La estrategia de Franco ante el Holocausto: un camale¨®n al sol que m¨¢s calentaba
Un ensayo analiza las sucesivas posiciones del Gobierno del dictador y la actuaci¨®n de sus diplom¨¢ticos ante el genocidio nazi contra los jud¨ªos
?Fue Franco ante el Holocausto una veleta que cambiaba de postura seg¨²n soplaba el viento de la historia? ¡°Podr¨ªa ser una imagen correcta, pero con matices¡±, dice por tel¨¦fono el historiador ...
?Fue Franco ante el Holocausto una veleta que cambiaba de postura seg¨²n soplaba el viento de la historia? ¡°Podr¨ªa ser una imagen correcta, pero con matices¡±, dice por tel¨¦fono el historiador Enrique Moradiellos, editor de El Holocausto y la Espa?a de Franco (Turner) y coautor del libro junto a los investigadores Santiago L¨®pez Rodr¨ªguez y C¨¦sar Rina Sim¨®n. Este ensayo recorre las distintas posiciones que adopt¨® el Gobierno del dictador ante el asesinato, met¨®dicamente organizado y a escala industrial, de seis millones de jud¨ªos (casi la mitad en campos de exterminio), de los que m¨¢s de 1,5 millones eran ni?os. ¡°No es un asunto muy conocido¡±, argumentan los autores, que fue cambiando ¡°conforme la guerra se decantaba por el bando aliado¡±.
Moradiellos, miembro de la Real Academia de la Historia y catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Extremadura, que ha escrito dos de los cinco cap¨ªtulos del libro, lo explica en el titulado Franco ante la ¡®cuesti¨®n jud¨ªa¡¯. ¡°Hubo ambig¨¹edad, contradicciones y adaptaci¨®n pragm¨¢tica al contexto. No hay que olvidar que Espa?a fue vecina de la Alemania nazi entre 1940 y 1944 por la ocupaci¨®n de Francia¡±. En Espa?a hab¨ªa entonces lo que Moradiellos llama ¡°una judeofobia instintiva, de origen cat¨®lico, un desprecio que viene desde Roma y que era f¨¢cil de entender por la poblaci¨®n: los jud¨ªos vendieron a Cristo, son codiciosos¡ a pesar de que desde finales del siglo XV casi no los hab¨ªa en la Pen¨ªnsula por la expulsi¨®n ordenada por los Reyes Cat¨®licos¡±. L¨®pez Rodr¨ªguez, investigador en la Universidad de Upsala (Suecia), autor de otros dos cap¨ªtulos, cifra en 6.000 los residentes en Espa?a al comienzo de la II Guerra Mundial, sobre una poblaci¨®n de 26 millones, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica.
Espa?a sal¨ªa de la Guerra Civil, durante la cual ¡°una parte no menor de la jerarqu¨ªa militar¡± del bando sublevado, apunta Moradiellos, se refer¨ªa al enemigo como ¡°el contubernio judeomas¨®nico¡±. La victoria en la contienda propicia ¡°un punto de inflexi¨®n notorio¡± en Franco, ¡°con declaraciones en las que abundan los motivos judeof¨®bicos¡±.
En paralelo, en altos mandos militares, incluido Franco, ¡°hab¨ªa una pulsi¨®n filosefardita, nacida a fines del XIX, por el mantenimiento de la lengua espa?ola entre los descendientes de los expulsados siglos atr¨¢s¡±. Un sentimiento que acrecent¨® la guerra con Marruecos. ¡°Son los jud¨ªos del norte de ?frica los que ayudan a los militares espa?oles, les hacen de gu¨ªas, traductores...¡±. En 1924, en la dictadura de Primo de Rivera, un real decreto otorg¨® la nacionalidad a sefard¨ªes en el extranjero; entonces no sab¨ªan que ser¨ªa la llave que les permitir¨ªa escapar de la muerte.
Y para enmara?ar el tema, las aplastantes victorias nazis al comienzo del conflicto europeo alentaron ¡°una pasi¨®n antisemita que cal¨® en Falange¡±, el partido fascista espa?ol. En esos primeros a?os de la guerra mundial hubo ¡°una pasividad c¨®mplice¡± que refleja un telegrama del entonces ministro de Exteriores, Ram¨®n Serrano Su?er, en el que ordena al embajador en Francia que no intervenga para salvar a los jud¨ªos espa?oles, pero s¨ª para preservar las propiedades de estos.
En ese ambiente, en mayo de 1941, el Ministerio de la Gobernaci¨®n pide a los gobernadores civiles un registro de ¡°israelitas, nacionales y extranjeros¡±, un archivo jud¨ªo en el que debe consignarse su ¡°grado de peligrosidad¡±. Moradiellos recupera un informe confidencial, de diciembre de ese a?o, en el que el capit¨¢n de nav¨ªo Luis Carrero Blanco, fiel colaborador de Franco, habla de la conflagraci¨®n mundial como una lucha que el juda¨ªsmo quiere aprovechar ¡°para provocar una cat¨¢strofe¡± que cristalice ¡°en el derrumbamiento de la civilizaci¨®n cristiana¡±. Sin embargo, cuando a partir de finales de 1942 la Wehrmatch ya no parece invencible, se inicia otra fase. A ello ayuda que Franco nombra responsable de Exteriores a Francisco G¨®mez-Jordana, filobrit¨¢nico.
Las cifras recogidas en este libro indican que ¡°Espa?a salv¨® in situ a m¨¢s de 8.000 jud¨ªos¡±, sefarditas o no, en pa¨ªses ocupados por los nazis, gracias a que se les reconoci¨® como nacionales. A estos se unieron unos 35.000 que cruzaron los Pirineos con los visados que los diplom¨¢ticos espa?oles les concedieron en Centroeuropa, Grecia, Lituania¡ En palabras de G¨®mez-Jordana, esos refugiados deb¨ªan pasar por Espa?a ¡°como la luz por el cristal, sin dejar rastro¡±. No se quer¨ªa que permaneciesen porque supondr¨ªa un coste. Suiza salv¨® el pellejo a unos 22.000; Suecia, a 12.000; Turqu¨ªa, 16.000¡
Santiago L¨®pez, por tel¨¦fono, destaca en esa labor a diplom¨¢ticos como Bernardo Rolland de Miota, c¨®nsul en Par¨ªs; Eduardo Propper de Callej¨®n, en Burdeos; Sebasti¨¢n Romero Radigales, en Atenas; Julio Palencia, en Sof¨ªa; y, sobre todo, ?ngel Sanz Briz, en Budapest, quien evit¨® probablemente la muerte a unas 5.000 personas. No obstante, fueron una minor¨ªa ¡°en una actuaci¨®n diplom¨¢tica que se movi¨® en general en la indiferencia¡±. L¨®pez se?ala como gran punto negro de aquella pol¨ªtica la campa?a de repatriaci¨®n de enero de 1943: ¡°En plena soluci¨®n final, las autoridades alemanas permitieron a pa¨ªses neutrales, como Espa?a, que repatriasen a sus jud¨ªos, y les dieron tres meses¡±. Si no, ya nos encargaremos de ellos, dir¨ªan los nazis. ¡°Se discuti¨® el asunto en el Gobierno y se establecieron unos criterios que iban en la l¨ªnea de cribar lo m¨¢s posible. Se acept¨® su llegada, pero solo de paso y para aquellos con nacionalidad espa?ola en firme, con unos requisitos en los visados que ni siquiera dec¨ªa Alemania que se exigiesen. No es posible saber a cu¨¢ntos se conden¨® a muerte por ello¡±.
Hay otra cuesti¨®n que sobrevuela aquellos a?os: ?sab¨ªan los jefes del r¨¦gimen lo que ocurr¨ªa con los jud¨ªos? L¨®pez no lo duda: ¡°S¨ª, se han publicado estudios sobre ello y tenemos el testimonio de la Divisi¨®n Azul, que desde finales de 1941 env¨ªa informes en la retaguardia. En 1943 hay tambi¨¦n informes de diplom¨¢ticos espa?oles diciendo, por ejemplo, que han visto c¨®mo se ha asesinado a ni?os jud¨ªos delante de ellos¡±.
Para Moradiellos, Franco ¡°est¨¢ tan lejos del mito de salvador de jud¨ªos¡±, que han proclamado algunos historiadores, ¡°como de ser un enemigo de ellos que quiso destruirlos¡±. ¡°En su nombre se hicieron ambas cosas y aunque los diplom¨¢ticos tuvieron margen de maniobra, ¨¦l se reservaba la ¨²ltima palabra en todos los asuntos¡±. L¨®pez agrega que los responsables de las legaciones ¡°que actuaron a favor de los jud¨ªos lo hicieron m¨¢s por una iniciativa personal, aunque ped¨ªan permiso o al menos ten¨ªan que notificarlo a Exteriores¡±. Con todo, en 1959, la ministra de Exteriores israel¨ª, Golda Meir, reconoci¨® la ¡°ayuda y protecci¨®n de Espa?a en la era hitleriana a muchas v¨ªctimas del nazismo¡±.
La prensa
No solo es fundamental saber qu¨¦ paso, sino c¨®mo se cont¨® en Espa?a. L¨®pez dedica su otro cap¨ªtulo al papel de la prensa a medida que se conoc¨ªan las atrocidades nazis. ¡°Hab¨ªa que hacer visible el cambio de postura del r¨¦gimen de cara al exterior. Se inicia un distanciamiento de los nazis, se dice que eran ¡®anticristianos¡¯ y estaban guiados por el Maligno¡±. Eran las directrices que el propio Franco hab¨ªa adelantado en un discurso en mayo de 1946, en el que conden¨® ¡°los cr¨ªmenes del nazifascismo¡±. En esa ¡°postura camale¨®nica para sobrevivir¡±, subraya L¨®pez, quedaban resabios del pasado filonazi, como en un estramb¨®tico art¨ªculo del diario Destino, de octubre de 1945, en el que se informaba del juicio a Irma Grese, s¨¢dica nazi de varios campos de concentraci¨®n. Condenada a muerte, se justificaba su vesania porque era una mujer que se hab¨ªa ¡°despegado del hogar¡± y quer¨ªa ¡°vivir su vida¡±.
De la judeofobia al antisemitismo
El historiador Enrique Moradiellos describe en El Holocausto y la España de Franco el origen y evolución del sempiterno odio al judío, “el más antiguo en la historia de la humanidad”, con la distinción entre judeofobia y antisemitismo. “Todo nace de haber sido la primera religión monoteísta, una revolución, distinta de todo lo que había. El triunfo de la Iglesia católica en el siglo IV motivó la prohibición del proselitismo judío. La judeofobia es un fenómeno más cultural, no se cuestiona que los judíos forman parte del mismo grupo humano. Sin embargo, desde el XIX surge el antisemitismo, vocablo nacido en 1879, con doctrinas biológicas que no los consideran seres humanos, sino parásitos, incluidos los niños. Por eso hay que discriminarlos, después segregarlos y finalmente, eliminarlos, incluso aunque fueran conversos, porque por sus venas hay sangre judía". En el último capítulo de este ensayo, César Rina Simón, profesor en la Universidad de Extremadura, pone el foco en la judeofobia y antisemitismo en esta región entre 1931 y 1950 a partir de abundantes ejemplos con lo que publicaban los periódicos de la zona.