Bernardo Atxaga: ¡°La novela para m¨ª ya era una camisa de fuerza¡±
El escritor vasco estrena una nueva etapa en su escritura: ¡°Si el esp¨ªritu tiene nueve pisos y un s¨®tano, esto sale del s¨®tano¡±
Bernardo Atxaga llega a Madrid y se electriza, cuenta con su aspecto de ni?o grande y asombrado por todo lo que ocurre alrededor. Acostumbrado a la vida tranquila en el campo, all¨ª donde comienza la meseta, hoy se despliega en esta ciudad r¨¢pida y cronometrada donde est¨¢ presentando su nuevo libro, el primero de una nueva etapa en su carrera. Porque el escritor vasco de 70 a?os ha colgado los h¨¢bitos de la novela y estrena otras formas que ya son visibles desde el mismo t¨ªtulo: Desde el otro lado (Alfaguara).
Pregunta. ?Qu¨¦ le pasa en Madrid?
Respuesta. Lo mejor que tiene el campo es el espacio, no es tonter¨ªa. El cuerpo se adapta a ese espacio y vive c¨®modamente en ¨¦l, como en una buena temperatura. Y la ciudad no tiene espacio, sino movimiento y eso es vida, animaci¨®n. Y cuando vengo de mucho espacio a mucho movimiento es como si la electricidad ambiente se me metiera dentro y estoy mucho m¨¢s activo que en mi vida normal. Hablo mucho m¨¢s, hablo con los camareros, hablo con los taxistas, con todo el mundo.
P. ?Y ese espacio es mental adem¨¢s de f¨ªsico?
R. Lo es. Pero la sensaci¨®n del espacio no es intelectual, es f¨ªsica, el cuerpo siente que tiene espacio y se mueve casi como un son¨¢mbulo. Es un espacio mental, pero al mismo tiempo es puramente f¨ªsico.
P. ?Es su Obaba, esa tierra m¨ªtica de su infancia que ha inmortalizado en su literatura?
R. No, ya no, ya no¡ El paisaje de mi ni?ez te lo podr¨ªa dibujar palmo a palmo, cada recodo, ocho kil¨®metros cuadrados que ya solo est¨¢n en mi cabeza en su mayor parte. Porque cuando vuelvo a mi pueblo natal [Asteasu, Gipuzkoa] ahora tengo un choque y no me gusta. Afortunadamente lo tengo bien guardado, como en un caj¨®n, tranquilo, y entonces puedo acceder a otros paisajes: el de Bilbao, el de Nevada o donde ahora vivo, al comienzo de la meseta, un lugar abierto, de grandes extensiones y me siento muy c¨®modo, mucho mejor que en el paisaje de mi infancia.
P. En Casas y tumbas nos anunci¨® que dejaba la novela y ahora nos trae un universo en que tambi¨¦n hablan los animales, una especie de f¨¢bulas. ?C¨®mo llamar¨ªa a esto?
R. Yo lo llamo piezas. Ser¨ªan f¨¢bulas si los animales no tuvieran fondo, si fueran planos, con un solo rasgo psicol¨®gico, pero aqu¨ª tienen mucho fondo, son personajes que piensan, que sienten.
P. ?Por qu¨¦ quiso dejar la novela?
R. Novalis escribi¨® que el caos de la nebulosa interna debe resplandecer bajo la severa vigilancia de la forma, algo as¨ª. La forma es necesaria, sin forma no hay arte, pero tambi¨¦n puede ser una camisa de fuerza. Para m¨ª la novela era ya una camisa de fuerza, no me ayudaba en la expresi¨®n de lo que ten¨ªa en la cabeza. Y al desprenderme de ella he escrito las piezas con absoluta libertad, sacando la voz desde m¨¢s adentro, desde un interior del que nunca hab¨ªa salido. No s¨¦ cu¨¢ntos pisos tiene nuestro esp¨ªritu pero pongamos que tiene nueve pisos y un s¨®tano. Esto sale como del s¨®tano. La historia de este libro es salir del s¨®tano, de las cosas que me causaron gran impacto en la ni?ez y poco a poco ir subiendo las escaleras para encontrar la luz, la luminosidad. Parece un poco Goethe, pero es que Goethe me influye mucho, cuando dice que a partir de una edad uno no debe complacerse en lo sombr¨ªo, tiene que buscar la luminosidad, y ahora mismo estoy ah¨ª. Por eso tambi¨¦n meto humor.
P. Y muerte. ?Est¨¢ reflexionando m¨¢s sobre la muerte?
R. Estoy reflexionando m¨¢s sobre mi vida porque, despu¨¦s de 70 a?os, ahora tengo m¨¢s elementos de juicio (r¨ªe). Como el soldado que pasa de la retaguardia al frente. Y tambi¨¦n sobre la muerte, s¨ª. Como dice uno de mis personajes cuando le preguntan si est¨¢ muerto, ¡°s¨ª, estoy muerto, pero pecata minuta¡± (r¨ªe). Ahora que estoy subiendo esas escaleras desde el s¨®tano, ya soy capaz de hablar de la muerte, pero pecata minuta (sigue riendo, para ponerse ahora serio). Tambi¨¦n s¨¦ que esto tiene un l¨ªmite, hay cosas en torno a la muerte de las que no puedo hablar ni escribir. Hay una zona en nosotros que es una zona sin palabras, sin lenguaje. No hay posibilidad, no hay distancia, quiz¨¢ alguien lo pueda hacer. Primo Levi estuvo en Auschwitz y fue capaz de escribir sobre ello, su l¨ªmite estaba muy adelante, pero todo esto que digo, las bromas sobre la muerte, lo l¨ªrico¡ Si fuera una regla, avanzo hasta los 8 cent¨ªmetros, pero del 8 al 10 no.
P. ?Y qu¨¦ hay ah¨ª, del 8 al 10?
R. Oh, ah¨ª est¨¢ lo terrible.
P. ?El miedo?
R. No, porque el miedo a¨²n supone una fuerza. Hay un momento en que no hay ni eso, lo he visto y creo que pasar¨¦ por ah¨ª. No es miedo, es una aceptaci¨®n.
P. ?Rendici¨®n?
R. S¨ª, una rendici¨®n que est¨¢ en el eje del mundo. As¨ª son las cosas y hay que respetar ese 10%. Hace falta un 10% de silencio para que el resto sea palabra.
Estoy reflexionando m¨¢s sobre mi vida porque, despu¨¦s de 70 a?os, ahora tengo m¨¢s elementos de juicio
P. Parte del libro est¨¢ escrita en euskera y parte en castellano.
R. Las lenguas tienen corrientes marcadas por las connotaciones. Una palabra en euskera como etxea, por ejemplo, puede tener parecidas connotaciones a casa pero no las mismas. Para m¨ª etxea es la casa natal. Y casa es el piso en el que viv¨ª en Bilbao, por ejemplo. En cada lengua el itinerario es diferente. Los traductores son los grandes creadores de Europa o del mundo porque consiguen llevarlo de un itinerario a otro itinerario.
P. Le atraen los personajes con taras, en este libro tambi¨¦n est¨¢n. ?Por qu¨¦?
R. Porque est¨¢n en el otro lado de la vida y all¨ª, como los mineros que encontraban oro a partir de determinada cota, encuentro mucha belleza y mucha ense?anza sobre la vida. Creo que la debilidad y la belleza han ido siempre juntas.
P. Se fija tambi¨¦n en su lado m¨¢s angustioso, la imposibilidad del amor.
R. Una de las experiencias que m¨¢s me marc¨® de peque?o era c¨®mo Juanita, una chica guap¨ªsima vecina nuestra no le hac¨ªa caso al zapatero, que me daba regalitos para ella. Y un d¨ªa le pregunt¨¦ a mi madre por qu¨¦ y me dijo: Es que tiene un defecto al hablar. Me pareci¨® algo tan cruel, tan salvaje. Yo tendr¨ªa siete a?os y he escrito varias veces sobre eso y lo he borrado porque no s¨¦ c¨®mo encararlo. Esas personas est¨¢n expulsadas de la vida.
P. ?Y usted est¨¢ en ese otro lado?
R. Estoy en otro lado, efectivamente. Y encantado de la vida. Agradezco a los dioses que me hayan permitido cruzar el Rubic¨®n, los 70 a?os. Y al otro lado no tengo ninguna pretensi¨®n de conquistar las Galias, para nada, pero ahora la forma de escribir es mucho m¨¢s reposada, tranquila. Voy haciendo, escribiendo, tengo muchas cosas hechas, textos diferentes, ya veremos si se juntan, voy con la corriente de los d¨ªas, no fuerzo nada.
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