al principio, me sent¨ª un poco decepcionado, porque quienes hablaban eran sobre todo los miembros del grupo, y yo hab¨ªa venido a o¨ªrle a ¨¦l. Hasta que comprend¨ª que esa era la clave: obligar a hablar a los participantes, escucharles con paciencia, para a continuaci¨®n comentar lo que hab¨ªan dicho ¡ªsiempre en t¨¦rminos positivos¡ª, sacando de sus palabras lo m¨¢s valioso, lo m¨¢s instructivo para todos. Me dio una lecci¨®n que nunca hab¨ªa recibido. No dej¨¦ de ir a sus seminarios, de compartir debates con ¨¦l, siempre que pude.
Ahora, se nos ha ido. Una vida fecunda, como pocas. Un hombre bueno, de los que nos hacen sentir orgullosos de esta especie, tan contradictoria, que es la humana.