Los Ma?os llama a su puerta

La ganader¨ªa de Los Ma?os llama a la puerta de los toreros, pero seguro que muchos se har¨¢n los sordos. No interesa un toro que embista, que repita y humille con alegr¨ªa y codicia. No interesa la casta porque te deja en evidencia, te desarma y no existe justificaci¨®n alguna para el silencio.

Los j¨®venes novilleros que se presentaron en Las Ventas pasaron un mal rato, porque se cansaron de dar muletazos a derecha e izquierda mientras el tendido bostezaba sin encontrar razones para la emoci¨®n. Es decir, que la movilidad encastada exige ser un torero de una pieza, lo que no abunda entre los matadores, y escasea peligrosamente entre los aspirantes porque carecen del oficio necesario para poner a prueba sus cualidades.

Dom¨ªnguez, Gilio y Garc¨ªa Pulido se presentaron en la plaza con muchos sue?os y muy poco bagaje. Los tres han toreado muy poco, y acudieron en las mismas condiciones de la mayor¨ªa de los novilleros, a la espera desesperada de que un golpe de suerte los sit¨²e en la cima de sus aspiraciones.

Pero ya lo dijo Jardiel Poncela: ¡®En la vida, pocos sue?os se cumplen; la mayor¨ªa se roncan¡¯. En este caso, las buenas intenciones de la terna, incluso sus buenas maneras en el manejo de los enga?os, se encontraron con novillos que ten¨ªan mucho y bien que torear, muy exigentes con sus lidiadores, y que no admit¨ªan pases y m¨¢s pases como quien hace churros.

No se entienda lo anterior como una cr¨ªtica a los chavales. Ninguno de los tres volvi¨® la cara en ning¨²n momento, y afrontaron con gallard¨ªa la dificultosa papeleta, pero no pudieron salir airosos del envite. Lo que no puede ser¡­

La novillada de Los Ma?os no es que fuera de nota excelente; de hecho, solo dos novillos, primero y sexto, hicieron una brava pelea en varas, mientras los dem¨¢s mansearon, salieron sueltos o embistieron con la cara por las nubes o cabeceando en los petos. Casi todos dieron muestras de pocas fuerzas, y un par de ellos, quinto y sexto, se derrumbaron en la arena durante la faena de muleta. Pero todos, en mayor o menor medida, hicieron de la muleta el objetivo de sus vidas. El primer novillo, por ejemplo, Saltacancelas de nombre y 501 kilos de peso, estuvo 10 minutos embistiendo, incansable, humillado y fijo en el enga?o. Hasta nueve tandas le dio Carlos Dom¨ªnguez, tres de ellas por la izquierda, y no consigui¨® enardecer a los tendidos. No debe ser nada f¨¢cil encontrarte con un novillo as¨ª y comprobar que la gente no se inmuta con tu toreo. Volvi¨® a intentarlo con todas sus ganas en el cuarto, otro noble y repetidor ejemplar, pero sus aceptables muletazos no pasaron de ah¨ª.

Se le vio m¨¢s placeado al mexicano Arturo Gilio. Recibi¨® a su primero con unas ce?idas gaoneras, lig¨®, despu¨¦s, varias tandas a la acelerada embestida del novillo y su labor no alcanz¨® el eco esperado. M¨¢s templado fue el quinto con el que lleg¨® a dibujar dos excelentes y largos naturales. Pero al final de la faena, en un descuido imperceptible, el animal lo enganch¨® por la parte baja de la pierna izquierda y le infiri¨® una cornada de car¨¢cter grave. El torero se deshizo de las asistencias y se empe?¨® en volver a la cara del toro, pero pronto verific¨® que era mejor acudir a la enfermer¨ªa.

Y Garc¨ªa Pulido manej¨® con soltura el capote a la ver¨®nica y por delantales en un quite, y dijo que tiene sentido del temple, pero tampoco pudo dejar huella.