Fiasco de Juan Pedro Domecq (y a¨²n le quedan dos corridas m¨¢s)
Morante, Juan Ortega y Pablo Aguado solo pudieron destacar en el toreo de capote ante una nobil¨ªsima y muy descastada corrida
El t¨®pico del Domingo de Resurrecci¨®n en Sevilla no tiene rival. Ni siquiera una pandemia puede con ¨¦l. Han transcurrido dos a?os de cierre en fecha tan se?alada y parece que fue ayer.
Amaneci¨® un d¨ªa luminoso, como no pod¨ªa ser de otra manera. La belleza de La Maestranza permanece inmarcesible. Sevillanos y forasteros visten sus mejores galas. Cartel de ¡®no hay billetes¡¯, como manda la tradici¨®n. Y calor en el ambiente como si no hubiera un ma?ana (los servicios de la Cruz Roja no dieron abasto para atender desmayos y bajadas de tensi¨®n).
Una terna de lujo en la puerta de cuadrillas. Los toreros adelantan unos pasos en el albero, se detienen, la gente pide silencio y suena ¡ªnovedad en esta plaza¡ª el himno nacional. El pase¨ªllo es un clamor e, instantes despu¨¦s, el p¨²blico obliga a los tres matadores a saludar desde el tercio.
Un Domingo de Resurrecci¨®n en Sevilla como Dios manda. Y para que no faltara un perejil, la Infanta Elena asisti¨® al festejo y recibi¨® un brindis de Morante de la Puebla.
Tampoco faltaron los toros de Juan Pedro Domecq, esa ganader¨ªa tan querida y exigida por todas las figuras a pesar de sus reiterados fracasos. Hoy, uno m¨¢s (?hasta cuando el empresario y el ganadero abusar¨¢n de nuestra paciencia?), y lo peor es que a¨²n le quedan dos m¨¢s en el abono.
Toros elegidos con mimo, guapos de cara, sin aparatosidad en los pitones (qu¨¦ casualidad que los ¨²nicos astifinos fueron los dos sobreros), de dulce car¨¢cter, buenos de verdad, de docilidad perruna, y escasos, muy escasos, de fuerzas y de casta. Ninguno soport¨® una lidia completa a pesar de la dulzura del trato recibido. Pero ah¨ª siguen, a?o tras a?o, porque el p¨²blico acude a la plaza y las protestas son inapreciables.
Con ejemplares tan bonancibles ¡ªquiz¨¢ son una condici¨®n indispensable para el toreo artista¡ª, los tres toreros tuvieron ocasi¨®n de desplegar su hondura y gracia con el capote, y as¨ª hubo momento singulares henchidos de plasticidad.
Como ese manojo de ver¨®nicas irregulares con el que Ortega recibi¨® a su primero, mejorado despu¨¦s con un quite por chicuelinas que compiti¨® en elegancia con otro de Aguado, detalles todos ellos de preciosismo barroco.
El propio Pablo Aguado recibi¨® al tercero con ocho ver¨®nicas, ganando terreno en cada una de ellas, y las culmin¨® con una media en la boca de riego; repiti¨® el episodio en el sexto y acab¨® con el capote enroscado en el cuerpo en una imagen de singular destello. Entonces, le respondi¨® Morante, tambi¨¦n a la ver¨®nica, y de nuevo Aguado, a pies juntos para acabar el cuadro.
Pero cost¨® trabajo que la tarde pasara de ah¨ª. Fue Morante quien lo intent¨® con un lote m¨¢s propicio, y pudo lucirse con un inicio de faena de muleta en el primero con ayudados por alto templad¨ªsimos, y r¨¢fagas intermitentes de toreo diferente y ¨²nico ante un animal con las fuerzas tan justas que no hubo opci¨®n a premio alguno. El cuarto, que lo brind¨® a la Infanta, no le dio opciones.
Sus compa?eros de terna se estrellaron con sus respectivos lotes en el tercio final. Un inicio con el ¡®cartucho de pescao¡¯ de Ortega ante su primero, unos trincherazos por bajo y todo se diluy¨® como un azucarillo, y ni siquiera eso le permiti¨® el aborregado quinto.
Aguado lo intent¨® de veras, pero tuvo oponentes en ninguno de los suyos.
Y que no se olvide: los toros de Juan Pedro Domecq se lidian porque estos toreros los exigen. El ganadero y el empresario son responsables, pero no los ¨²nicos. ?Y a¨²n le quedan dos corridas m¨¢s en el abono...!
Domecq/Morante, Ortega, Aguado
Toros de Juan Pedro Domecq, -tercero y cuarto, devueltos-, correctos de presentación, mansurrones, nobilísimos, descastados y agotados en el tercio final; primer sobrero del hierro titular, astifino y descastado; segundo, de Virgen María, astifino y sin clase.
Morante de la Puebla: pinchazo y estocada caída (ovación); media baja y tendida (silencio).
Juan Ortega: estocada algo trasera (palmas y sale a saludar); pinchazo y estocada (silencio).
Pablo Aguado: dos pinchazos y estocada trasera (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Plaza de La Maestranza. Domingo de Resurrección, 17 de abril. Corrida inaugural de la temporada. Lleno de ‘no hay billetes’.
Babelia
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